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La condición humana actual (8)
DESORIENTACIÓN Y VACÍO EXISTENCIAL
Por Juan Miguel Batalloso Navas
Según Erich Fromm el problema de la salud mental y de las sociedades mentalmente sanas está estrechamente relacionado con el grado y la calidad de satisfacción de aquellas necesidades humanas que están más allá de lo estrictamente fisiológico, impulsivo o libidinoso. Para Fromm lo que realmente genera el estado patogénico de las sociedades de nuestro tiempo no procede exclusivamente de las condiciones materiales de existencia y de relación de los seres humanos con el mundo, sino también de aquellas estructuras de orientación y sentido que los seres humanos asumen y utilizan para afrontar su existencia como tales. 2 Ref.FROMM, Erich. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. México DF: Fondo de Cultura Económica, 1964, p. 30-61.
Además de las necesidades de vinculación y afecto, creatividad y expresión, sentimiento de arraigo y pertenencia a la comunidad, singularidad e identidad individual, existe una necesidad que con frecuencia nos pasa desapercibida dada la preeminencia del paradigma científico-técnico y de la racionalidad instrumental. Nos estamos refiriendo a la necesidad que cada ser humano tiene en particular, de encontrar y asumir un sentido de su propia existencia, o un sistema de creencias que lo oriente y vincule con el mundo de tal suerte que lo proteja del aislamiento, el egocentrismo, la pasividad, el desarraigo, la irracionalidad, la destructividad y la necrofilia 3 Ref.Gusto por la violencia y la destrucción, el deseo de matar y la atracción por el suicidio y el sadismo. Un sistema de orientación que independientemente del contenido o la forma que adopte “…contenga no sólo elementos intelectuales, sino también elementos sensoriales y sentimentales, que se manifiestan en la relación con un objeto de devoción o vinculación afectiva” 4 Ref.Fromm, 1964, p. 61 sistema, que creemos puede encontrarse, tanto a partir de la reflexión en la acción por la mejora de nuestras condiciones materiales de existencia, como en el análisis de las grandes tradiciones éticas y espirituales de la humanidad.
Lo queramos o no, un ser humano es siempre algo más que una pura entidad biopsicosocial reductible a datos bioquímicos y/o estadísticos. Los seres humanos, no somos únicamente seres biológicos, racionales, de afectos y de impulsos, sino que somos todavía algo más. Somos seres imaginativos, creativos, productores de sentido, significados y símbolos, capaces de hacernos preguntas que van más allá de lo estrictamente físico, racional o sentimental. ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué somos capaces de seguir adelante a pesar de sentirnos cansados y deprimidos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Qué hace que mi vida valga la pena ser vivida? Preguntas que ponen de manifiesto que somos seres de comprensión y compasión, de ternura y amor, de apertura y visión, de transcendencia y de reverencia, seres en suma espirituales capaces de sueño, de utopía y de esperanza.
Estamos pues ante una “crisis del ser” porque lo que consideramos cotidianamente como normal tiene efectos patológicos en nuestra salud mental, pero crisis del ser también porque estamos sumidos en una profunda desorientación que nos impide afrontar con coherencia el reto de vivir con autenticidad. Y es que los seres humanos, además de comportarnos motivados por impulsos y deseos dirigidos por el principio del placer, así como por razones morales ligadas a la cultura o a la tradición, también lo hacemos a partir de:
Así pues, la condición humana actual se caracteriza también por una crisis de desorientación y de «vacío existencial» porque una gran parte de la humanidad sufre de angustia, de miedo y zozobra, de ansiedad y tristeza, no sólo porque carezca de bienes materiales, sino porque es deficitaria de algo esencial para la supervivencia y la sustentabilidad de la vida humana: el sentido de la propia vida. Y este efecto-causa explica, como muy acertadamente han analizado V. Frankl, E. Froom, G. Lipovetsky o P. Bruckner la emergencia de psicopatologías sociales e individuales vinculadas a estados depresivos, de pánico, ansiedad, angustia, miedo, victimismo e infantilismo.
Al decir «vacío existencial» nos estamos refiriendo a una suerte de neurosis o de malestar psíquico que se manifiesta continuamente por una especie de aburrimiento, hastío, tedio e insatisfacción generalizadas que lleva a los individuos o bien a ser incapaces de convivir y entenderse a sí mismos, o a desarrollar numerosas y compulsivas actividades con objeto de evitar la soledad y el miedo que le produce su propia existencia personal. En gran medida se trata de lo que Frankl ha descrito como «neurosis noógena» que es aquella cuya etiología hay que situarla en los conflictos de tipo espiritual, de búsqueda de sentido de la vida y que viene generalmente acompañada de esa sensación de vacío y hastío que se compensa con la búsqueda de placer, de poder o de propiedades, o con el consumo y la actividad frenéticas. 6 Ref.Frankl, 1998, p. 129-132.
El clima social de desorientación, incertidumbre e inseguridad en el que aparecen el miedo, la desesperanza, el vacío y la frustración existencial, es el que acaba originando las denominadas psicosociopatías de la postmodernidad. Estrés, depresiones, conductas neuróticas (angustias, obsesiones, fobias, manías…), acosos y violencias de todo tipo (laborales, escolares, familiares, sexuales, virtuales…), personalidades escindidas y maniáticas cuyo funcionamiento psicológico está dominado por repetidas fases de entusiasmo desmedido y depresión extremas, así como adicciones y variados tipos de toxicomanías, sin olvidar la impermanencia, volatilidad y superficialidad de nuestras relaciones sociales de la que nos da cuenta Zygmunt Bauman 7 Ref.BAUMAN, Zygmunt. Modernidad líquida. México DF: Fondo de Cultura Económica, 2002.. Son estas psicosociopatías, las que están haciendo de nuestro idílico paraíso del bienestar y consumo, un auténtico pozo negro de infelicidad y tristeza. Y si a todo esto añadimos la desmoralización, tanto en su acepción de falta de coraje, valor y vitalidad para afrontar retos y hacer frente a los problemas colectivos, como en su significado de ausencia de normas, de laissez-faire, de permisividad sin fijar con nitidez los límites de lo tolerable, resulta evidente, que necesitamos apremiantemente no sólo un cambio de paradigma civilizatorio, sino sobre todo una transformación de nuestros paradigmas de vida y de nuestras conciencias.
La desorientación de nuestro tiempo es también una desorientación axiológica, y de alguna manera una crisis moral en la que los grandes valores que movilizaron a generaciones enteras (verdad, libertad, justicia, racionalidad, etc.) han sido trastocados por un profundo desencanto ante el irresistible ascenso del pensamiento débil y fragmentario. Un pensamiento que disuelve al sujeto, no dejando espacio para la posibilidad racional de establecer un criterio universal de justicia y de verdad. Al desaparecer los modelos fuertes de comprensión y significación, no sólo aparece un sujeto débil y desesperanzado que abraza la inevitabilidad de un destino que una minoría social privilegiada y dominante ha programado para él, sino que además se olvida a los demás y el sufrimiento de los que siempre fueron vencidos por la historia.
Con estos fundamentos, el concepto de vida como arte, pierde todo su sentido porque se convierte en un frenético acto de persecución, posesión y consumo de motivos que enajenan el desarrollo humano. Es el triunfo de las actitudes hedonistas que centran su objetivo fundamental en el goce, el disfrute y la obtención de la mayor cantidad posible de placer y comodidad y consecuentemente obstaculizan en los seres humanos la capacidad de mediatizar los fines, de calcular los bienes, de tolerar las frustraciones y en definitiva conducen a imposibilitar la adquisición de habilidades para enfrentarse a la vida.
Padecemos una crisis generalizada de desorientación, ante la que necesitamos dotarnos de argumentos éticos y racionales convincentes para poder aceptar una norma como válida, ya que normas legalmente constituidas y amparadas, o socialmente reconocidas y consensuadas no están muchas veces justificadas ni racional, ni éticamente. Nuestra existencia feliz de habitantes del primer mundo la adquirimos al precio de olvidar los sufrimientos y las víctimas de los que nos precedieron y de los que en la actualidad padecen las consecuencias de un modelo de civilización que excluye a más de las tres cuartas partes de la humanidad. En consecuencia, si olvidamos o ignoramos el sufrimiento de los demás, no podremos avistar un futuro sin barbarie sino somos capaces de construir y desarrollar una ética de la compasión, del cuidado y de la solidaridad.
De todo esto podemos concluir con Víctor Frankl que el proyecto de felicidad, como proyecto-proceso humano, singular y colectivo, necesariamente tiene que ir fundado en la construcción de sentido. Pero también en la generación de significados a todos nuestros actos y decisiones, ya que de lo contrario nuestro ser personal, desestructurado y perdido, estará permanentemente sometido al sufrimiento que procede de nuestro aburrimiento existencial y nuestro miedo a asumir nuestra íntima y original condición de llegar a ser nosotros mismos. No podemos pues resolver y superar la condición humana actual si no somos capaces de encontrar sentido a nuestras acciones, a nuestras ideas y creencias y también a nuestros dolores y sufrimientos, de aquí la capital importancia que tiene a efectos educativos el desarrollo de la conciencia, ese «aprender a ser» del Informe Delors, para así poder llegar a ser plenamente humanos. 8 Ref.DELORS, Jacques. La Educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana-Unesco, 1996.
Juan Miguel Batalloso Navas.
Camas (Sevilla) a 28 de enero de 2024
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ
Referencia
Extraordinario e iluminador artículo. Para que la Conciencia Universal termine de aflorar, debemos despertar cada uno de nosotros la nuestra propia. No importa lo dormidos que estemos, el impulso de vida germinará y dará las flores y los frutos que que el principio de vida ordena. Gracias Juan Miguel.
Excelente. Leyendo a Fromm, qué aporta Biu Yun Han, el filosofo coreano de moda que a mi juicio no dice nada nuevo solo cambia palabras.
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Para sentirnos bien con nosotros mismos es imprescindible que le demos sentido a nuestra vida a partir de una pregunta fundamental:” ¿Qué hace que mi vida valga la pena ser vivida? Para saberlo hay que preguntarse qué pensamientos, qué acciones y qué sentimientos me hacen sentirme bien y feliz, que es la finalidad genética por la que estamos aquí. Si los conocemos y los aplicamos, seremos felices. Si no, seremos infelices.