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LA APORTACIÓN DEL BUDISMO (9)
EL NOBLE ÓCTUPLE SENDERO
Atención correcta
Por Juan Miguel Batalloso Navas
Gracias a la Psicología hoy sabemos que la “atención” es uno de los procesos mentales básicos para la percepción objetiva de la realidad, así como también para los procesos de memoria y de construcción de conocimiento. La atención es básicamente un proceso cognitivo, es decir, una capacidad que está en la base y activa los procesos de conocer, recordar y aprender. Si no disponemos de atención, o nuestra atención es deficitaria o está disminuida, o también está distorsionada o distraída por estímulos que nos hacen perder el foco, no cabe duda de que no podemos aprender nada.
Mediante nuestra capacidad de atención, se ponen en funcionamiento tres procesos indispensables para aprender. Un proceso selectivo que pone el foco en un estímulo determinado del medio ambiente o de nosotros mismos. Un proceso distributivo de reparto de nuestra atención ante varios estímulos, lo cual requiere por nuestra parte determinados comportamientos de coordinación. Y finalmente un proceso de mantenimiento, que es el que ponemos en marcha cuando atendemos a un estímulo o a una tarea durante un determinado periodo de tiempo.
Queda claro pues, que la práctica de la atención es de fundamental importancia, no solo para el aprendizaje, sino también para conocer nuestro medio ambiente, así como a nosotros mismos y a los demás. Sin atención no es posible conocimiento de ningún tipo.
Sin embargo, el budismo aporta una perspectiva sumamente interesante en relación con la atención. El budismo parte de la evidencia de que todo lo que nos sucede, siempre ocurre en el momento o en el instante, dado que por un lado el pasado es un recuerdo y el futuro una expectativa y porque además todo lo que existe y experimentamos en nuestra mente está en un permanente movimiento de creación y extinción. Así pues, aferrarse o apegarse al pasado, al futuro o creer que todos nuestros estados mentales son permanentes, indefectiblemente nos generará sufrimiento de uno u otro modo. Es necesario entonces para el budismo, encontrar una práctica o un comportamiento capaz de hacernos conscientes de nuestros apegos y capaz de observar nuestra mente momento a momento. Y esa práctica es la que conocemos como meditación, de la que existen numerosas modalidades.
Para el monje budista Ajahn Amaro la meditación es «…como un vehículo para ayudarnos a desarrollar las características de serenidad y claridad, para aprender a entender nuestras propias vidas y vivir más armoniosamente en nuestro entorno…» 1 Ref.AMARO, Ajahn. Manual básico de meditación budista. Amaravati Buddhist Monastery (United Kingdom), 2016, p. 9. Disponible en: https://www.budismolibre.org/docs/libros_budistas/Ajahn_Amaro_Manual_Basico_de_Meditacion_Budista.pdf En consecuencia la meditación budista es una práctica de atención que no está ligada a creencias, doctrinas, dogmas o preceptos y por tanto puede beneficiarse de ella cualquier persona independientemente de cuál sea su edad, género, creencias, condición religiosa o profesional.
Ese desarrollo de la serenidad, la claridad, la calma, el sosiego y en definitiva la paz interior, no se alcanza porque dediquemos voluntariosa y esforzadamente un tiempo diario a meditar para después seguir haciendo lo mismo de siempre. Por el contrario la práctica de la atención en todos los momentos del día y durante cualquier actividad que realicemos es incluso mucho más importante que el someterse a una disciplina o hábito aislado y desconectado de nuestro vivir y nuestras experiencias cotidianas. Par el monje y Maestro budista Thich Nhat Hanh, la práctica de la atención correcta obra realmente en nosotros “Siete Milagros”:
El Primer Milagro de la Atención es “estar presente y ser capaz de sentir” todo lo que nuestros sentidos y sensaciones nos ofrecen: el cielo azul; las nubes que pasan; el sonido de las hojas de los árboles al ser movidas por el viento; el olor a tierra mojada después de la lluvia; la sonrisa de un niño; la mirada de un anciano; el color y el olor de las flores; el sonido de la lluvia al caer o el de las olas cuando rompen en la playa, etc… Es decir, “ser capaz de sentir” todas aquellas vivencias o acontecimientos que por lo general siempre nos han pasado desapercibidos, ya se trate de vivencias en la Naturaleza o procedentes de la actividad que realizamos en un determinado momento o de nuestra comunicación y relación los demás. Se trata como dice el Maestro Hanh de un auténtico milagro, en el sentido de que nuestra percepción se amplía al mismo tiempo que se hace más fina y sutil permitiéndonos disfrutar de un estado de gozo indescriptible y del cual damos fe.
El Segundo Milagro para Thich Nhat Hanh consiste en incorporar a nuestro interior la presencia de lo contemplado, es decir, hacer presente en nuestra mente los objetos a los que hemos prestado atención, darnos cuenta de que están ahí en ese instante. Y esto es algo de capital importancia para las relaciones humanas y especialmente para las relaciones amorosas ya sean de pareja, familiares o de amistad. Estar presente en nuestras relaciones significa en suma tener la oportunidad de verse y contemplarse mutuamente en profundidad lo cual desencadenará sentimientos de comprensión y empatía. Por el contrario si no estamos completamente presentes, es decir, si estamos pensando o haciendo otra cosa distinta a la de prestar atención y escuchar atentamente a la persona con la que nos relacionamos “todo será como un sueño”.
El Tercer Milagro de la Atención es alimentar el objeto de nuestra atención, hacer posible un intercambio de sentimientos que vaya más allá de la pura contemplación. Experimentar una sensación de unidad integral con el objeto de atención. En este sentido y refiriéndose a la atención correcta mutua entre personas el Maestro Hanh nos dice:
El Cuarto Milagro de la Atención consiste para Thich Nhat Hanh en ayudar a la otra persona a aliviar o disminuir su carga de sufrimiento estando sencillamente presente junto a ella:
El Quinto Milagro de la Atención es:
El Sexto Milagro de la Atención es la comprensión:
El Séptimo Milagro de la Atención es, finalmente, la transformación:

