Emociones: la aportación del budismo (5) Rectas palabras o habla correcta

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El noble óctuple sendero

EMOCIONES:
LA APORTACIÓN DEL BUDISMO (5)

Por Juan Miguel Batalloso Navas

         Si el contenido de nuestros mensajes verbales, así como el modo en que los expresamos nos conduce a manifestarnos con claridad, sinceridad, sencillez y amabilidad estaremos creando, haciendo crecer espacios de encuentro, comprensión, diálogo y en definitiva de convivencia pacífica. Sin embargo los comportamientos dominantes de la sociedad en la que vivimos no nos conducen a crear esos espacios. En esta cultura de la inmediatez, la rapidez, la seducción, el deseo de querer decir siempre la última palabra, de llevar siempre la razón o de salir siempre vencedor en los debates (lucha de egos) es muy difícil encontrar huecos que nos permitan crear auténticos espacios de intercambio y diálogo.

         Esta dificultad es en gran medida ocasionada por el prejuicio o la creencia de que nuestros interlocutores nos ocultan algo. Y esa falsa creencia nos impide expresarnos desde el corazón y adoptamos así con suma naturalidad y normalidad un lenguaje superficial que acaba por convertirse en un juego de vanidades o en su defecto en una lucha encarnizada para dominar al otro con nuestros pseudoargumentos.

         Para el conocido y prestigioso formador y maestro budista Jack Kornfield, el hablar correcto consiste en hablar desde el corazón, es decir, desde la sensibilidad, los afectos y el amor. Y este hablar desde el corazón supone y exige hacerlo de tal modo, que bajo ningún concepto podamos lastimar, dañar o perjudicar a nuestro interlocutor. No basta pues con decir la verdad. No basta con ser sinceros. Es necesario no lastimar o dañar al que nos escucha y esto evidentemente exige eliminar toda intención o manifestación de codicia, resentimiento, venganza, ira, enojo, enfado e ignorancia en nuestras expresiones. Y si optamos por manifestar y expresar emociones destructivas, debemos saber que más tarde, más temprano o de forma inmediata obtendremos la reacción de nuestro interlocutor. 1 Ref.KORNFIELD, Jack. El sendero óctuplo. Buddha Dharma Education Association Inc. 2005. Disponible en: http://www.acharia.org/downloads/el_sendero_octuplo_para.pdf

         Para el budismo las “Rectas palabras” significan básicamente:

  1. No mentir. No podemos olvidar que las palabras no son solo pensamientos codificados y expresados para comunicarnos, responder o expresar nuestras ideas a los demás. Las palabras son sobre todo acciones que interaccionan con los pensamientos y palabras de los demás, produciendo siempre diversos tipos de efectos que pueden desequilibrar nuestra mente y nuestra armonía interior. Mentir por tanto es una acción que nos desacredita y desarrolla en nosotros sentimientos de odio hacia los demás en mayor o en menor grado. Pero al mismo tiempo, la mentira puede provocar también en quien la utiliza sentimientos de culpabilidad y minusvaloración. Por tanto, decir la verdad de manera sencilla y procurando no dañar, es en realidad un acto de sanación, de limpieza o de tranquilidad interior, al mismo tiempo que un acto de donación e incluso de compasión hacia nuestro interlocutor. De hecho y no en vano, tal como señalan las más diversas tradiciones espirituales y en particular el cristianismo, la verdad nos hace libres, la verdad es un acto de libertad que desarrolla y hace crecer la confianza, los afectos y el amor.
  2. No usar un lenguaje agresivo. Si nuestras palabras son utilizadas como herramientas o armas para ofender, dañar o herir a los demás, es evidente que no responden a un habla correcta. Sencillamente por­que todo hablar correcto tiene que basarse en la ética y en el principio de no causar sufrimiento en los demás. Generalmente este principio se nos olvida cuando por cualquier motivo nos sentimos agredidos, injuriados o menospreciados por las palabras de los demás. Un senti­miento que provoca inmediatamente en nosotros un sentimiento de restauración, compensación o venganza, obligándonos a reaccionar en el mismo nivel emocional en que se ha expresado nuestro interlo­cutor. De este modo y en la medida en que repetimos este tipo de con­ductas reactivas, terminaremos por convertirlas en hábitos que inevi­tablemente provocaran discusiones estériles, ambientes sociales tóxi­cos, comportamientos agresivos e incluso acciones de violencia física o psicológica. A su vez, además del lenguaje agresivo, hoy estamos acostumbrados a ver tanto en conversaciones habituales como en nu­merosos programas de televisión e incluso en el lenguaje político, un tipo de habla soez, grosera, insultante, descalificatoria y denigratoria. Y este tipo de lenguaje, amplificado por grandes medios de comuni­cación que obtienen lucrativas ganancias divulgando noticias carga­das de emociones negativas, va poco a poco creando una cultura de agresión verbal que hace cada vez más difícil no solo la convivencia sino también la Democracia.  Las palabras pues, tienen un poder ex­traordinario, no solo para nuestra comunicación sino también para nuestra paz interior y la creación de ambientes sociales llenos de paz, armonía, entendimiento, comprensión y compasión.
  3. Evitar suposiciones, insinuaciones y chismes. Una de las conductas más habituales de nuestra convivencia es la de estar juzgando continuamente la conducta de los demás al mismo tiempo que escudriñando y curioseando en su vida privada personal. Es como si nos comportásemos movidos por una especie de morbo sustentado en una intensa egolatría que nos impulsa erróneamente a creer que realmente somos mejores que los demás. De este modo acabamos por naturalizar el perverso hábito enjuiciar muy severamente las ideas, acciones y errores de los demás y absolver con una supuesta racionalidad todos nuestros errores y contradicciones.

         Para el budismo pues, hablar mal de los demás en su presencia o en su ausencia no es en absoluto ético y coherente. En este punto es muy útil recordar aquí los conocidos “Tres filtros de Sócrates”:

«…Como era su costumbre, el sabio griego le formuló una pregunta a su ansioso discípulo. Dicho interrogante era: “¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es verdad?” El discípulo pensó un momento. En realidad, no podía estar seguro de si lo que había escuchado podía catalogarse como malevolencia. Todo era cuestión de perspectivas. “Entonces no sabes si todo es cierto o no”, dijo el filósofo. El discípulo tuvo que admitir que no. Luego, el gran maestro griego formuló una segunda pregunta: “¿Lo que vas a decirme es bueno o no?” El discípulo contestó que, por supuesto, no era nada bueno. Todo lo contrario. Lo que tenía que contarle eran palabras que, a su juicio, le causarían malestar y aflicción. Entonces, Sócrates señaló: “Vas a decirme algo malo, pero no estás totalmente seguro de que sea cierto”. El discípulo admitió que así era. Para terminar, Sócrates debía plantear un tercer interrogante y así lo hizo. Dijo: “¿Me va a servir de algo lo que tienes que decirme de mi amigo?” El discípulo dudó. En realidad, no sabía si esa información le sería de utilidad o no. Quizás solo lo distanciaría de ese amigo, pero teniendo en cuenta que no se sabía si era verdad o no, tal vez saberlo no resultaba útil. Cuenta la anécdota de los tres filtros de Sócrates que al final el filósofo se negó a escuchar lo que su discípulo quería decirle. “Si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno e incluso no es útil ¿Para qué querría saberlo?”, dijo como conclusión…»2 Ref.Fuente: Los tres filtros de Sócrates. La mente es maravillosa.

         Finalmente y para ejercitarse en la práctica del hablar correcto, Thich Nhat Hanh nos propone un compromiso personal para tener muy en cuenta en todas nuestras comunicaciones con los demás:

«…1) hablar con veracidad; cuando algo es verde, decir que es verde y no púrpura. 2) No hablar con una lengua viperina; no decimos una cosa a una persona y otra distinta a otra. Como es natural, podemos describir la verdad de diferentes maneras para ayudar a las diferentes personas que nos escuchan a comprender lo que queremos decir, pero debemos ser siempre leales a la verdad. 3) No hablar con crueldad. No debemos gritar, calumniar, maldecir, fomentar el sufrimiento ni crear odio. Incluso a los que tienen un buen corazón y no desean herir a los demás, a veces se les escapan algunas palabras hirientes. En nuestra mente están las semillas de Buda, pero también muchas cadenas o formaciones internas (samyojana). Cuando decimos algo inyectado de veneno, es por lo común debido a la energía de nuestros hábitos. Nuestras palabras son muy poderosas. Pueden provocar algún complejo a alguien, despojarle del propósito en su vida o incluso impulsarle al suicidio. No debemos olvidarlo. 4) No exagerar ni adornar lo que decimos. No debemos dramatizar innecesariamente haciendo que las cosas parezcan mejor, peor o más extremas de lo que en realidad son. Si alguien está un poco irritado no diremos que está furioso. La práctica del Habla Correcta consiste en intentar cambiar nuestros hábitos para que nuestras palabras surjan de la semilla de Buda que tenemos en nosotros y no de las semillas insanas o que han quedado por resolver…» 3 Ref.HANH, Thich Nhat. El corazón de las enseñanzas de Buda . Barcelona: Planeta, 2018. Edición Kindle, p. 94.
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