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Cristóbal Colón y el descubrimiento de América (2)
Colón en la Corte de Juan II (Portugal)
C olón era un corsario al servicio de los franceses. Nada de deshonroso tenía entonces ser corsario. Los buques mercantes del enemigo eran presa legal de quien los derrotara, y las mercaderías que transportaban se distribuían entre los que tomaban parte en el abordaje.
Colón participó en una batalla, frente a Lisboa, al mando del almirante francés Coullon contra una flota de naves genovesas. El barco en que Colón se hallaba se trabó violentamente con una galeaza. Súbitamente estalló un incendio y la mayor parte de los marineros prefirieron “padecer antes la muerte del agua que la del fuego y se lanzaron al mar”, como relata Las Casas. Colón, que era excelente nadador, se apoderó de un remo que flotaba y con él pudo llegar a tierra, aunque tan fatigado y débil que necesitó varios días para reponerse. El padre Las Casas continúa su relato:” …cobrando algunas fuerzas del tullimiento de las piernas…” y curado también de algunas heridas que en la batalla había recibido, fuese a Lisboa, que no estaba lejos.
Para un hombre como Colón, Lisboa era una universidad donde podía prepararse para su carrera. Se interesó por los viajes oceánicos, ansioso de recibir informaciones de los viajes más recientes y para conocer los últimos mapas que iban trabajando los cartógrafos. Portugal se había lanzado con vigor a encontrar una ruta oceánica que le llevara a Oriente para llegar a la tierra de las especias. La pimienta, el clavo, la canela, la nuez moscada, la mostaza y la vainilla, podían dar a la dieta de los poderosos una variedad de sabores que las hacían apreciadísimas. El motivo de buscar una ruta oceánica para llegar a los paraísos lejanos, a las tierras de la seda y del marfil, de las especias, del oro y las esmeraldas, era que las rutas terrestres estaban cortadas por los turcos. Los portugueses, en la búsqueda de esa nueva ruta, ya habían descubierto las islas Madeira en 1419 y habían llegado al Senegal en 1445.
Desde 1438 funciona en Sagres un importantísimo centro de estudios náuticos, fundado y dirigido por el infante don Enrique, llamado el Navegante. Toda la ciudad vivía del puerto y para el puerto.
El prestigio que tenía Colón como navegante y mercader facilitó su matrimonio, en 1480, con Felipa de Perestrello, hija de Bartolomé Perestrello, descubridor de las Madeira. Estaba, pues, emparentado con la más noble estirpe descubridora y con acceso a la corte portuguesa. Fruto de ese matrimonio fue su hijo Diego . Pero su esposa Felipa murió muy pronto.
Colón continuó en Lisboa, frecuentando la corte, estudió asiduamente en la biblioteca real los informes de los descubridores. Por aquel entonces circulaba un libro los viajes de sir John Mendeville, abarrotado de fantásticos horrores: monstruos que estrujaban los barcos que se atrevían a penetrar mar adentro, torbellinos donde los barcos caían para siempre y cataratas por donde se despeñaban las aguas del océano y los barcos que por ellas se arriesgaban. Nada de esto creía Colón.
Colón leyó el libro Ymago Mundi del cardenal Pedro d’Ailly, obispo de Cambrai (siglo XV). Apoyándose en los geógrafos de más autoridad en el mundo antiguo-Ptolomeo en primer lugar- y en los geógrafos árabes de la Edad Media, Pedro d’Ailly había llegado a conclusiones que apasionaron a Colón: “El mundo es de forma esférica y en él hay partes diversas. Sería posible, pues, dar la vuelta a la Tierra”.
En Lisboa tiene Colón noticia de las teorías de Toscanelli, el mayor matemático de su tiempo y cosmógrafo florentino insigne. En 1474, Toscanelli escribe una carta dirigida al rey de Portugal, comunicándole su convicción de que “hay un camino del mar más corto que aquel que hacéis por Guinea”, y traza un mapa ilustrativo de sus ideas. El mapa quedó en el gabinete del monarca, lugar donde Colón pudo estudiarlo. Seguidamente se inició una correspondencia entre el florentino y el descubridor. Gracias a esa correspondencia, Colón vio confirmada la coincidencia entre sus teorías y las de Toscanelli:
- La Tierra es una esfera, ya apoyada por Ptolomeo.
- La distancia entre la costa occidental de Europa y la oriental de Asia era muy corta (nadie suponía ni por imaginación que en medio del océano hubiera otro continente), unas 600 leguas marinas, alrededor de 2.550 millas. Pero el error de Colón consistía en suponer una longitud de 30.000 Km para el círculo máximo de la Tierra, que tiene realmente 40.000 . Cipango (Japón) y Catay (China), tierras de las que hablaba Marco Polo en sus viajes, quedaban así mucho más próximas por la ruta oceánica. En sus cálculos Colón rebajaba aún más las cifras ya exageradamente bajas de Toscanelli. El viaje era pues no sólo realizable, sino incluso muy fácil.

Colón cree haber llegado el momento de actuar. Redacta su proyecto para presentárselo al rey Juan II. El rey lo recibe en audiencia. Colón le muestra mapas y promete al monarca montañas de oro, riquezas sin cuento, gloria ilimitada. Lo que Colón expone al monarca no es sólo una empresa mercantil, es mucho más: la posibilidad de evangelizar nuevas tierras. El rey parece vacilar. Es una cuestión difícil. El reino está lanzado a empresas que agotan sus posibilidades materiales; aún no se ha empezado a recibir todo el beneficio que se espera de las navegaciones; todo por ahora han sido gastos y más gastos, pero muy escaso beneficio.
Pero de todas formas Juan II convoca una junta de matemáticos para que dictamine las posibilidades de realización de las ideas de Colón y el coste de la empresa. Las exigencias de Colón resultan excesivas, y el precio es exorbitante. El proyecto de Colón queda desaprobado.
Por aquel entonces muere Felipa, y Colón, decepcionado, siente que nada lo ata a aquella tierra. Decide, entonces, abandonar su patria de adopción. Antes copia con detalle el mapa de Toscanelli y datos de sus libros. En Portugal no ha podido presentar su argumento supremo, el mapa de Toscanelli, secreto palatino del que Colón se ha apoderado a escondidas. En Castilla podrá hacerlo y convencerá a los matemáticos más reticentes.
Continuará…

JOSÉ MELERO PÉREZ, nació en Madrid el 15 de septiembre de 1941. Está licenciado en Psicología y en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona. Profesor jubilado. Actualmente escribe en su blog OJO CRÍTICO; en la sección “Entre Todos” de El Periódico. y en la revista electrónica “Religión Digital” a la que pertenece este artículo.
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