La condición humana actual (9) Conformismo

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La condición humana actual (9)
CONFORMISMO

Por Juan Miguel Batalloso Navas

«… ¿Por qué se inclina tanto el hombre a obedecer y por qué le es tan difícil desobedecer? Mientras obedezco al poder del Estado, de la Iglesia o de la opinión publica, me siento seguro y protegido. En verdad, poco importa cuál es el poder al que obedezco. Es siempre una institución, u hombres, que utilizan de una u otra manera la fuerza y que pretenden fraudulentamente poseer la omnisciencia y la omnipotencia (…) Para desobedecer debemos tener el coraje de estar solos, errar y pecar. Pero el coraje no basta. La capacidad de coraje depende del estado de desarrollo de una persona. Solo si una persona ha emergido del regazo materno y de los mandatos de su padre, solo si ha emergido como individuo plenamente desarrollado y ha adquirido así la capacidad de pensar y sentir por sí mismo, puede tener el coraje de decir “no” al poder, de desobedecer…» 1 Ref.FROMM, Erich. Sobre la desobediencia y otros ensayos. Barcelona: Paidós.1984, p. 11.

La “crisis del ser”de la condición humana actual además de una crisis que se expresa en conductas normóticas y de desorientación o ausencia de sentido, también se expresa en comportamientos de indolencia, sumisión, obediencia, conformidad y pasividad. En la creencia de que los individuos se sienten efectivamente libres para elegir, consumir, trabajar, opinar, votar, etc, dicha libertad es pura ilusión, porque de una parte viene configurada por las exigencias del paradigma civilizatorio al que pertenece, pero también por la existencia de poderes ocultos, enmascarados, anónimos e impersonales que lo inducen al individuo, o bien a abstenerse y dimitir de su poder de creación y afirmación como sujeto, o sencillamente a conformarse con lo dado.

         Dice Fromm, que el siglo XX ha sido la era de las burocracias económicas, políticas y sindicales y que toda burocracia, independientemente del tipo que sea, por su propia naturaleza jerárquica, especializada, administrativa, verticalista y exigente de subordinación, al inspirarse exclusivamente principios de eficacia y rendimiento, somete a los individuos a la condición de mera cosa, de meros objetos cuya función única es el asentimiento, la obediencia, la disciplina o la adaptación, ya sea ésta de forma directa y estática o de forma indirecta, flexible y dinámica.

         Sin embargo, el conformismo como actitud de sometimiento, subordinación, pasividad y obediencia, no procede exclusivamente de la cosificación del ser humano en la estructura burocrática y de la enajenación del individuo en sus funciones repetitivas y automatizadas, sino más bien de un singular sentimiento de miedo e inseguridad. Un sentimiento que lo incapacita para la afirmación de su propio ser, negando sus capacidades de producción creativa y absteniéndose, o dimitiendo del compromiso en la acción a partir de convicciones y principios de conciencia. El individuo de nuestros días, en la creencia de que se siente libre porque elige mercancías, establece relaciones o se guía por sus impulsos, lo que en realidad hace es obedecer a poderes impersonales que actúan solapada y seductoramente en todas las interacciones que lleva a cabo. El ser humano moderno, es pues súbdito del poder de los mercados, de las tendencias consideradas como socialmente aceptables o de las corrientes de opinión dominantes que la industria de la conciencia se encarga de suministrar. El conformismo, como muy bien nos ha enseñado Erich Fromm, se fundamenta y establece a partir una triple confusión, la existente entre opiniones y convicciones, entre euforia y felicidad y entre ser y tener.

         Desde otra perspectiva, el conformismo como actitud que expresa la crisis de la condición humana actual e impide el desarrollo de los poderes de creación y autorrealización humana, consiste también en aceptar sin más el actual desorden social establecido y el supuesto orden interior que se deriva del mismo. Se trata de una actitud de pesimismo existencial que lleva a considerar la inutilidad de cualquier esfuerzo por rebelarse ante lo dado, pero también una actitud de indolencia y pereza personal procedente de una falta de fe en las propias capacidades para cambiar y mejorar el mundo externo y el mundo interno.

         El conformismo actual, paradójicamente, se manifiesta en cada individuo como una permanente obsesión por considerarse diferente y original, al mismo tiempo que por un sentimiento de inferioridad y/o insatisfacción al descubrirse corriente y semejante al resto de los mortales. Y con esta paradójica sensación, los seres humanos de nuestro tiempo son presa de racionalizaciones y autojustificaciones continuas en las que oscila continuamente entre dos polos que son los que terminan por originar comportamientos bipolares y esquizoides:

  • La necesidad de aprobación por parte de otros junto al desprecio de los demás. El otorgamiento de valor a otros como legitimación de mi propio valor, situando en el exterior las fuentes de la autoestima y la propia dignidad, al mismo tiempo que la desconsideración y la supresión del valor a otros por apreciarse como más valioso que los demás. Una oscilación, como diría Fromm, entre impulsos sádicos que imponen el supuesto valor personal sobre los demás mediante conductas de dominio, y sobreprotección, e impulsos masoquistas orientados a la subordinación, la obediencia, la conformidad y la aceptación de lo dado como inevitable y ante lo que nada puede hacerse. 2 Ref.FROMM, Erich. Ética y psicoanálisis. México DF: Fondo de Cultura Económica, 1992. p. 122-124

  • El deseo de rebelarse, de protestar, de reivindicar e incluso de organizarse para ello y la angustia de sentirse minoría, de sentirse ridículo, marginado y despreciado. La falta en suma de una equilibrada autoestima que proceda del interior y de las propias convicciones y de un sano pensamiento asertivo capaz de hacer frente a las exigencias de la propia dignidad personal. Aquí se trata también de conductas que oscilan entre el acercamiento y el alejamiento a los demás, entre la necesidad de no sentirse solo y aislado y el impulso egocéntrico de no asumir responsabilidades por sentirse despreciado o víctima.

  • El expreso interés de autosuficiencia y autonomía, negando el hecho de que somos seres interdependientes. El deseo de valerse por sí mismo y no necesitar ni depender de nadie y al mismo tiempo, la angustia y temor originados como consecuencia de no ser necesitados por nadie, de sentirse solos e ignorados.

  • El esfuerzo reiterado por autoafirmarse y diferenciarse de los demás, de poner el mayor énfasis en lo que tenemos de original, seguido de la demanda de aceptación por parte de otros queriendo ser diferente y aceptado, sin asumir ningún costo, riesgo o conflicto.

El aprendizaje del conformismo y de las relaciones sociales simbióticas, parasitarias o dependientes (sadomasoquistas) aparece y se desarrolla en edades muy tempranas, cuando desde la infancia se aprende en la familia y en la escuela a reprimir los sentimientos y el potencial creativo singular que cada ser humano lleva dentro. Algo por cierto, que curiosamente coincide con las investigaciones etnográficas más relevantes de los contextos escolares en los que efectivamente se aprende a obedecer, a someterse, a disciplinarse y a mediatizar infinitamente los deseos 3 Ref.JACKSON, Ph. W. La vida en las aulas. Madrid-La Coruña: Morata-Fundación Paideia, 1991..

         Pero además de las instituciones escolares que querámoslo o no, reproducen y producen ideología conformista mixtificada, en estado puro o subrepticiamente mediante el «curriculum oculto» 4 Ref.TORRES SANTOMÉ, Jurjo. El curriculum oculto. Madrid: Morata, 1991. el papel fundamental en nuestro tiempo lo juegan las denominadas industrias de la conciencia, entre las que se encuentran las agencias de información, los grandes consorcios empresariales y financieros, las empresas de publicidad, los medios de comunicación de masas, así como las organizaciones e instituciones políticas y religiosas. Estas industrias, de las que ya hemos hablado anteriormente, son las encargadas hacernos creer en la ilusión de que somos realmente libres, cuando en realidad estamos sometidos a sus consignas y dictados que por lo general se presentan bajo el manto de una autoridad anónima, que al no ser identificada,  nos inducen a interiorizar y asumir un supuesto sentido común consensuado y compartido que no es otra cosa que pensamiento único dogmático, acrítico, reproductor y legitimador del desorden social establecido, al mismo tiempo que promotor de visiones acerca de la imposibilidad o inviabilidad de transformarlo.

         Vivimos en sociedades tecnocéntricas, mediáticas e informatizadas de profundo carácter conformista en las que se nos ha convencido de que el  aumento de la producción de bienes materiales, necesariamente genera bienestar y empleo; de que el aumento del Producto Interior Bruto o de la renta per capita, necesariamente se traduce en desarrollo económico; que la expansión hasta el infinito de la tecnología produce indefectiblemente bienestar o que el consumo incesante genera necesariamente desarrollo. Falacias del pensamiento único, que además de legitimar e incrementar el estado de desigualdad y destructividad existente en nuestro planeta produce en los individuos ese estado de «felicidad paradójica» en el que individualismo y hedonismo sin límites se combinan con intensos sentimientos de vacío, soledad, frustración y desamparo 5 Ref.LIPOVETSKY, Gilles. La felicidad paradójica. Barcelona: Anagrama, 2007. Por ello en la creencia de que vivimos en sociedades del bienestar, algo que las sucesivas crisis económicas han desmentido brutalmente, en realidad nuestro destino nunca antes ha sido más incierto e inseguro, pero al mismo tiempo, nunca antes ha sido más abierto, porque también estamos comenzando a darnos cuenta que el problema de la existencia humana, no es tanto de bienestar como de “bienser”.

Juan Miguel Batalloso Navas.
Camas (Sevilla) a 23 de febrero de 2024



Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ

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2 thoughts on “La condición humana actual (9) Conformismo

  1. Excelente columna. Agregaría que el conformismo existe no solamente en relación a la economía y el mercado sino también a la política y el Estado, manifestándose como adhesión a-crítica al pensamiento ‘políticamente correcto’, al ‘progresismo’ que espera del Estado la solución de los problemas, y a las organizaciones sociales corporativas y de masas. Gracias Juan Miguel.

  2. La condición del ser humano está en crisis, manifestándose entre otros aspectos en comportamientos de obediencia sumisa a los poderes del Estado, de la Iglesia, de los medios de comunicación y de la opinión pública, que nos conducen hacia una forma de ser conformista, y por tanto sumisa, que no nos permite ser nosotros mismos. Como dice Fromm, estamos orientados hacia la conformidad y la aceptación de lo dado como inevitable y ante lo que nada puede hacerse.
    Esos poderes nos hacen creer que nos han ofrecido libertad para elegir, consumir, opinar….pero que en realidad nos han sumido en el conformismo y en un estado de bienestar, pero no de bienser.
    El aprendizaje del conformismo aparece y se desarrolla en la infancia, a través de la familia y de la escuela, cuando reprimen el potencial creativo que lleva dentro cada ser humano. Además, los poderes ya mencionados nos hacen creer en la ilusión de que somos libres, cuando en realidad estamos sometidos al pensamiento único, legitimador del orden establecido, presentado como incuestionable.
    Ante esa situación desnaturalizada del ser humano, solo cabe poner en marcha el reto de conseguir el ser personal, y no el ser impuesto. Para conseguirlo, hay que ser críticos y sentir la necesidad de rebelarse contra los poderes que nos manipulan , y así recuperar nuestra autoestima, pensando y actuando en coherencia con nuestras propias convicciones.

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