


Había un árbol que concedía aquello que uno estaba pensando cuando se sentaba a disfrutar de su sombra. Y he aquí que un día, un fatigado viajero que había recorrido los polvorientos caminos de la India, extenuado, fue a sentarse, sin saberlo, a la sombra de aquel árbol celestial. Estaba reponiéndose un poco, cuando pensó:
«¡Qué hambre tengo! Ojalá pudiera llevarme a la boca una deliciosa comida». Y en ese momento apareció ante él una bandeja con sabrosos alimentos, que el caminante engulló con voracidad y deleite.
Bien saciado, pensó: «¡Qué sucio estoy! ¡Si pudiera cambiar estas sucias prendas por otras nuevas!». Y al instante estaba ataviado con prendas limpias y perfumadas.
Un poco después pensó: «Me duelen mucho los pies. ¡He caminado tanto! ¡Qué placentero sería que una joven masajeara mis pies!». Y apareció una bella joven que comenzó a darle un reconfortante masaje en los pies.
El caminante estaba encantado. Bien saciado, bien ataviado y ahora sintiendo las manos de la joven, relajando sus pies. Y de súbito pensó: «¡Fíjate si ahora apareciera un león y me comiera!». Y apareció un león y se lo comió. 1 Ref.CALLE, Ramiro (2019). Cien narraciones espirituales para la transformación interior. Luciérnaga. Barcelona.

Decía Santa Teresa que “la imaginación es la loca de la casa” y efectivamente así es. Una mente sin control puede conducirnos a las más enrevesadas y endiabladas elucubraciones que para nada se corresponden con la realidad.
Según diversos estudios, nuestro cerebro produce más de 60.000 pensamientos al día y la mayor parte de ellos o bien son negativos o son el producto del autoengaño, de las más variadas distorsiones cognitivas o de algún mecanismo de defensa.
¿Qué podemos hacer entonces para controlar nuestra mente y hacernos realmente dueños de nuestros pensamientos? Ramiro Calle nos propone:
1. Observar inafectadamente el flujo de los pensamientos, como si no nos pertenecieran, evitando la identificación con estos.
2. Cortar el pensamiento en su raíz, o sea, hacer un esfuerzo para no dejarse pensar por el pensamiento.
3. Ignorar los pensamientos y seguir en la acción.
4. Combatir los pensamientos nocivos mediante el cultivo de sus opuestos, o sea, los positivos, y así, igual que la luz disipa la oscuridad, los pensamientos positivos disipan los negativos.
Hay que servirse del esfuerzo correcto para desalojar de la mente pensamientos nocivos y evitar que penetren de nuevo, y para suscitar y desplegar pensamientos sanos.

Referencia
Hay que llenar el cerebro de pensamientos y recuerdos positivos y desechar los negativos. De ello depende que nuestro estado de ánimo se sienta bien o se sienta mal. Un fuerte abrazo.