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EL UNIVERSO AFECTIVO (11) El apego insano
Por Juan Miguel Batalloso Navas
S iguiendo la Teoría de John Bowlby, hemos descrito el apego como una necesidad psicobiológica cuya carencia plantea serias dificultades en el desarrollo pleno de un ser humano. Sin embargo, el apego puede entenderse también, no solo como necesidad de proximidad, cercanía, afecto y cariño, sino como dependencia no solo a personas, sino también a objetos, entidades, costumbres y creencias que anulan o dificultan que las personas lleguen a ser plenamente auténticas, autónomas, libres, responsables y en definitiva felices. Esta es precisamente la idea que tiene el budismo del apego en el sentido de que el origen de todos los sufrimientos es el deseo.
Para la monja budista Thubten Chödron
Para el profesor José Antonio López:
Uno de los grandes estudiosos del apego es el sacerdote jesuita, psicólogo y prestigioso formador espiritual Anthony de Mello (1931-1987), el cual nos dice del apego:
Cuando Anthony de Mello habla de los apegos, se está refiriendo a todo aquel conjunto de condicionamientos y hábitos culturales que hemos interiorizado de tal manera que nos impiden acceder a estados de bienestar psíquico y que en definitiva nos hacen sufrir generando en nosotros sentimientos negativos y emociones destructivas. Desde esta perspectiva, los apegos son en realidad formas de sentir y de pensar que hemos asumido e interiorizado como propias pero que en realidad no son nuestras. Son el producto de la inculcación, la transmisión, el contagio y/o la contaminación que han producido en nuestra mente, la familia, la escuela, las instituciones, la cultura nacional o local, el capitalismo, la religión, la Iglesia católica y los grandes medios de comunicación, etc. Esta es la razón por la cual, si queremos identificar nuestros apegos necesariamente tenemos que aprender a pensar críticamente, algo que muchas personas desconocen o no saben hacer y que desde luego y por desgracia, no se enseña de manera formal en las escuelas y los centros de formación. En suma, si no somos capaces de aprender a pensar críticamente, es prácticamente imposible que nos demos cuenta de cuales son nuestros apegos y de donde proceden. A su vez, debemos destacar también que Anthony de Mello no cuestiona para nada, ni la existencia de necesidades, como tampoco de los deseos, si bien en el asunto de los deseos reconoce abiertamente que son culturalmente creados e incluso modelados y publicitados de tal forma que acaban por convertirse en necesidades que no son en realidad necesidades.
Obviamente, no podemos creer que eso de la felicidad pueda realmente encontrarse exclusivamente mediante la práctica del desapego absoluto. No hay ningún ser humano que no esté libre absolutamente de que una o muchas veces sea asaltado por sentimientos de soledad, decepción y angustia, sobre todo cuando además somos seres de vínculos afectivos y sociales y nos necesitamos unos a otros. Sin embargo, si somos capaces de identificar nuestras proyecciones, nuestros mecanismos de defensa, los chantajes a los que sometemos y somos sometidos por los demás, los famosos “debería” de los que nos habla Carl Rogers, nuestros prejuicios y estereotipos o las conocidas distorsiones cognitivas de Albert Ellis y su famosa “Terapia Racional Emotiva Conductual”, habremos sin duda avanzado mucho. No obstante, debemos añadir que no hace falta para nada hacerse un experto conocedor de la psicología, de la filosofía o del budismo para poder vivir plenamente y con relativas dosis de felicidad el regalo de la vida. De hecho, Anthony de Mello no desarrolló ningún método específico y sistemático para aprender a desapegarnos. No fundó ninguna escuela psicológica ni nada que se le parezca. A nuestro juicio él optó por el conocido Camino Medio del budismo que es el que busca un equilibrio armónico entre lo positivo y lo negativo, entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza y es que lo queramos o no, todo está cargado de incertidumbre, complejidad y nada hay en nuestra existencia que podamos dar por seguro y acabado salvo la muerte.
La cuestión reside, como ya nos dijera Erich Fromm, en que seguimos confundiendo e incluso extrapolando el tener con el ser. Nuestra vida transcurre en un continuo proceso de adquisición y acumulación de cosas materiales, acompañado de un consumo incesante que siempre va mucho más allá de lo que realmente necesitamos para vivir dignamente y olvidando que hay miles de millones de personas que no disponen de lo mínimo y que nuestro Planeta es finito. En consecuencia, estas sociedades que consideramos del bienestar son en realidad sociedades del malestar en las que abundan numerosas enfermedades físicas y psíquicas probando así que el sufrimiento humano es al parecer inextinguible. No hace falta insistir mucho en esto. Lo hemos visto con la pandemia del Covid-19, por tanto, si no somos capaces de cambiar nuestro modo de ser y estar en el mundo seguiremos inevitablemente en la senda del dolor y el sufrimiento. Es curioso entonces que sigamos llamando progreso a lo que en realidad no lo es. Y es curioso también autodenominarse progresista persiguiendo exclusivamente metas de bienestar material.
En cuanto a los tipos de apego insano, nuestra vida diaria y la sociedad en la que vivimos, que son desgraciadamente la expresión de una civilización mercantil, consumista, patriarcal e insostenible, nos ofrece numerosas fuentes de apego. Así ocurre también con nuestras experiencias pasadas porque no hay ser humano que carezca de un bagaje de vivencias que configuran su carácter y su concepción del mundo y de sí mismos. De hecho, una gran parte de nuestros apegos tienen su origen como dice Anthony de Mello, en las influencias y condicionamientos culturales que a lo largo de nuestra vida y especialmente en nuestra infancia y adolescencia nos han inculcado. Así, tener capacidad de identificar nuestras adherencias a creencias irracionales es el primer paso para encontrar estrategias que nos permitan desapegarnos de todo aquello que nos produce sufrimiento o infelicidad.
Hay indudablemente numerosos tipos de apegos, ya se trate de objetos, creencias, pensamientos, gustos, intereses, relaciones, grupos, organizaciones, religiones, liturgias, espectáculos, hábitos, costumbres, tradiciones, apegos que se convierten por lo general en obsesiones y distorsiones cognitivas, terminando por convertir nuestras vidas en rutinas irracionales de las que no podemos prescindir. Obviamente aquí no vamos a detallarlos todos, no obstante nos vamos a detener en los cinco apegos que hemos considerado más importantes siguiendo la excelente aportación del profesor José Antonio López en su obra “Antídotos para la mente” en cuya obra se detallan muchos más. Así pues, los tipos fundamentales de apego a los que debemos hacer frente para vivir en armonía con nuestra condición humana, social y terrestre son los que a continuación pasamos a describir.


Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ
Referencia
Comentario de Ángeles Torres Ageitos vía Facebook… Creo que es un texto sumamente enriquecedor en un aspecto tan importante como la construcción de la personalidad y su trayectoria en el ámbito social. Hace ya algunos meses, una película de Carmen Machi, supuso una nueva interpretación del apego que antes no había percibido. Describo básicamente : una voluntaria de una ONG va a Grecia a prestar ayuda a los inmigrantes condenados al gueto en el que viven, lejos de la perturbación que puedan causar en Europa. Mucha gente, hombres, mujeres, familias , niños y niñas sin más recursos que su capacidad para la resiliencia. Todos iguales?, no, el sentimiento de atracción empuja a la voluntaria a su trato afectivo con una niña. Imposible mantener estos lazos de unión, es una lamentable forma de asumir la necesidad de ver un campo con gente necesitada, sin nombre ni apellidos. Eso me sucede con el Budismo, y bien que lo siento. En mi opinión, elimina cualquier manera de asumir la colectividad y la diferente suerte de los individuos que forman parte de ella. Hay una especie de elevación singular sobre cualquier problema que pueda tener el individuo, hasta disolverlo, lo que supone un alejamiento de la realidad que se percibe como negativa para alcanzar la tranquilidad. El estoicismo occidental, parece dispuesto a la aceptación del destino sin ninguna oposición a lo inevitable, pero tiene algo que pienso, es muy diferente de la individualidad salutífera budista, y es que acompaña siempre su máximo principio con procurar ser el mejor en este teatro del mundo que te ha tocado, para que los demás reciban tu buen hacer, cumplir con tu cometido
Gracias, un placer recibir tan excelentes textos, de los que tanto aprender.