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La condición humana actual (3)
UNA SOCIEDAD ENFERMA
Por Juan Miguel Batalloso Navas
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la salud mental puede definirse como
En el último Informe Mundial de Salud Mental publicado por la OMS el pasado junio de 2022, se nos dice (OMS, 2022):
- Las principales amenazas para la salud mental en la actualidad son: las recesiones económicas y la polarización social; las emergencias de salud pública; las emergencias humanitarias generalizadas y el desplazamiento forzado; así como la creciente crisis climática.
- La pandemia de COVID-19 ha generado una crisis mundial de salud mental, alimentando el estrés a corto y largo plazo, y socavando la salud mental de millones de personas. Se calcula que el aumento de los trastornos de ansiedad y depresión ha sido de más del 25% durante el primer año de la pandemia. Al mismo tiempo, los servicios de salud mental se han visto gravemente perturbados y la brecha terapéutica de los trastornos mentales se ha ampliado.
- Aproximadamente una de cada ocho personas en el mundo sufre algún trastorno mental. La prevalencia de los distintos trastornos mentales varía en función del sexo y la edad. Los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos son los más comunes, tanto en hombres como en mujeres.
- El suicidio afecta a personas y a sus familias en todos los países y contextos, y a todas las edades. A nivel mundial, puede haber 20 intentos de suicidio por cada fallecimiento, y, sin embargo, el suicidio representa más de uno de cada 100 fallecimientos. Es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes.
- Los trastornos mentales son la principal causa de años perdidos por discapacidad (APD), y representan uno de cada seis casos de APD en el mundo. La esquizofrenia, que afecta a aproximadamente uno de cada 200 adultos, es una de las principales preocupaciones: en sus estados agudos es el más perjudicial de todos los trastornos mentales. Las personas que padecen esquizofrenia u otros trastornos mentales graves fallecen, en promedio, entre 10 y 20 años antes que la población general, a menudo por enfermedades físicas prevenibles.
- Los sistemas de salud mental adolecen en todo el mundo de importantes deficiencias y desequilibrios en materia de información e investigación, gobernanza, recursos y servicios. La mayoría de las personas que sufren trastornos mentales no recibe ningún tratamiento. En todos los países, las lagunas en la cobertura de servicios se ven agravadas por la variable calidad de la atención.
- Es necesario invertir en salud mental para poner fin a las violaciones de los derechos humanos. En todo el mundo, las personas con trastornos mentales suelen ser excluidas de la vida comunitaria y se les niega el ejercicio de derechos fundamentales. Por ejemplo, no solo sufren discriminación en el acceso al empleo, la educación y la vivienda, sino que, además, tampoco gozan de igual reconocimiento como personas ante la ley. Y, con demasiada frecuencia, son víctimas de abusos contra los derechos humanos por parte de algunos de los servicios de salud que se encargan de su atención.
- La evidencia acumulada muestra que existe un conjunto básico de intervenciones costo eficaces para los trastornos prioritarios que son factibles, asequibles y adecuadas. Entre ellas se encuentran los programas de aprendizaje social y emocional en las escuelas y las prohibiciones regulatorias de plaguicidas altamente peligrosos (para prevenir los suicidios), así como una serie de intervenciones clínicas enumeradas en el Compendio de la OMS para la Cobertura Sanitaria Universal.
- Cuatro estrategias clave para reducir los riesgos y potenciar los factores de protección son: elaborar y aplicar políticas y leyes que promuevan y protejan la salud mental; apoyar a los cuidadores para que presten una atención afectuosa; poner en marcha programas escolares.
Queda pues manifiestamente claro, que las condiciones materiales de existencia de los seres humanos influyen enormemente en su estado de salud mental como así han demostrado diversos informes entre los que se encuentra el elaborado por los profesores Joan Benach y Carles Muntaner en 2011, en el que señalan que el desempleo multiplica por siete el riesgo de padecer una enfermedad mental. El paro paraliza carreras profesionales, reduce la autoestima, genera estrés psicológico y numerosos riesgos que dañan la salud. Aumenta la probabilidad de enfermar, tener problemas de ansiedad o depresión (tres veces más que en quienes trabajan), engancharse a drogas como el alcohol o el tabaco, morir prematuramente o suicidarse. (Benach; Muntaner, 2011).
Al mismo tiempo, también queda sumamente claro como manifiesta la OMS, la extraordinaria importancia que tienen los programas escolares y educativos relativos al aprendizaje emocional y social combinados con medidas sociales y políticas que mejoren las situaciones objetivas que impiden acceder a unas condiciones materiales de existencia y supervivencia básicas.
Así pues, precariedad, desempleo, desprotección social y pérdida de derechos laborales, acentúan y agudizan intensamente la sensación de inferioridad, humillación, fracaso, exclusión, soledad, autodesprecio, autoculpabilidad y desesperanza. Ante la angustia de los desahucios y no poder hacer uso de la vivienda habitual o ante la ansiedad de no poder disponer de una renta básica con que cubrir las necesidades mínimas de supervivencia, no debe extrañarnos que proliferen todo tipo de conductas de sumisión, de huida o de búsqueda de soluciones más allá de los límites de la legalidad o de lo que se considera socialmente como conducta aceptable. Estamos pues ante un caldo de cultivo que genera todo tipo de psicopatías y de trastornos mentales cuya base hay necesariamente que encontrarla, además de en los factores económicos económicos, en la denominada por Gilles Lipovetsky la «sociedad del hiperconsumo» y de la «felicidad paradójica» que al mismo tiempo que genera infelicidad existencial en la opulencia de “los de arriba” produce infelicidad material y psíquica en “los de abajo” (Lipovetsky, 2007, p. 189-191).
Con estas premisas, hoy ya no podemos hablar con propiedad de trastornos mentales individuales en el sentido de atribuirlos exclusivamente a causas puramente físicas y/o neurológicas, sino que por el contrario, son los contextos económicos, sociales y culturales los que condicionan e incluso determinan la aparición en mayor o en menor medida los mismos. De lo que no cabe ya la menor duda es de que nuestra salud mental está estrechamente ligada a las características de los contextos y al tipo de relaciones e interacciones que los individuos mantienen entre ellos.
Juan Miguel Batalloso Navas.
Camas (Sevilla) a 1 de enero de 2024
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ
Referencia
El bienestar físico, mental y social es imprescindible para tener una vida dichosa, feliz y satisfactoria. El informe de la ONU es desolador.
De lo que no cabe la menor duda es de que nuestra salud mental está estrechamente ligada a las características de los contextos y al tipo de relaciones e interacciones que los individuos mantienen entre ellos.