Tmp. máx. lect.: 7 min.
La pederastia en la Iglesia católica,u003cbru003eun problema de poder
El negacionismo, el silencio y el ocultamiento de los crímenes de pederastia producidos en el seno de la Iglesia católica española durante décadas, así como el encubrimiento y la falta de denuncia ante los tribunales de justicia, después, son la mejor demostración del desprecio a las víctimas y de la falta de compasión con ellas por parte de la jerarquía católica española, que se convierte así en responsable y cómplice de dichos crímenes.
No vale decir que se trata de casos aislados y marginales, ni, como excusa, que la mayoría del clero católico y de los formadores de seminarios y noviciados de congregaciones religiosas han demostrado una conducta ejemplar. No, no son casos aislados y marginales. Todo lo contrario: los pederastas dentro de la Iglesia católica se ubican en el ámbito de lo sagrado, que es considerado espacio protegido, y, desde la institución eclesiástica, es excluido del ámbito cívico y se pretende blindar frente a cualquier acción judicial. Así se ha venido procediendo desde tiempos inmemoriales.
Y no solo en el entorno de los sacerdotes, sino en todos los espacios del poder eclesiástico y en sus dirigentes: cardenales, arzobispos, obispos, miembros de la Curia romana, miembros de congregaciones religiosas, responsables de parroquias, capellanes de congregaciones religiosas femeninas, profesores de colegios religiosos, formadores de seminarios y noviciados, padres espirituales, confesores, etcétera.
Todos ellos se consideran representantes de Dios y sus comportamientos, por muy perversos que sean, se ven legitimados por “su” Dios, el Dios varón que ellos han creado a su imagen y semejanza para ser perdonados por sus crímenes y librarse de las condenas terrenales y, a través de la absolución, también de las penas eternas, razonando de esta guisa: solo Dios es capaz de juzgar y, en su infinita misericordia y bondad, perdonar los pecados no solo los veniales, sino también los mortales, incluidos los crímenes, como ha llamado el papa Francisco a las agresiones contra niñas, niños, adolescentes y jóvenes indefensos. Se creó así un cerco eclesiástico que impide llevar los casos de pederastia a los tribunales.
La raíz de la pederastia se encuentra en el poder detentado por las personas sagradas, un poder omnímodo y en todos los campos: poder sobre las conciencias que requieren de guías morales que orienten en el camino de discernimiento del bien y del mal, y esos guías son los representantes de Dios; poder sobre las mentes para uniformarlas sin posibilidad de disentir y para discernir la verdad de la falsedad, que llega a poner entre paréntesis la razón y reclama la iluminación de la fe bajo la guía del magisterio eclesiástico; poder sobre las almas, que, desde una antropología dualista, es lo único a salvar del ser humano; poder sobre los cuerpos, que se convierten en propiedad de las masculinidades sagradas, objeto de colonización y de uso y abuso a su capricho.
La pederastia clerical se convierte así en ‘la mayor perversión de la divinidad, de lo sagrado y de la religión’, en su mayor descrédito tanto para las personas religiosas como, con más motivo, para quienes se declaran no creyentes
Se trata de un poder omnímodo, sin control de instancia humana alguna, sin equilibro de otros poderes, porque en la Iglesia católica no hay división de poderes, sino que todos están concentrados en el papa y en sus representantes, nombrados con el dedo del sumo pontífice, como tampoco hay democracia que reconozca el derecho de elegir o de cesar a los representantes.
Pero no es un poder cualquiera, sino un poder patriarcal sobre las mujeres, los niños, las niñas, los adolescente, los jóvenes y las personas más vulnerables y más fácilmente influenciables entre los fieles. Un poder que se caracteriza por tener una organización jerárquico-piramidal donde las personas creyentes de base no tienen otra función que la de obedecer y cumplir órdenes y donde las mujeres son excluidas del acceso directo a lo sagrado y eliminadas de los ámbitos donde se toman las decisiones que afectan a toda la comunidad cristiana, y por imponer una moral sexista y misógina.
Lo confirma el obispo australiano G. Robinson en su libro Sexualidad y poder en la Iglesia (Sal Terrae, Santander), encargado por la conferencia episcopal de su país para investigar los casos de pederastia: “Más que de un problema de sexualidad en los casos de pederastia, es un problema de poder, el poder de un clero sacralizado y, por ello, inapelable”
La pederastia clerical se convierte así en la mayor perversión de la divinidad, de lo sagrado y de la religión, en su mayor descrédito tanto para las personas religiosas como, con más motivo, para quienes se declaran no creyentes. Pero quizá lo más grave es que el comportamiento criminal de los pederastas y el silencio de la jerarquía terminan por desacreditar a la comunidad cristiana, a toda la comunidad cristiana, desconocedora de dichas prácticas durante varias décadas y sin tener responsabilidad alguna en tan terribles crímenes.
Hoy la comunidad cristiana, que ya conoce tamaños crímenes, debe levantar la voz profética de denuncia contra los pederastas y sus cómplices. Callar se convierte en delito: delito de silencio. A decir verdad, apenas escucho voces individuales o colectivas críticas en el seno de la comunidad cristiana, salvo en algunos colectivos que son otra voz de Iglesia.
El juicio y las sanciones contra los pederastas, una vez demostrados sus crímenes, deberían recaer también contra sus encubridores, que ocupan las más altas esferas eclesiásticas. En otras iglesias nacionales se han producido ceses o renuncias en la jerarquía: obispos, arzobispos, cardenales, incluso nuncios del Vaticano. En España, ni un solo cese, ni una sola renuncia. Mucho me temo que la Justicia civil siga teniendo todavía un temor reverencial hacia las jerarquías de la iglesia católica y eso le impida depurar responsabilidades e investigar hasta el fondo a quienes durante décadas han permitido actuaciones tan horrendos crímenes.
Pederastia. ¿Pecado sin penitencia?, que presentamos este jueves, 23 de mayo, en la librería Metalibrería, de Madrid, calle Joaquín María López 29, con la participación de Jesús Bastante, redactor-jefe de Religión Digital , y Leonor Paqué, víctima de pederastia, periodista y novelista.
Juan José Tamayo Acosta es teólogo vinculado a la Teología de la Liberación. Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III, en Madrid, y secretario general de la Asociación de teólogas y teólogos Juan XXIII. Conferencista nacional e internacional y autor de más de 70 libros. Articulista habitual en prestigiosos periódicos nacionales e internacionales, así como reconocidos sitios como Religión Digital.
Entre algunas de sus publicaciones se encuentran: San Romero de América, mártir por la justicia (Editorial Tirant, 2015); Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed.); De la iglesia colonial al cristianismo liberador en América Latina (Tirant lo Blanc, 2019); ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 3ª ed.); Hermano islam (Trotta, 2019).Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra; (Herder, noviembre 2020); ¿La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria, 2020).
Su última obra, editada por Fragmenta en 2021, es la titulada La compasión en un mundo injusto, que puedes adquirir como todas las demás, AQUÍ
Este artículo fue publicado en Religión Digital el 23 de mayo de 2024.
Vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento por honrar con sus colaboraciones este sitio.
La Iglesia católica ha gozado siempre de inmunidad e impunidad, ejerciendo su poder en nombre de Dios para legitimar sus pecados y crímenes. De ahí la convicción de las víctimas de los pederastas clericales de que la Iglesia es incapaz de juzgarse a sí misma. Ya va siendo hora que la justicia civil juzgue y condene a esos lobos revestidos de ovejas .
Por otra parte la iglesia católica, como institución y el Papa como jefe de ésta, sigue manteniendo en occidente la norma del celibato para ser consagrado sacerdote. Esta represión de la sexualidad es en gran parte la causa de la mayoría de los abusos de pederastia. Este error, ?, se sigue cometiendo para mantener el poder. ¿Hasta cuándo la justicia civil permitirá este servilismo a una institución corrupta?.
La represión de la sexualidad por parte de la Iglesia va contra la naturaleza humana y por tanto contra la obra creadora de Dios.