

Y hecha la obra, no permanece en ella“
(Lao Tsé)

Dos garzas y una tortuga se habían hecho muy amigas, porque las tres vivían a orillas de un lago donde diariamente podían saciar su sed. Pero un año las lluvias no llegaron y se produjo una terrible sequía. Paulatinamente, las aguas del lago iban mermando.
Las garzas pensaron que era necesario tomar la decisión de emigrar a regiones más húmedas para sobrevivir. La tortuga, alarmada, se lamentó:
—Vosotras tenéis alas y podéis volar. Pero ¡pobre de mí! ¿Qué haré yo, torpe y pesada? Moriré enseguida e irremediablemente.
La tortuga comenzó a llorar y las garzas sintieron mucha compasión por ella. Toda la noche estuvieron dándole vueltas a la cabeza para encontrar una solución. Al final y por fortuna, la hallaron.
Consistía en que las dos garzas sostendrían un palo con sus picos y la tortuga se agarraría firmemente a este con la boca, para ser transportada por los aires a regiones húmedas en las que poder sobrevivir.
Al amanecer, las dos garzas y la tortuga se fundían con el horizonte. Recorrieron una larga distancia y, al pasar por algunos pueblos, los habitantes exclamaban maravillados:
—¡Qué tortuga tan inteligente! ¡Mirad con qué habilidad se agarra con la boca a la vara!
La tortuga estaba encantada con aquellos comentarios tan elogiosos, en tanto que las garzas se ocupaban solo de proseguir su perfecto vuelo, sin prestarles atención. Y por cada pueblo que sobrevolaban, las gentes repetían sus elogios, asombradas por la pericia de la tortuga. Al cruzar un valle, sus habitantes comenzaron a exclamar alborozados:
—¡Mirad, mirad, qué garzas tan sabias y tan diestras! ¡Qué animales tan inteligentes y qué bien transportan a la tortuga con la vara que sostienen con sus picos! ¡Qué animales tan sabios! ¡Y qué bien vuelan! ¡Cuán hermosos son!
La tortuga, que se había sentido tan lisonjeada anteriormente y se había henchido de vanidad, al comprobar que ahora solo alababan a sus compañeras, no pudo por menos que decir:
—¡Estúpidos! ¡Qué sabréis vosotros! Al hacerlo, soltó el palo y se precipitó en el vacío.1 Ref.Calle, Ramiro. Cien narraciones espirituales para la transformación interior (Spanish Edition) Grupo Planeta. Edición de Kindle

Por tanto, TRABAJAR EL EGO, identificarlo, conocerlo, observarlo, vigilarlo y ejercer un estrecho control de sus movimientos es no solamente una condición básica para madurar como persona sino también una cuestión de supervivencia y de convivencia. Es imposible llegar a ser pacíficos, serenos, sosegados, equilibrados y armónicos si no trabajamos el Ego.

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