EL UNIVERSO AFECTIVO (12). El apego a la felicidad

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EL UNIVERSO AFECTIVO (12) El apego a la felicidad

Por Juan Miguel Batalloso Navas

Cualquier ser humano de nuestro tiempo y de este contexto sociocultural y socioeconómico al que pertenecemos, recibe a cada instante centenares de mensajes acerca de la obligación de ser feliz y de cómo podemos conseguir esa felicidad a base de consumo incesante de objetos materiales, identificaciones con personajes supuestamente admirables y diversas formas de seducción sobre teorías y creencias salvadoras. La proliferación de tecnologías de la conciencia, la emergencia de los más diversos terapeutas y sanadores espirituales, unidas a una tendencia general al individualismo, así como al imparable desarrollo de las “Tecnologías de la conciencia“, nos ha llevado a creer que eso de la felicidad es una cuestión exclusivamente individual que irremisiblemente tiene que convertirse en un deber.

No hay que olvidar que lo que denomino aquí como “Tecnologías de la conciencia” está constituidas por todas aquellas herramientas y procedimientos de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs) que se utilizan de forma directa o indirecta, manifiesta o velada para influir de manera decisiva en el comportamiento de los individuos. Si bien las TICs representan indudablemente una herramienta indispensable para comunicarse y acceder a cantidades ingentes de información, no cabe duda de que se utilizan también para crear estados emocionales en la opinión pública mediante la manipulación de informaciones y hechos. algo que hacen, bien seduciendo o directamente anunciando y diseminando falsedades; divulgando anuncios y propaganda que se presentan en forma de verdades y necesidades reales y humanas. De este modo, generan dependencia y adicción en los usuarios, especialmente los que cotidianamente participan en lo que conocemos como redes sociales de Internet; haciendo posible que los individuos, especialmente los adolescentes generen trastornos de ansiedad, estrés y adicción o simplemente y lo que es peor, disminuyan y reduzcan al mínimo el necesario e indispensable contacto físico y presencial de toda convivencia obstaculizando así nuestra capacidad para dar y recibir afectos.

         La obsesión por ser felices a toda costa y bajo cualquier precio en realidad nos ha separado del mundo de los demás. De hecho, la felicidad de los otros nos interesa muy poco, salvo que los otros sirvan a nuestros egocéntricos intereses para satisfacer nuestros deseos.

         Sin embargo, intentar ser feliz o buscar la felicidad es al menos para nosotros una tarea llena insatisfacciones dado que si la felicidad consiste en satisfacer deseos, una vez satisfechos siempre aparecerán otros que al no conseguirlos nos harán infelices. A su vez, por mucho que busquemos la felicidad y creamos que la hemos encontrado, siempre vamos a encontrar algún motivo o alguna circunstancia que nos desagrade. Por tanto, creer que la felicidad está alcance de nuestra mano y para siempre, no es más que una ingenuidad o si se prefiere una estupidez.

         Al mismo tiempo y como nos señala el profesor José A. López:

«…A veces cometemos el error de buscar placeres cada vez más intensos sin reparar en que esa escalada se cobra un precio: en salud, en recursos, tal vez provocando una adicción (…) La fugacidad del placer hace que sepa siempre a pérdida: el disfrute quiere prolongarse, en seguida pretende convertirse en pauta, abocándonos a la decepción. Por eso, quizá el camino más seguro para ser feliz resida, sencillamente, en convencerse de que uno ya lo es…» 1 Ref.López, 2021, p. 12, 13

Efectivamente la felicidad no se puede buscar porque además se con­funde casi siempre con estados momentáneos y caducos de euforia, emoción, fruición, gusto, placer, alegría, estar sano, estar bien psicológicamente, etc. Eso que los humanos llamamos hoy felicidad, más bien es un invento de las religiones y los más diversos espiritualismos, pero sobre todo del capitalismo productivista-mercantil y de la sociedad del hiperconsumo. Por todos los lu­gares y rincones se nos dice que la felicidad es alegría, placer, gozo, bienestar, confort, “buen rollo”, etc, y que para conseguirla basta con comprar algo en el supermercado, tomarnos una copa, ir a la feria o al fútbol, reírnos un rato, o tener el suficiente dinero para comprar el coche, la casa o cualquier otra chu­chería que nos guste. La sociedad capitalista, se basa precisamente en eso, en crear necesidades artificiales haciéndonos confundir valor de uso con valor de cambio. Es la sociedad de la seducción publicitaria que te martillea a todas horas para que aceptes que debes tener aquello que los gurús del marketing han diseñado para nosotros y que, si no lo tienes, estarás condenado a la infe­licidad.

         Este tipo de sociedad ha llegado a tal extremo, que, sin apenas darnos cuenta, nos dirige, nos controla y nos impone lo que debemos tener, pensar, sentir, decir o hacer y por supuesto comprar o vender, ya sean objetos, personas, ideologías, cargos públicos, etc. Lo hace, unas veces de manera directa y burda. Otras sutiles y enmascaradas, pero siempre acompañadas de seducción sentimental. Nadie se escapa y me incluyo, de la búsqueda incesante de bienestar, placeres, comodidades, confort, seguridad, etc. Obviamente, de esto resulta, que de un modo u otro casi siempre estemos insatisfechos y ansiosos aceptando así la imposición del deber de ser felices conforme a los criterios que otros han determinado por nosotros. Como nos dijo Erich Fromm:

«…El homo consumens es el hombre cuyo objetivo fundamental no es principalmente poseer cosas, sino consumir cada vez más, compensando así su vacuidad, pasividad, soledad y ansiedad interior (…) Se crean nuevas necesidades artificiales y se manipulan los gustos del hombre. El carácter del homo consumens en sus formas más extremas constituye un conocidísimo fenómeno psicopatológico. Se encuentra en muchos casos de personas deprimidas o angustiadas que se refugian en la sobrealimentación, las compras exageradas o el alcoholismo para compensar la depresión y la angustia ocultas. El homo consumens se sumerge en la ilusión de felicidad, en tanto que sufre inconscientemente los efectos de su hastío y su pasividad. Cuanto mayor es su poder sobre las máquinas, mayor es su impotencia como ser humano; cuanto más consume más se esclaviza a las crecientes necesidades que el sistema industrial crea y maneja. Confunde emoción y excitación con alegría y felicidad, y comodidad material con vitalidad; el apetito satisfecho se convierte en el sentido de la vida, la búsqueda de esa satisfacción, en una nueva religión. La libertad para consumir se transforma en la esencia de la libertad humana…» 2 Ref.FROMM, Erich. Sobre la desobediencia y otros ensayos. Paidós. Barcelona, 1984, p. 17

Aferrarse, apegarse, obsesionarse o perseguir sin descanso eso que llamamos felicidad, no deja de ser entonces una de las mayores estupideces que un ser humano puede hacer. En primer lugar, porque la felicidad no existe, es un invento para describir estados momentáneos de alegría o placer que acaban por extinguirse y desaparecer. Pero también porque la felicidad no es en ningún caso un concepto absoluto ya que cada individuo la entiende de su particular manera, por tanto, no hay un camino que conduzca a algo realmente inexistente. Y estupidez también porque la felicidad, ha pasado a ser un producto del mercado que se compra o se vende y una vez consumido pues se acabó la felicidad. Identificar pues cuales son nuestras auténticas necesidades dejando fuera a todas aquellas mediaciones, condicionamientos, seducciones y creencias que nos han inculcado, sería a mi juicio el primer paso. En todo caso, pretender que nos vamos a librar del dolor, la enfermedad, la vejez o la muerte, es desconocer totalmente la naturaleza humana y si desconocemos nuestra naturaleza y condición pues o bien estamos dormidos o somos unos auténticos estúpidos.

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Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ

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3 thoughts on “EL UNIVERSO AFECTIVO (12). El apego a la felicidad

  1. Formas de ser feliz:
    1. Ser crítico con uno mismo. Darse cuenta de que no siempre nuestra forma de proceder y nuestro modo de vida nos proporciona felicidad. Hay que ser valientes para cambiar el rumbo equivocado a nuestro favor. Aceptar los propios errores es constructivo porque nos hace mejores. Sin autocrítica no se avanza. El que piensa que a él no lo cambia nadie comete un grave error consigo mismo porque se niega a abandonar sus errores y renuncia a enriquecerse con las aportaciones de los demás.
    2. Tener valor en conocer cosas nuevas. La vida es una aventura que hay que vivirla proponiéndose retos. De ese modo aumenta la autoestima, se consigue ser más fuerte para afrontar otros retos, se obtiene un mayor conocimiento de uno mismo y una vida alejada de la monotonía, que no aporta nada novedoso. No siempre se acierta, pero vale la pena correr el riesgo por la satisfacción que nos da el hecho de conseguir lo que uno se había propuesto.
    3. Escuchar sin interrumpir. Sentimos una necesidad innata de hablar y de transmitir a los demás nuestras ideas y experiencias. Pero a menudo cometemos el error de no dejar que el otro se exprese. Eso ocurre cuando le interrumpimos. No es solo una falta de educación sino que transmitimos el mensaje de que lo que está diciendo no nos interesa y de que es más importante lo que uno dice que lo que dice el otro. Ese comportamiento puede crear un conflicto personal que nos afecta negativamente. Lo más apropiado es escuchar al otro sin interrumpirlo, interesándose por lo que dice y luego dar nuestra opinión. Discutir, defendiendo con contundencia nuestras ideas, no suponen convencer al otro, sino todo lo contrario. Es mejor escuchar y descubrir las aportaciones del otro que defender a trancas y barrancas nuestra opinión. Escuchar más que hablar nos proporciona otro camino de bienestar.
    4. No remover el pasado. El pasado es solo eso, algo que ocurrió y que no tiene que amargarnos el presente. No sirve para nada lamentarse de lo que uno podría haber hecho si……, o de haber hecho las cosas de otra manera. El pasado sirve sobre todo para enseñarnos a no tropezar con la misma piedra.
    5. No postergar nuestras metas. A veces postergamos nuestras metas indefinidamente sin poner todo nuestro esfuerzo en empezar a cumplirlas ya. Nuestra autoestima, y por tanto nuestro bienestar, se debilita si dejamos para mañana, para la semana que viene o para el mes que viene lo que podemos hacer ya.
    6. Hacer felices a los demás. Estamos diseñados por la evolución y la educación a sentirnos bien cuando hacemos algo por los demás. Ser altruista da mucha más satisfacciones que ser egoísta.

  2. Insistiría en el conocernos, aceptarnos y comprender a los demás. Lo fundamental para el equilibrio personal es controlar nuestra mente. El silencio, la meditación es una práctica maravillosa para para ello y para entrar en una dimensión de paz, sin miedos, sabiendo que todo tiene sentido, que tú eres cocreador y que atraes lo que necesitas para tener una vida plena.

  3. Gracias por el comentario. Para conseguir la paz interior, estoy de acuerdo que es fundamental conocerse a sí mismo para descubrir a través de la meditación lo que nos hace sentir bien a partir de una buena conciencia, y descubrir en qué fallamos para corregirnos con una adecuada autocrítica.

Me encantaría que hicieras un comentario. Muchas gracias.

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