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La revolución del papa Francisco
Durante los 10 años de su pontificado el Papa Francisco ha cambiado el rumbo de la Iglesia católica con la elaboración de un pensamiento socioeconómico, político y ecológico revolucionario y el desarrollo de un programa eclesial moderadamente renovador, si bien mantiene la estructura jerárquico-piramidal y patriarcal dentro de la Iglesia católica.
Las propuestas de Francisco en el terreno político y socioeconómico van más allá de la doctrina social de la Iglesia de sus predecesores, e incluso de la teoría y la práctica socialdemócratas, que desembocan con frecuencia en políticas social-liberales. Su Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio es una de las críticas más severas al capitalismo. Los papas anteriores criticaban el capitalismo por considerarlo injusto en sus consecuencias. Francisco afirma que es injusto en su raíz. Denuncia la “globalización de la indiferencia”, que nos vuelve “incapaces de compadecernos ante los clamores de los demás” y de llorar ante “el drama de los demás”, la “anestesia de la cultura del bienestar” y la consideración de las personas excluidas como desechos y población sobrante.
Interpreta la crisis económica como resultado de un capitalismo salvaje dominado por la lógica del beneficio a cualquier precio y pronuncia cuatro “noes”, que deberían hacer templar al sistema: no a una economía de la exclusión y la inequidad, no a la nueva idolatría del dinero, no a un dinero que gobierna en lugar de servir, no a la inequidad que es raíz de los males sociales y genera violencia. Pero las críticas no desembocan en derrotismo.
Francisco propone alternativas económicas y políticas. La economía a practicar es la integrada en un proyecto político, social, cultural y popular guiado por el bien común. La verdadera política es la que tiene capacidad para reformar las instituciones, superar las presiones plutocráticas y generar buenas prácticas de justicia y equidad. Y ello en sintonía con los Movimiento Populares, a quienes define como “sembradores del cambio” y “poetas sociales” que posibilitan un desarrollo humano integral. Con ellos se ha reunido en varias ocasiones haciendo suyas las reivindicaciones de las 3T: “Techo, Tierra y Trabajo”. Sin los movimientos sociales, afirma, “la democracia se atrofia, se convierte en nominalismo y pierde representatividad”.
La ecología es otra de las opciones fundamentales de Francisco, el primer papa que dedica al tema una encíclica: Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común. En ella critica el antropocentrismo moderno, que considera al ser humano dueño y señor absoluto de la naturaleza y ejerce un comportamiento despótico sobre ella. La crítica se extiende a la presentación inadecuada de la antropología cristiana que transmite “un sueño prometeico sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles”.
Critica igualmente el poder de la tecnología, que pone la ética a su servicio, e invita a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, un nuevo modo de vida eco-humana y un modelo de desarrollo sostenible e integral. Como alternativa subraya la relación inseparable entre ecología y antropología: “no hay ecología sin antropología”, escribe. La degradación ambiental y la degradación humana van al unísono. Por eso establece una relación intrínseca entre la vulnerabilidad del ser humano y la fragilidad de la tierra y considera inseparables el cuidado de la naturaleza y el de las personas empobrecidas, la justicia económica y la ecológica.
Francisco ha fomentado el diálogo interreligioso, especialmente con el islam. Ha visitado numerosos países de mayoría musulmana y celebrado encuentros con sus dirigentes religiosos. Uno de los más significativos fue el que tuvo lugar en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) en febrero de 2019 con el Gran Imán y rector de la Universidad Al-Azhar, Ahmad Al-Tayye, con quien firmó el Documento sobre la fraternidad humana por la paz y la convivencia común, que sirvió de inspiración para el establecimiento, por parte de la ONU, del Día Internacional de la Fraternidad Humana el 4 de febrero bajo los principios de la solidaridad y la com-pasión.
Aboga por el diálogo intercultural en el que los pueblos originarios sean los principales interlocutores. Ello requiere previamente el respeto y reconocimiento de sus culturas, lenguas, tradiciones, derechos y espiritualidades. El diálogo y el reconocimiento constituyen el mejor camino para la transformación de las relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación en relaciones igualitarias. Comparte su cosmovisión del Bien Vivir y del Bien Convivir, defiende su derechos al Territorio y denuncia la apropiación que de él hacen las multinacionales extractivistas.
A diferencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, acusados de complicidad con los pederastas, Francisco ha hecho una condena rotunda de tamaño crimen y mostrado su solidaridad, a veces a nivel, con las víctimas. Ha exigido a los obispos y a las congregaciones religiosas una investigación rigurosa de los casos de pederastia y tolerancia 0 con los agresores sexuales dentro de la Iglesia católica,
Tiene una actitud un poco más abierta que sus predecesores en cuestiones relativas al divorcio y a la homosexualidad. Ha abierto la puerta a que las personas católicas divorciadas y vueltas a casar puedan participar en la eucaristía, pero sigue defendiendo que el matrimonio es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer y rechazando el matrimonio igualitario. Ha mostrado una actitud de respeto hacia las personas homosexuales. “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla”, declaró en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013. “Las leyes que criminalizan la homosexualidad son injustas”, dijo en el avión al volver de la RD del Congo en febrero de 2023. Pero sigue defendiendo que la homosexualidad es pecado.
Con todo, la revolución de Francisco tiene sus límites, y no pequeños. En la Iglesia católica persiste la estructura jerárquica y patriarcal, como indiqué al principio. Los obispos siguen siendo nombrados por el papa sin participación de la comunidad cristiana. Critica el clericalismo, pero en la práctica lo mantiene casi intacto. Aun cuando está haciendo algunos guiños a las mujeres nombrándolas para algunos encargos administrativos, estas siguen sufriendo la discriminación y la injusticia de género, que se traduce en la exclusión de la mayoría de los ministerios eclesiales, de las responsabilidades directivas y del acceso directo a lo sagrado. Ha dejado clara la negativa del acceso de las mujeres al ministerio presbiteral. Para justificar dicha negativa apela a la voluntad excluyente de Cristo, a quien de esa manera sitúa del lado del patriarcado, lo que me parece contrario al movimiento igualitario de Jesús de Nazaret.

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Juan José Tamayo Acosta es teólogo vinculado a la Teología de la Liberación. Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III, en Madrid, y secretario general de la Asociación de teólogas y teólogos Juan XXIII. Conferencista nacional e internacional y autor de más de 70 libros. Articulista habitual en prestigiosos periódicos nacionales e internacionales, así como reconocidos sitios como Religión Digital.
Entre algunas de sus publicaciones se encuentran: San Romero de América, mártir por la justicia (Editorial Tirant, 2015); Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed.); De la iglesia colonial al cristianismo liberador en América Latina (Tirant lo Blanc, 2019); ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 3ª ed.); Hermano islam (Trotta, 2019).Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra; (Herder, noviembre 2020); ¿La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria, 2020).
Su última obra, editada por Fragmenta en 2021, es la titulada La compasión en un mundo injusto, que puedes adquirir como todas las demás, AQUÍ
Vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento por honrar con sus colaboraciones este sitio.
Es cierto que el papa Francisco ha realizado cambios moderados en la Iglesia católica como fomentar el diálogo interreligioso, criticar el antropocentrismo respecto al trato despótico dado a la Naturaleza, condenar la pederastia clerical con la obligación de eliminar el ocultamiento y de reparar a las víctimas, considerar dar más protagonismo eclesial a las mujeres o acoger con respeto a las personas del colectivo LGTBIQ+
Sin embargo, esas reformas son insuficientes porque el Papa mantiene la estructura jerárquica-piramidal y patriarcal dentro de la Iglesia, considera el matrimonio indisoluble oponiéndose al divorcio , se opone al matrimonio homosexual y al sacerdocio femenino, aunque no al diaconado . También se opone a la supresión del celibato obligatorio de la jerarquía, aunque ha dejado entrever que se trata de una cuestión disciplinar y puede plantearse. Son cuestiones fundamentales que , de no ser tratadas por este papa o por el siguiente, mantendrán una Iglesia retrógrada respecto al Evangelio, a los Derechos Humanos y a los nuevos valores conseguidos con mucho sacrificio y constancia. Para que el avance de la Iglesia sea satisfactorio y no se quede a medias, es imprescindible , según mi criterio, que asuma estos compromisos:
-Implantar una estructura democrática que favorezca una mayor participación de los creyentes, y abandonar la estructura piramidal que fue desmontada por la Revolución francesa en 1789, hace más de dos siglos.
-Conceder el divorcio cuando se dé una convivencia tóxica entre los cónyuges por maltrato continuado, por discusiones insoportables y por falta de amor, con las graves consecuencias para los hijos si los hubiera.
-Eliminar de una vez por todas la misoginia que no tiene cabida ni en el Evangelio ni en una sociedad que consigue avanzar cada día hacia la igualdad entre mujeres y hombres. Considerar la posibilidad del diaconado femenino ( grado inferior de la jerarquía no suficiente para alcanzar la igualdad) , no llevado a la práctica todavía por esa lentitud endémica de la Iglesia en realizar cambios, y también implantar el sacerdocio femenino como ya estaba establecido en la Iglesia primitiva.
-Bendecir o conceder el matrimonio a las parejas homosexuales.
-Eliminar el celibato obligatorio de la jerarquía, un factor de alto riego para fomentar la pederastia clerical como señalan los expertos. En ese y otros aspectos la Iglesia está estancada en el Concilio de Trento del siglo XVI que declaró que el celibato tiene más valor y es más santificador que el matrimonio. Y eso fue así para contradecir al reformador Lutero, y no porque fuera verdad, ya que el celibato no tiene el valor sacramental que tiene el matrimonio.