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LA ALEGRÍA (22)
Los 8 pilares: la compasión (7)
Por Juan Miguel Batalloso Navas
En el maravilloso y enriquecedor “Libro de la Alegría” redactado por el Dalai Lama, el arzobispo Desmond Tutu y el periodista entrevistador Douglas Abrams, se nos reitera hasta en 168 ocasiones, que la compasión es una virtud o si se prefiere un sentimiento, un comportamiento y una actitud consistente en la preocupación que nace en nuestro interior cuando nos enfrentamos con el sufrimiento de otra persona y nos sentimos motivados para aliviar ese sufrimiento. Es algo parecido a la empatía, aunque se diferencia de ella en que la compasión conduce a acciones y comportamientos de bondad, generosidad y en general de actos altruistas o de donación incondicional.
La compasión o la actitud de sentirse dolido, afectado o conmovido por el sufrimiento o el dolor de otra persona y hacer todo lo posible por ayudarla a afrontar y superar dicho sufrimiento y dolor, no solo nos permite experimentar una alegría y una satisfacción interior profunda, sino que además nos abre el camino hacia el amor incondicional.
Sin embargo, es sumamente necesario distinguir la virtud de la compasión de ese fugaz sentimiento de lástima y conmiseración que experimentamos cuando observamos el sufrimiento ajeno. Compadecer o sentir lástima por lo que le sucede a alguien, no conduce por lo general a la compasión, ya que todo se queda en una emoción momentánea incapaz de transformarse en acción o en conducta o compromiso concreto de ayuda hacia la persona que sufre. La lástima, además tiene un importante componente egocéntrico en el sentido en que ese sentimiento, además de no conducir al compromiso de ayuda con el sufriente, nos sitúa en una posición de superioridad o de un vanidoso regocijo por estar en mejores condiciones que la persona que sufre.
Personalmente entiendo que las personas lastimeras o muy dadas a experimentar sentimientos de tristeza o preocupación por el sufrimiento de los demás, son incapaces de profundizar en las causas y en el contexto que origina el sufrimiento y por tanto todo se quedan en un breve y pasajero estallido emocional lacrimógeno que muy pronto se olvida. Se trata también de personas que acostumbran a lamentarse por numerosas situaciones, sin hacer nada por afrontarlas con una racionalidad crítica y un compromiso concreto y permanente por resolverlas y superarlas.
En este sentido, la aportación del filósofo Nietzsche (1844-1900) me resulta bastante esclarecedora. Nietzsche nos alertaba de que ese tipo de compasión lastimera y piadosa forma parte de lo que denominaba como “la moral del esclavo”, que es aquella que glorifica y santifica la humildad, la pobreza, la obediencia y la sumisión, es decir, lo opuesto a la rebeldía, la rebelión y la liberación y por tanto en consonancia y congruencia con el mantenimiento y reproducción del desorden social establecido por los amos del mundo. Este tipo de compasión forma parte de lo que Marx (1818-1883) denominó como “opio del pueblo” al referirse a las religiones como una forma de alienación o enajenación que incapacita al proletariado y a los oprimidos para tomar conciencia de su situación y afrontar el compromiso individual y colectivo de su liberación.
Compasión y misericordia
La virtud de la compasión ha sido muy estudiada, analizada y propuesta como conducta moral, tanto por el conjunto de las grandes religiones que conocemos, como a lo largo de toda la Historia de la Filosofía. Así, por ejemplo, en el cristianismo, la compasión sigue siendo una virtud central y transversal que en gran medida se asimila a la misericordia en cuanto que, tanto la compasión como la misericordia, implican una respuesta emocional hacia el sufrimiento de los demás. Ambas surgen de la capacidad de ponerse en el lugar del otro y sentir su dolor o dificultad, posicionamiento que necesariamente debe implicar una actitud de compromiso y ayuda por mejorar la situación de dolor de los que sufren. Así pues, tanto la compasión como la misericordia se manifiestan a través de acciones que buscan ayudar o consolar.
A su vez, tanto la compasión como la misericordia son vistas como virtudes en muchas tradiciones morales y religiosas. Son respuestas éticas y emocionales que impulsan a actuar de manera benevolente hacia los demás.
Sin embargo, compasión y misericordia presentan matices y singularidades diferentes. Así, por ejemplo, la misericordia es una virtud o una actitud que implica perdonar, mostrar indulgencia o no castigar a alguien que podría merecerlo. La misericordia tiene por tanto una dimensión de juicio y clemencia. Tiene que ver con la decisión consciente de no aplicar un castigo o una consecuencia negativa a alguien.
Compasión y alegría
Para el Dalai Lama, la compasión es una virtud muy valiosa:
En el mismo sentido, Douglas Abrams, añade:
A esta pregunta de Douglas Abrams, el arzobispo Desmond Tutu, responde:
Autocompasión
Otro aspecto sumamente interesante de la compasión, es que la alegría que emerge de los comportamientos compasivos, nace también de la compasión por uno mismo, es decir, de la autocompasión. Tal como yo la entiendo, la autocompasión es el sentimiento propio de tratarnos con sencillez, humildad, tolerancia y comprensión, es decir aceptando que somos seres erráticos, contradictorios y falibles. La autocompasión es pues una especie de autocuidado que rechaza la rigidez, las excesivas autoexigencias y expectativas, asumiendo y aceptando la naturaleza compleja de nuestra condición que nos hace ser al mismo tiempo ángeles y demonios o “sapiens-demens” en la expresión de Edgar Morin.
La práctica de la autocompasión ha sido desarrollada ampliamente en la denominada “Terapia Centrada en la Compasión” (CFT por sus siglas en inglés) del psicólogo Paul Gilbert, quien define la autocompasión como una sensibilidad al sufrimiento propio y de los demás con un compromiso profundo de aliviarlo y prevenirlo. No se trata solo de un sentimiento, sino de una motivación y acción. Se trabaja para desarrollar una respuesta compasiva hacia uno mismo y hacia los demás, promoviendo la amabilidad, la comprensión y la tolerancia. La CFT identifica la autocrítica como una respuesta desadaptativa a la vergüenza y el sufrimiento. Se enfoca en transformar esta autocrítica a través de la autocompasión, que ayuda a las personas a relacionarse consigo mismas de una manera más amable y comprensiva. Paul Gilbert se basa en la teoría evolutiva para explicar cómo nuestras emociones, particularmente la autocrítica y la vergüenza, se han desarrollado como mecanismos de supervivencia. Sin embargo, en contextos modernos, estos mecanismos pueden volverse disfuncionales. A su vez, utiliza la neurociencia para mostrar cómo la activación del sistema de calma puede reducir la actividad de los sistemas de amenaza, promoviendo una mayor estabilidad emocional.


Continuará…
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ
Referencia
La vida me ha enseñado que los tres pilares del bienestar personal (escribiré un extenso artículo sobre el tema) son los siguientes:
-Quererse a sí mismo o autoestima.
-Querer a los demás, que es de lo que trata este extenso y bien documentado artículo.
-Ser querido por los demás.
Una dedicación excesiva a los otros puede dañar nuestra autoestima y afectar a nuestro bienestar. Querer a los demás es una fuente indescriptible de bienestar personal, que debe ir acompañado por un acto de agradecimiento como dar las gracias, dar un abrazo … Dar sin recibir un acto de agradecimiento produce malestar.
Ser querido por los demás es también imprescindible para conseguir el bienestar personal.
La falta de uno de esos pilares reduce nuestro bienestar, y más aún si faltan dos. La felicidad tiene mucho que ver con esos pilares. La ausencia de los mismos es la principal causa del suicido.
Muchísimas gracias, amigo José. Completamente de acuerdo con lo que dice. Adelante siempre. Un fuerte abrazo !!!