Llevo desde hace muchísimo tiempo preguntándome sobre el significado y el sentido de la experiencia religiosa y todavía no he encontrado una respuesta que me dé plena satisfacción. Sigo pues en la misma actitud de búsqueda que he tenido siempre.
Creo sinceramente que el fenómeno de la vida en su más amplio sentido, no obedece a ningún plan extraterrestre y hoy afortunadamente gozamos de extraordinarios descubrimientos científicos que así lo confirman. No obstante, creo haberme dado cuenta, de que por mucho que avance la ciencia y la tecnología, siempre en la existencia humana, o al menos en la mía, hay un gran vacío repleto de misterios que no puedo comprender. Esta es una de las razones por las que me considero “creyente“, sí creyente, pero no porque confíe o me sienta representado por las estructuras de poder patriarcal y crea en todas las simbologías y liturgias que las religiones han producido a lo largo de la Historia. Sino sencillamente porque creo que mi existencia personal y la de todo lo viviente es un auténtico milagro misterioso que reverencio y agradezco sumamente. Por eso me identifico plenamente con el mensaje de Lao-Tsé cuando afirma que
Por otro lado, me he dado cuenta también. de que reverenciar y agradecer el misterio milagroso de la vida, nada tiene que ver con aceptar como únicos y verdaderos los dogmas religiosos que patrimonializan dicho milagro. No obstante, reconozco que el fenómeno religioso, ya sea social, cultural, institucionalizado o no, ha sido y sigue siendo desde la más remota antigüedad una forma de acceder y explicar ese misterio. Forma que al cristalizar cultural y socialmente en organizaciones, instituciones y grupos, así como en innumerables y grandiosas obras de arte, además de en normas morales, ha dado lugar a las numerosas religiones que conocemos hoy.
En cualquier caso y aunque evidentemente las religiones, en su pretendido fin de facilitar el acceso al misterio, pueden apartarnos de él haciéndonos creer y aceptar que el único orden posible es el desorden civilizatorio que conocemos y que sigue la secuencia del esclavismo-feudalismo-capitalismo, lo cierto es que las religiones han aportado muchísimo a la humanidad. Se me podrá argumentar que no es para tanto, porque las religiones también han traído muertes, crímenes, torturas, guerras, destrucción, persecución y toda clase de corrupciones y legitimaciones de regímenes políticos dictatoriales y crueles, pero aun sigo sintiéndome creyente. Tal vez sea porque en mi infancia mis padres me contagiaron y transmitieron los principios básicos de la cultura cristiana y católica, cosa de la que no solo no me arrepiento, sino que incluso agradezco. Sin embargo, a estas alturas de la vida, una vez que estoy en pleno proceso de eliminación de mochilas y cáscaras y que no estoy atado ni soy fiel de ninguna organización religiosa, puedo dar fe de que en todas las religiones hay personas extraordinarias que encarnan en su conducta cotidiana lo éticamente esencial, tanto para el acceso al misterio como para la práctica del amor incondicional. Y desde luego, una de esas personas es para mí Leandro Sequeiros San Román.
Comprendo en toda su extensión, que las religiones y la propia idea de Dios son un invento humano que no ha caído del cielo, un invento que en numerosas ocasiones ha servido para condenar, sojuzgar, reprimir y torturar a las personas o sencillamente para esclavizarlas. Por eso para mí y para mucha gente, si una creencia, una ideología o una religión no sirve para celebrar, agradecer, reverenciar y sostener la vida, así como para liberarnos de los impulsos de nuestro ego y de todas nuestras contradicciones y errores, pues evidentemente no solo no sirve para nada, sino que se convierte en un obstáculo para la liberación. Esta es la razón también, por la que al considerarme simpatizante de Jesús, soy incapaz de concebir esa simpatía si no es a través de la Teología de la Liberación y de los testimonios que me ofrecen personas auténticamente generosas, bondadosas, pacíficas y sobre todo amorosas, sean religiosas o ateas.
De todas maneras, interpretaciones mágicas del misterio milagroso de la vida y de la existencia humana hay muchísimas. También las hay científicas, con la diferencia de que en éstas no hay que creer, porque se basan en evidencias empíricas. Sin embargo y como dice el Maestro Leandro Sequeiros la ciencia, ni puede, ni podrá jamás explicarlo o describirlo todo, aunque esto ya lo decía Blas Pascal en el siglo XVII: “el corazón tiene razones que la razón no entiende“. Recuerdo que me lo dijo un día Leonardo Boff en un encuentro que tuve con él en el que afirmó que “Dios no es explicable racionalmente, únicamente puede sentirse desde el corazón“. Esta afirmación me llevó a comprender que la experiencia religiosa y/o espiritual es un sentimiento, es decir, es el resultado de un acto de sensibilidad y conmoción ante la magnificencia de todo lo existente, pero no un sentimiento cualquiera, sino algo mucho más profundo y estable que está más allá de las manifestaciones externas de ritos, ceremonias y liturgias. Lo dice muy bien, uno de los más rigurosos y prestigiosos autores que han escrito sobre el fenómeno espiritual y religioso
Intentando siempre buscar y buscar, mis preguntas sobre el fenómeno religioso y/o espiritual, me llevaron poco a poco y mediante diversas lecturas de budismo, islamismo (sufismo), hinduismo y cristianismo a aceptar plenamente el mensaje de Ibn-Arabí
Pero este es un mensaje, que si no se experimenta, sino tienes la oportunidad de comprender desde tu corazón como las personas aman, por muchos libros que se lean, o por mucho que nos emocionemos en ceremonias y rituales, nunca podremos llegar a comprender ese famoso mensaje de San Pablo en su Carta a los Corintios
En fin, voy ya terminando, porque esta introducción se ha hecho ya demasiado larga, no obstante me sirve para presentar el extraordinario trabajo titulado “EN TODO AMAR Y SERVIR” realizado por el Maestro Leandro Sequeiros San Román, que además de ser un profundo conocedor y especialista de la obra de Teilhard de Chardin, regala diariamente su persona entera al servicio de los demás y especialmente de los más necesitados. Ni que decit tiene, que para mí Leandro es un ejemplo vivo y encarnado de ese Jesús, el hijo del carpintero con cuyo mensaje original he simpatizado siempre.
Si estas interesado en este tema, finalizo solamente con una recomendación, leedlo y saborearlo con calma por favor, porque este trabajo de Leandro, no es uno de esos post para verlos en un momento y pasar al siguiente. Se trata de un trabajo riguroso, concienzudo y profundo del principio ignaciano “EN TODO AMAR Y SERVIR” a la luz de los descubrimientos de Leandro del estudio de la obra de Teilhard de Chardin. Vale la pena detenerse y meditar sobre él. Yo al menos he disfrutado y aprendido mucho. Gracias Leandro. Muchísimas gracias.
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