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Hace 50 años, en 1972, se inicia la “Edad de Oro” del INSITITUTO FE Y SECULARIDAD de Madrid (y 5)
Por Leandro Sequeiros San Román
Las “Jornadas Fe Cristiana y cambio social en América Latina” (El Escorial, julio de 1972) supusieron su lanzamiento internacional
La reflexión en Fe y Secularidad sobre la Increencia religiosa
Junto con una nueva postura socio-religiosa en la estructura eclesial y en el debate político, la diversidad que alcanzaba el fenómeno de la increencia religiosa siguió promoviendo la reflexión sobre la secularización a través de las Jornadas sobre Increencia. La primera de estas iniciativas se realizó en 1986 y contó con la presencia del prepósito general de los jesuitas, Peter Hans Kolvenbach. Esto da una idea de la importancia que daban los jesuitas en este tiempo al Instituto Fe y Secularidad.
La reflexión sobre el fenómeno de la increencia religiosa en España y en Europa fue continuada en las Jornadas de Increencia y Medios de Comunicación Social (1989) y en el encuentro sobre Fe en el Mundo de Hoy (1994).
Los Cuadernos Fe y Secularidad desde 1988 y el debate posmoderno
El Instituto, además, promovió otra apuesta novedosa durante esta época final de su existencia: desde 1988 aparecieron —en colaboración con la editorial Sal Terrae— los Cuadernos Fe y Secularidad.
Por medio de los Cuadernos, el Instituto pretendía llegar a un mayor número de interesados con ediciones de 3.000 ejemplares. En la documentación justificativa de estas distintas iniciativas se destacaba la necesidad de responder con más medios a las distintas variantes de increencia que la sociedad democrática había hecho explícitas.
Quien esto firma tuvo la fortuna de publicar uno de los Cuadernos (el 19) en 1992.
En esta década de los ochenta, los fenómenos asociados a la secularización se hacían cada vez más plurales y complejos a través de una deriva posmoderna, sobre la cual también reflexionó el Instituto, que posibilitaba la irrupción de nuevas realidades religiosas que progresivamente se alejaban de la primera etapa del Instituto.
Ya no era en sí el ateísmo práctico, sino la base de una nueva oleada de secularización entre la exculturación cristiana de las estructuras sociales y la irrupción de nebulosas místico-esotéricas apartadas de la formulación católica.
Las transformaciones de la secularidad
El Instituto dedicó parte de su esfuerzo intelectual durante los noventa a la comprensión de estas transformaciones de la secularización. Tal fue el caso del soporte que brindó a la obra de Andrés Tornos y Rosa Aparicio de 1995 ¿Quién es creyente en España hoy?, confeccionada a partir de un trabajo de campo que comenzó en 1993.
En los informes preparatorios se evidenciaban las bases de la intensificación de la secularización a medida que un porcentaje creciente de la población consultada consideraba la respuesta cristiana como «anticuada, propia de gente atrasada», «insuficientemente crítica», «rígida, intolerante»; «ligada a un aparato eclesiástico inadmisible», tal y como recogían los escritos elaborados por los autores y conservados en el archivo del Instituto.
Más aún, como reflexionaba Juan Antonio Estrada en un número de los Cuadernos Fe y Secularidad surgido a raíz del XXXIII Foro sobre el Hecho Religioso, el progresivo aumento de la indiferencia mostraba que languidecía la respuesta cristiana, pero también quizá la pregunta por Dios, quien «desaparece, pierde sentido y significación y se convierte en un nombre del pasado sin referente para el hombre de hoy»
Conclusión: el declive del Instituto Fe y Secularidad
La suma de todos estos cambios sociales, políticos y eclesiales favoreció que a medida que se aproximaba el año 2000 el Instituto se fuera quedando cada vez más reducido a lo académico y con un alcance limitado a los ya «fieles» de sus iniciativas.
Junto con los cambios en la dirección —Julio Colomer relevó a Caffarena y posteriormente Antonio Blanch asumió la dirección—, la acentuada sensación de crisis forzaba el replanteamiento sobre la esencia misma del Instituto a través de diferentes revisiones y autocríticas que se realizaron durante este periodo, y que se conservan en el archivo.
La falta de jesuitas
En primer lugar, el Instituto a pesar de su carácter plural había sido llevado esencialmente por jesuitas. Como señalaba un informe de Julio Colomer, «La disminución del número de jesuitas que trabajaban en el Instituto [suponía una] nueva perspectiva del fenómeno de la increencia en España», a la par que añadía una dificultad a su organización.
Fe y Secularidad se fue alejando del mundo jesuita
Por su parte, el jesuita Andrés Tornos, otro de los históricos del mismo, indicaba en su informe que uno de los posibles fallos había sido su crecimiento hacia «afuera» de la propia Compañía que la gestó. Si ello había explicado su supervivencia respecto de la Comisión del Ateísmo en los setenta, también contribuía a su progresivo repliegue final cuando en ese «hacia afuera» había cada vez menos audiencia que quisiera escuchar, una tendencia que se venía acentuando desde los ochenta.
Envejecimiento de los organizadores y de los “fieles”
Así pues, tras experimentar un progresivo envejecimiento de sus organizadores, un languidecimiento de su alcance y quedar prácticamente encargado de la organización del Foro del Hecho Religioso, las publicaciones y la gestión de un máster en la Universidad Pontificia de Comillas, finalmente se desestructuró su autonomía en el año 2002, hace 20 años.
Hibernación de Fe y Secularidad
En un intento de supervivencia, el Instituto Fe y Secularidad no se disolvió. Se “hibernó” integrándolo en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Comillas.
El último de los directores, Antonio Blanch, que cerró la última etapa del Instituto, explicaba en una carta con claridad las razones del fin: «La gran transformación de las circunstancias sociales y culturales, en lo referente a la vida religiosa de los españoles, que se manifiesta ahora en formas muy generalizadas de indiferencia o de pragmatismo escéptico, mientras que los objetivos del Instituto habían sido sobre todo el estudio del ateísmo y de la secularidad en su sentido más originario. A lo cual se añade, en segundo lugar, el envejecimiento de muchos de los miembros del Instituto». 1 Ref.Antonio Blanch: Carta de disolución del Instituto (Madrid, 16 de mayo, 2001), AHUPCO, FYS, caja 547, carpeta 13, p. 1

En la actualidad reside en Granada continuando sus investigaciones y trabajos en torno a la interdisciplinaredad, el diálogo Ciencia y Fe y la transdisciplinariedad en la Universidad Loyola e intentando relanzar y promover la Asociación ASINJA que preside. Un nuevo destino después de trabajado solidariamente ofreciendo sus servicios de acompañamiento, cuidado y asesoramiento en la Residencia de personas mayores San Rafael de Dos Hermanas (Sevilla)
El presente artículo fue publicado originalmente en FronterasCTR el 9 de marzo de este año 2022.
La persona de Leandro Sequeiros es un referente de testimonio evangélico, de excelencia académica, de honestidad y rigor intelectual de primer orden. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento más sentido por honrar con sus colaboraciones este humilde sitio y nuestro más sincero deseo que se recupere definitivamente pronto y podamos celebrar con alegría y esperanza su 80 cump0leaños. ¡ Adelante siempre querido Maestro !.
Referencia
Es un hecho indiscutible que la secularización de las sociedades democráticas va en aumento. Eso es debido a que muchos de los contenidos de la fe religiosa o de las religiones han ido entrando en conflicto con la modernidad que ha introducido valores humanos basados en las ciencias , en la racionalidad y en la libertad . El descenso de la práctica religiosa y de las vocaciones religiosas así lo demuestran. El envejecimiento de los creyentes es un dato que puede observarse en los actos litúrgicos. El hombre moderno prescinde cada vez más de unos dogmas indiscutibles y de una moral trasnochada . El humanismo ya ha optado , sin marcha atrás, por la libertad de pensamiento , por las ciencias que tanto benefician al hombre y por un comportamiento regido por los Derechos Humanos. Ya no necesita de la religión, como en los siglos de antaño, para interpretar la realidad ,ni para guiar su pensamiento y conducta. La humanidad se ha hecho adulta y ha roto o va rompiendo el cordón umbilical que le mantenía atado a la religión.