La condición humana actual (1). Para empezar

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La condición humana actual (1)
PARA EMPEZAR

Por Juan Miguel Batalloso Navas

«…Los hombres son, cada vez más, autómatas que fabrican máquinas que actúan como hombres y producen hombres que funcionan como máquinas; su razón se deteriora a la vez que crece su inteligencia, dando así lugar a la peligrosa situación de proporcionar al hombre la fuerza material más poderosa sin la sabiduría para emplearla…»1 Ref.Erich Fromm. 1963.
La condición humana actual, 1986, p. 13.

«…La educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana…» 2 Ref.Edgar Morin. 1999.
Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. 1999, p. 23.

Dentro de unos días y en muchísimos lugares de nuestro mundo celebraremos la llegada del nuevo año 2024. A mí particularmente esta celebración siempre me ha gustado mucho. La he considerado como una excelente oportunidad de encuentro humano, así como de expresión de afectos, cariños y buenos deseos. Personalmente considero que tener la posibilidad de recibir un nuevo año con alegría es como un buen comienzo de lo que estará por venir. No obstante, lo que vendrá, nadie puede saberlo, aunque por mi parte intente prever o programar lo que sucederá. Y es que la vida me ha enseñado al menos dos cosas importantes. La primera es que todo ser humano es el animal mamífero más impredecible de todos los seres vivos del Planeta. Y la segunda es que el futuro no se puede programar porque de pronto te viene una circunstancia o una enfermedad que o bien paraliza y bloquea tus planes, o sencillamente te aparta del camino que tenías previsto recorrer. E incluso más, porque te puede suceder que lo que creías que iba a resultar positivo y satisfactorio para ti, termina por convertirse exactamente en lo contrario de lo que pretendías. Y en el peor de los casos, puedes encontrar la muerte o acercarte mucho a ella.

No cabe duda pues, o al menos para mí, la extraordinaria importancia que tiene participar y disfrutar de experiencias de alegría compartida con los demás y especialmente con mi familia y amigos. Es como un brindis al optimismo y a la esperanza, o incluso como una emoción intensa que te lleva a gritar: “qué alegría, estoy vivo todavía”.

Sin embargo, este año, no estoy para nada esperanzado, aunque siempre voy a dejar algún resquicio para tratar de encontrar un mínimo equilibrio que me permita seguir agradeciendo que estoy vivo, lo cual para mí ya es muchísimo. De todas maneras, me considero una de esas personas que creen en la esperanza como un valor absoluto y radical que de ningún modo podemos abandonar. Y es que pase lo que pase todo cambia como dicen los budistas y la esperanza necesariamente es una probabilidad de que algo bueno se puede producir como nos dice Edgar Morin. Y porque además la esperanza forma parte indisoluble e irreductible de nuestra naturaleza humana como insistentemente nos decía Paulo Freire y por tanto cualquier dificultad puede transformarse en posibilidad.

No es extraño que esta contradicción de sentirse desesperanzado y al mismo tiempo dejar una puerta abierta a la esperanza forme parte de los pensamientos y sentimientos de muchas personas. Como digo muchas veces, “la toalla no debe tirarse ni pa Dios” mientras que estemos vivos, sintiendo, pensando, diciendo, haciendo, y sobre todo amando y siendo amados. No obstante, en este mismo instante y en estos últimos tiempos, no puedo, no soy capaz de sacar fuerzas de mi interior para creer que mi futuro y el futuro de la humanidad va a ser mejor que el pasado. Los optimistas por naturaleza seguramente dirán que debo tener en cuanta todo lo que hemos avanzado en tecnología y que no debo quejarme de nada ya que vivo realmente muy bien, si entiendo por “vivir” exclusivamente las condiciones de bienestar material. Pero yo nunca fui un optimista por naturaleza, aunque desde luego siempre he tratado de contagiar esperanza, pero me estoy dando cuenta de que eso de la esperanza se puede convertir en una droga alucinógena paralizante. Podría no preocuparme por nada de lo que no depende de mis decisiones y de mi vida, pero no puedo evitar sentirme profundamente afectado por lo que sucede a mis seres queridos y a los más de 21000 muertos del genocidio de Gaza.

Hay personas que creen que todos esos sufrimientos humanos ocasionados por las guerras y en concreto por las bombas de Estados Unidos y el ejército de Israel son el castigo necesario y merecido por los actos criminales Hamás, pero la desproporción es tan extraordinariamente grande, que de ningún modo podemos comparar. Calificar pues de genocida al estado de Israel y el gobierno de Netanyahu con el apoyo de EE.UU. es el calificativo objetivo y adecuado.

También hay personas que creen que esto de los genocidios, las guerras y las matanzas no se va a terminar nunca, como tampoco la escarnecedora y cruel desigualdad social que condena a miles de millones de personas a la pobreza, el hambre, la desnutrición y el analfabetismo. En este sentido, resulta sumamente indignante y cruel, que los minoritarios multimillonarios de nuestro Planeta se hayan incrementado y se hayan enriquecido mucho en la pandemia del Covid-19 y que ahora la primera gran fábrica mundial de armas de Estados Unidos siga y siga produciendo muerte, destrucción y ganancias.

Por otro lado, y con cierta frecuencia, cuando observamos cualquier situación de injusticia, discriminación o sufrimiento que no nos afecta a nosotros acostumbramos a decir que es causa o se debe a nuestra condición humana y que por tanto no tiene solución. Una forma de razonar que al mismo tiempo que de algún modo justifica lo que sucede aceptándolo como inevitable, concibe la concibe que la condición humana es algo fijo, inmutable y sin posibilidad de cambio o transformación.

Así pues, todas estas realidades desde hace tiempo me han llevado algunas veces a inclinarme momentáneamente a pensar que los seres humanos no tenemos arreglo posible. Y si esto realmente fuera así, si no tuviésemos efectivamente solución pues tendríamos que borrar la palabra “Educación” de todos los diccionarios del mundo ya que, si los seres humanos no podemos cambiar, mejorarnos y perfeccionarnos ¿para qué sirven las escuelas y las Ciencias de la Educación?

Consecuentemente y a pesar de todos los genocidios, injusticias y desigualdades que atraviesan el mundo, los seres humanos sí tenemos solución. Una solución que pasa por lo que tantas veces nos ha dicho el sabio Pepe Mujica, expresidente de Uruguay: “Educación, Educación y Educación“. No obstante, tendríamos que aclarar a qué tipo de Educación nos estamos refiriendo, porque si hay algo evidente, es que la Educación que los diferentes Estados ofrecen a sus ciudadanos no funciona y no está sirviendo para que podamos convivir en paz, democracia e igualdad. Y tengo claro además que, si la Educación actual no proporciona las ayudas, recursos y procedimientos para conocer y comprender “la condición humana actual” y descubrir los caminos, las estrategias y los procedimientos para mejorarla, pues el mundo y nosotros mismos no tendremos solución posible. Pero ¡ojo! porque cuando digo “Educación” no me estoy refiriendo a escuelas, institutos y universidades, me estoy refiriendo a la sociedad entera porque como muchas veces nos ha dicho el gran filósofo y pedagogo José Antonio Marina, la Educación es un asunto que compete y es responsabilidad de toda la tribu humana.

El título para esta serie de artículos lo he tomado, como puede apreciarse, del libro de Erich Fromm y se trata de un tema que ha sido estudiado a lo largo de los siglos, tanto por las más diferentes corrientes filosóficas, como por las más diversas tradiciones espirituales y religiosas, aunque también por múltiples perspectivas ya sean estas biológicas, evolucionistas, sociológicas e históricas. Intentar, por tanto, abarcarlas todas y dejar definitivamente sentado que es eso de la condición humana, sería además de una tarea titánica y prácticamente imposible un esfuerzo inútil por no decir estúpido. A lo sumo a lo que podemos llegar es a realizar unas aproximaciones limitadas que siempre van a estar en función del conocimiento científico y humanístico del que disponemos, hoy desde luego inabarcable por no decir infinito, pero también a ciertas reflexiones producto de la observación de nuestro propio comportamiento y trayectoria vital.

Entrando ya en el asunto de este primer artículo introductorio de “La condición humana actual” debo decir, de acuerdo con la conocida y prestigiosa filósofa Hanna Arendt en su universal obra “La condición humana3 Ref.ARENDT, Hannah. La condición humana. Barcelona: Paidós, 1993., que los conceptos de “naturaleza humana” y “condición humana” no son idénticos ni significan lo mismo.

La “naturaleza humana” comúnmente se entiende como el conjunto de atributos o de características fundamentales o esenciales que cualquier ser humano posee y que pueden inferirse o identificarse mediante la observación de su conducta y de sus producciones. Unas características que o bien son comunes a todos los seres humanos en general o también pueden singularizarlo compartiéndolas con grupos humanos específicos, dando lugar así a lo que conocemos como tipologías caracterológicas.

Del asunto relativo a conceptualizar, definir o describir lo que es un ser humano diferenciándolo así del resto de los seres, se ha encargado siempre la Filosofía y también todas las religiones pero de forma especial la Antropología Filosófica. Áreas de conocimiento que de un modo u otro han intentado responder a las clásicas y eternas preguntas de quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, o también las famosas preguntas de Kant sobre qué puedo saber, qué puedo hacer y qué puedo esperar. Para ello obviamente se han auxiliado de todos los conocimientos científicos que la Historia de la Ciencia que en su conjunto ha ido produciendo, así como de todas las contribuciones de la Historia de la Filosofía. De esta forma han ido surgiendo teorías del ser humano escuelas y corrientes filosóficas en las que se han ido integrando los más diversos conocimientos. Tal es el caso por ejemplo, de las aportaciones de Marx, Freud y Nietzsche (los filósofos de la sospecha), la filosofía de los valores de Max Scheler, el Psicoanálisis social de Erich Fromm o el paradigma de la complejidad de Edgar Morin, sin olvidar claro está, todas las aportaciones de la Psicología desde que se constituyó como Ciencia en el siglo XIX.

A partir de aquí, el término “condición humana” hace referencia al conjunto total de relaciones, interacciones, interdependencias que hacen posible, visible y concreta la existencia real de un ser humano en el mundo, de forma que lo configuran como un ser singular y único. Así pues, el estudio de la condición humana, es decir, de la condición de un ser en permanente relación con su medio social y natural es inseparable del estudio de su naturaleza. Y es que de la observación de cualquier fenómeno humano siempre se tiene la tendencia, a preguntarse por qué nos comportamos de una determinada manera y no de otra y en que medida nuestra condición humana es tan diversa y cambiante. Partimos por tanto de la evidencia de que la condición humana, más que la expresión de una naturaleza fija e inmutable es en realidad el resultado de los condicionamientos de la estructura económica, social y cultural. Una estructura, que en la civilización capitalista está atravesada por la dominación de unas clases sociales sobre otras.

Así pues, hablar de condición humana o tratar de definirla es sin duda un asunto harto complejo. En él se mezclan e interactúan numerosísimas variables y relaciones que por lo general, están atravesadas por la imprevisibilidad y la incertidumbre aunque tengamos siempre la tendencia o el deseo de controlar y programar todo lo que nos sucede. 

El término “condición humana” es sobradamente conocido, sobre todo cuando lo utilizamos como argumento que justifica la causa de nuestra conducta o de hechos y acontecimientos sociales netamente inhumanos, con lo cual estamos diciendo que nada se puede hacer. Un argumento que lleva implícito un terrible mensaje desesperanzador dado que partimos del supuesto de que la condición humana es inmodificable y de que por tanto nada puede hacerse para mejorarla, con lo cual estamos también afirmando que la Educación no tiene ningún sentido. Esta es la razón por la que creo que este término no solo es necesario clarificarlo, sino sobre todo estudiarlo y profundizar en él con el fin de obtener pistas y orientaciones para llegar a ser plenamente humanos.



Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ

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One thought on “La condición humana actual (1). Para empezar

  1. Es muy cierto que no podemos predecir cómo será este nuevo año de 2024. Comparto las dos enseñanzas que te han enseñado la vida: La primera es que todo ser humano es el animal mamífero más impredecible de todos los seres vivos del Planeta. Y la segunda es que el futuro no se puede programar porque de pronto te viene una circunstancia o una enfermedad que paraliza y bloquea tus planes. Lo más importante es alegrase de continuar vivo y no perder la esperanza, porque forma parte de nuestra naturaleza humana y por tanto cualquier dificultad puede transformarse en posibilidad. Aunque a veces nos resulta muy difícil al empatizar con situaciones humanas trágicas como las que están sufriendo los palestinos de Gaza.
    La condición humana, más que la expresión de una naturaleza fija e inmutable es en realidad el resultado de los condicionamientos de la estructura económica, social y cultural. Una estructura, que en la civilización capitalista está atravesada por la dominación de unas clases sociales sobre otras.
    Hay que saber superar la convicción de que la condición humana es inmodificable y de que por tanto nada puede hacerse para mejorarla. Lo cierto es que sí puede mejorare porque la naturaleza es hostil al inmovilismo. Todo depende de nuestra capacidad para sacarnos la venda de los ojos para ver y caminar hacia adelante, y así conseguir mejorar.

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