Libros que marcan (13): EL EDUCADOR COMO REFERENTE EN LA SOCIEDAD LÍQUIDA (2)

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Libros que marcan (13) EL EDUCADOR COMO REFERENTE EN LA SOCIEDAD LÍQUIDA (1)

No confundir a los Intelectuales, los expertos y a los tertulianos en los atrios del saber

Por Leandro Sequeiros San Román

En la sociedad del conocimiento y de las redes sociales, las fronteras entre el trabajo de los intelectuales, el de los expertos y el de los tertulianos tiene límites borrosos. Nuestra sociedad banaliza la construcción del pensamiento. En algunos foros de internet están apareciendo estos debates.
Nos referiremos en este artículo al debate sobre el papel de los intelectuales en la sociedad contemporánea y su retirada del espacio público que firmado por JANO se publicó en Ávila-Abierta. A los lectores de los artículos que desde hace 2016 publicamos en FronterasCTR (como continuación a los más de 600 artículos publicados en Tendencias21 de las religiones desde 2006) les puede interesar este debate que arroja luz sobre la función de los intelectuales en la actual vida española.

Los tertulianos ¿suplantaron a los intelectuales?

En una primera parte del texto que comentamos, se incluye el artículo provocador de Fernando Vallespín, publicado en el diario EL PAIS el 1 de septiembre de 2019 con este título: Cómo los tertulianos suplantaron a los intelectuales. Este ensayo, como veremos más adelante, fue contestado por César Calderón.
Para entender el alcance de sus reflexiones, conviene saber quiénes son cada uno de ellos. Fernando Vallespín Oña (nacido en 1954) es un profesor universitario y politólogo que presidió el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) entre 2004 y 2008. Ha sido también profesor visitante en las universidades de Harvard, Heildelberg, Frankfurt, Veracruz y Malasia, además de un activo conferenciante en otras universidades en el ámbito nacional y europeo. Es un experto en teoría política y en pensamiento político, ha publicado más de un centenar de artículos académicos y capítulos de libros de ciencia y teoría política de revistas españolas y extranjeras. Por tanto, su opinión tiene un cierto peso.
Por otra parte, César Calderón es experto en comunicación política y cuenta con una dilatada trayectoria dirigiendo campañas electorales, tanto en España como en Latinoamérica. Fundador y director general de la compañía de consultoría estratégica Redlines, Calderón es especialista en transparencia, participación y comunicación, y ha ayudado en esas materias a diversos gobiernos por todo el planeta. Además, es autor de los libros ‘Guía práctica para abrir Gobiernos’ (Goberna, 2015), ‘Otro Gobierno’ (Algón Editores, 2012) y ‘Open Government – Gobierno Abierto’ (Algón Editores, 2010).

La opinión de Fernando Vallespín

Para Vallespín, “con los intelectuales ocurre lo mismo que con la socialdemocracia: no puede hablarse de ellos sin mentar su muerte, su crisis o su lamentable estado. De hecho, les va incluso considerablemente peor que a aquella, que al menos consigue ganar algunas elecciones de vez en cuando”.
Desde su punto de vista, el final de los intelectuales se lleva cacareando desde hace unos 40 años y siguen sin levantar cabeza. A pesar de todo, el término sobrevive, pero desprovisto ya del aura que solía acompañarlo.
Pero, ¿qué entiende Vallespín por “intelectual”? “El intelectual clásico, el “verdadero”, es aquel o aquella cuya opinión cobraba una especial importancia porque estaba respaldada por el extraordinario prestigio que se había ganado en el campo en el que sobresalía, generalmente en el pensamiento, la ciencia o la literatura”.

Aparece el experto

Los medios de comunicación social no cesan de hablar de “expertos” y de “científicos” para orientar el tratamiento del COVID-19. Parece que la solución a corto plazo ha marginado las reflexiones de fondo que orientan el futuro. En opinión de Vallespín, al intelectual parece haberle sucedido el “experto”. Justifica esta afirmación de la siguiente manera: “La nueva complejidad de una política cada vez más tecnocrática hizo que nuestra comprensión de lo que acontecía requiriera del continuo recurso a especialistas de distinto pelaje. Los grandes discursos de la tutela filosófico-moral del intelectual clásico dieron paso así al “análisis experto”. Este complementaba más eficazmente las noticias del día a día que las posibles reflexiones del sabio”.
En un mundo tecnificado en el que domina “saberlo todo de casi nada”, se impone la especialización.
Escribe Vallespín: “El mundo académico, además, pronto dejó de ofrecer generalistas y propició únicamente la especialización. Por otro lado, ya iban quedando cada vez menos de los intelectuales históricos, que estaban siendo suplidos también por los que los anglosajones llaman public intellectuals, que opinan a partir de su especialidad y su prestigio, como Francis Fukuyama, Steven Pinker, Yuval Noah Harari, Niall Ferguson…, y que tienen en común el estar casi siempre bajo el foco público. Muchos de ellos —no necesariamente los aquí mencionados— poseen, como señala Daniel W. Drezner en The Ideas Industry, un acceso privilegiado al “mercado de las ideas”, que no está exento de mediaciones y donde grandes intereses económicos desempeñan también su papel a la hora de promocionar unas u otras reflexiones. Eso del intelectual clásico de “decir la verdad al poder” se tornaría así en lo contrario: son los poderes fácticos los que tratan de definir cuál es la verdad buscándose los portavoces adecuados, ya sean pensadores o think tanks”.
Intelectuales y política posverdad
Nuestra sociedad, según Vallespín, considera la información como una mercancía que se compra y se vende. Estamos en la era de la llamada posverdad, la distorsión deliberada de visión de la realidad.
En su opinión, “El caso es que, al entrar en esta fase de política posverdad, ya no hay forma de imponer “verdades” que valgan. Vengan de los intelectuales, los expertos o los public intellectuals. No en vano, todos ellos pertenecen a una élite y eso les coloca ya a priori bajo sospecha. A menos, claro, que defiendan las posiciones que nos importan. La actual vituperación de las élites se ha extendido también a quienes tenían la función de orientarnos. Ortega se equivocaba. Ha habido que esperar a la expansión de las redes sociales para que se produjera la auténtica rebelión de las masas, aunque ahora hayan cobrado la forma de enjambres virtuales. Detrás de esto se encuentra, desde luego, el proceso de desintermediación, que ha roto con el monopolio de los medios tradicionales para ejercer su tutela sobre la opinión pública. O la posibilidad potencial de acceso directo a conocimientos que hasta ahora solo eran accesibles para un grupo de iniciados. O el predominio de los afectos sobre la cognición —“solo me parece convincente lo que encaja con mis sentimientos”—. O la enorme polarización política que se nutre de un consumo tribalizado de la información y la discusión (las famosas cámaras de eco). O la desaparición de la deliberación detrás de lo meramente expresivo”.

La falta de credibilidad de los intelectuales

Para Vallespín, “El resultado de todo esto es una pérdida generalizada de auctoritas por parte de instituciones, grupos o personas que hasta entonces cumplían esa función orientadora de la que antes hablábamos. Y entre ellos se encuentran, cómo no, los intelectuales. Porque haberlos haylos, solo que su influencia cada vez es menor en esta sociedad que se proyecta sobre un escenario cada vez más fragmentado y está dominada por una fría economía de la atención. provocador, como Michel Houellebecq, que siempre es entrevistado con fruición; o a quienes se valen de novedosas estrategias en defensa de una determinada causa. No es de extrañar así que la ecologista adolescente Greta Thunberg haya conseguido captar mucha más atención que cualquiera de los escritos de Bruno Latour, el filósofo que más y mejor se ha venido ocupando del desastre climático”
Se atiende a quien más ruido hace, no a quienes aportan mejores argumentos; o al más feo y provocador, como Michel Houellebecq, que siempre es entrevistado con fruición; o a quienes se valen de novedosas estrategias en defensa de una determinada causa. No es de extrañar así que la ecologista adolescente Greta Thunberg haya conseguido captar mucha más atención que cualquiera de los escritos de Bruno Latour, el filósofo que más y mejor se ha venido ocupando del desastre climático”.

La tertulianización de la opinión

Con este neologismo tan expresivo, Vallespín insiste en la banalización de las opiniones bien fundamentadas expresadas por los intelectuales: “No podemos olvidar, sin embargo, que la democracia ha tenido siempre una peculiar relación con la verdad. La democracia es el gobierno de la opinión, no el de los filósofos platónicos o el de los científicos. Y aunque aquellos siempre podrán ilustrarnos, al final decide la opinión mayoritaria, que no tiene por qué ser la más fundada en razón. Por eso mismo los teóricos de la democracia han abogado por la necesidad de someter las diferentes opiniones a la prueba de la deliberación pública. Y aquí es donde son bienvenidos los intelectuales, los que nos alertan sobre dimensiones de la realidad que a veces se nos escapan. El problema es que la mayoría de ellos se han dejado llevar por la polarización y se han adscrito a alguna de las partes de esta nueva política de facciones irreconciliables. Con ello pasan de ser intelectuales a convertirse en ideólogos, en racionalizadores de unas u otras opiniones. El pensamiento autónomo se desvanece o pierde su resonancia detrás del ruido de las redes. Otros se empecinan en disquisiciones pedantes digeribles solo para quienes están bien anclados en la cada vez más minoritaria subcultura humanística”.

A los tertulianos se les da más credibilidad que a los intelectuales

He aquí el problema de fondo. En la sociedad de la comunicación, el que mejor comunica y más provoca, parece tener más credibilidad que quien razona. Por eso, concluye: “Con todo, tengo para mí que los que han dado la puntilla a los intelectuales han sido, curiosamente, los tertulianos, si es que podemos generalizar entre tan amplio y variado grupo. Por la propia dinámica del invento, el fugaz y casi improvisado análisis —el “pensamiento rápido”— y el fomento del contraste de pareceres, el mensaje que se transmite es que todo es opinable. Y sin hacer grandes esfuerzos. Incluso en aquellos temas que requerirían el recurso al conocimiento experto. ¿Quiénes son, pues, estos intelectuales —o expertos— que se atreven a imponernos una única visión de la realidad cuando yo ya tengo la de los “míos”? No es de extrañar, pues, que se esté abandonando a los otrora “sacerdotes impecables” para seguir acríticamente a líderes populistas implacables. La razón argumentativa se va supliendo poco a poco por la cacofonía de opiniones sin sustento o el refuerzo emocional de las nuevas consignas. Sí, me temo que el final de los intelectuales tiene todos los visos de ser una profecía autocumplida”.

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LEANDRO SEQUEIROS SAN ROMÁN nació en Sevilla en 1942. Es jesuita, sacerdote, doctor en Ciencias Geológicas y Licenciado en Teología. Catedrático de Paleontología (en excedencia desde 1989). Ha sido profesor de Filosofía de la Naturaleza , de Filosofía de la Ciencia y de Antropología filosófica en la Facultad de Teología de Granada. Miembro de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Zaragoza. Asesor de la Cátedra Francisco Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia de Comillas. Presidente de la Asociación Interdisciplinar José Acosta (ASINJA).Es autor además, de numerosos libros y trabajos que se ofrecen gratuitamente en versión digital en BUBOK.
    En la actualidad reside en Granada continuando sus investigaciones y trabajos en torno a la interdisciplinaredad, el diálogo Ciencia y Fe y la transdisciplinariedad en la Universidad Loyola e intentando relanzar y promover la Asociación ASINJA que preside. Un nuevo destino después de haber trabajado solidariamente ofreciendo sus servicios de acompañamiento, cuidado y asesoramiento en la Residencia de personas mayores San Rafael de Dos Hermanas (Sevilla).
    La persona de Leandro Sequeiros es un referente de testimonio evangélico, de excelencia académica, de honestidad y rigor intelectual de primer orden. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento más sentido por honrar con sus colaboraciones este humilde sitio de KRISIS.

2 thoughts on “Libros que marcan (13): EL EDUCADOR COMO REFERENTE EN LA SOCIEDAD LÍQUIDA (2)

  1. Felicito a Leandro Sequeiros por su agudo análisis de la opinión de Fernando Vallespin. Quizás falte una referencia a la influencia de los medios de información ( redes sociales y digitales) y a la escasa for,ación politica de nuestro sistema educativo. Los tertulianos y expertos están muy representados en las radios y las televisiones ? Y Los intelectuales ?

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