El pasado 18 de marzo de 2020, en plena crisis de la pandemia, tuve la ocurrencia de comenzar una serie que titulé “Cuentos para el discernimiento en tiempos de confinamiento”. Lo hice realmente porque la reflexión meditativa en estas pequeñas joyas de la cultura oriental, al menos a mí, me estimulan y producen un gran bien interior.
El 9 de enero de este año 2021, finalicé la serie. Pensaba, iluso de mí que ya la pandemia se estaba terminando y además porque observé que estos cuentos son de escaso, por no decir ninguno, impacto o visibilidad 1 Ref.Todos los cuentos publicados hasta ahora puedes encontrarlos en el menú principal de CUENTOS o directamente AQUÍ
Sin embargo, este verano, me ha dado otra vez por volver a reflexionar sobre los cuentos orientales y me he decidido de nuevo a publicarlos con la esperanza de que puedan servir a alguien además de a mí. En cualquier caso, ahí quedan flotando en el universo virtual y como resultado de mis lecturas y reflexiones.
Muchas gracias por detenerte aquí aquí. Espero que te gusten y estés bien de salud en todos los órdenes de tu vida.


Un hombre muy sencillo y analfabeto llamó a las puertas de un monasterio. Tenía deseos verdaderos de purificarse y hallar un sentido a la existencia. Pidió que le aceptasen como novicio, pero los monjes pensaron que el hombre era tan simple e iletrado que no podría ni entender las más básicas escrituras ni efectuar los más elementales estudios. Como le vieron muy interesado por permanecer en el monasterio, le proporcionaron una escoba y le dijeron que se ocupara diariamente de barrer el jardín. Así, durante años, el hombre barrió muy minuciosamente el jardín sin faltar ni un solo día a su deber. Paulatinamente, todos los monjes empezaron a ver cambios en la actitud del hombre. ¡Se le veía tan tranquilo, gozoso, equilibrado! Emanaba de todo él una atmósfera de paz sublime. Y tanto llamaba la atención su inspiradora presencia, que los monjes, al hablar con él, se dieron cuenta de que había obtenido un considerable grado de evolución espiritual y una excepcional pureza de corazón. Extrañados, le preguntaron si había seguido alguna práctica o método especiales, pero el hombre, muy sencillamente, repuso:
— No, no he hecho nada, creedme.
Me he dedicado diariamente con amor a limpiar el jardín, y, cada vez que barría la basura pensaba, que también estaba barriendo mi corazón y limpiándome de todo veneno.2 Ref.FUENTE: CALLE, Ramiro Antología de cuentos de la India y el Tibet.
EDAF. Colección “Arca de la sabiduría”. Madrid. 1999.
MÚSICA:
J.S BACH : Zion Hort Die Wachter Singen (Zion Hears the Watchmen)


Referencia