LUTO

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Luto

N o puedo negar que estoy profunda e intensamente conmovido, apenado y entristecido por la gran catástrofe de Valencia. En este momento, las víctimas fallecidas ascienden ya a 158 y según los datos que nos van ofreciendo esta cifra va a continuar aumentando.

Pero, además, a esta horrible tragedia de pérdida de vidas humanas, hay que añadir otra tragedia de extraordinario impacto humano y social: la pérdida de todas las condiciones materiales de existencia de centenares de ciudadanos que ahora se ven privados de sus hogares y de lo mínimo indispensable para sobrevivir. Esta catástrofe se ha llevado por delante, no solo vidas humanas, sino también proyectos y realizaciones que han costado a las víctimas numerosos años de esfuerzos y realizaciones y que ahora se ven absolutamente sin nada. Si es ya terrible afrontar el duelo y la pena de perder a seres queridos, tomar conciencia de que solamente tienes tu cuerpo desnudo después de estar una vida entera trabajando para mejorar tus condiciones materiales de existencia es, si no terrible, porque al menos has salvado la vida, tiene que ser sumamente trágico y penoso.

Paradójicamente, es en estas situaciones cuando los mejores sentimientos de humanidad, empatía, fraternidad, solidaridad y compasión emergen como expresión de las mejores esencias de nuestra condición humana. Ahí están los numerosos testimonios que nos llegan de personas voluntarias que se brindan a ayudar en lo que haga falta regalando incondicionalmente su tiempo, su trabajo, su inteligencia y sus recursos materiales o económicos para paliar en lo posible los daños materiales y las heridas emocionales a los que los afectados ahora se enfrentan.

Consecuentemente, en una situación como esta solo cabe la comprensión y el saber ponerse en el lugar del otro que sufre, se duele y acumula ya en su interior heridas que les va a resultar sumamente difícil sanar. Y solo cabe también el acompañamiento continuo a los dolientes, porque desgraciadamente cuando los medios de comunicación se olviden de ellos, todo se habrá olvidado para nosotros, pero ellos continuarán el largo proceso de cura y restauración que ahora están apenas comenzando. Terrible, verdaderamente terrible.

¿Qué podemos hacer entonces? Pues realmente podemos hacer muchas cosas, entre otras, seguir el testimonio de esas personas voluntarias cercanas que están entregando toda su energía, todo su tiempo y recursos al servicio de los afectados. Pero también desde la lejanía en el espacio y desde la sensibilidad compasiva, hacer lo que cada uno de nostros pueda hacer para enviar recursos a las personas afectadas mediante las cuentas que en diversas ONGs ya han puesto a disposición de todos los ciudadanos españoles, europeos y del mundo. Y es que compadecerse o sentir lástima desde la posición de comodidad que otorga la zona de bienestar en la que vive cada uno, además de ser un recurso muy fácil para engrandecer nuestro ego, es también una hipocresía de primer orden, porque precisamente la compasión no es tal si no va acompañada del compromiso personal firme y sostenido con los dolientes.

A su vez, esta tragedia, al igual que sucedió con la pandemia de 2020 y el volcán de la isla La Palma, debería ser a mi juicio una oportunidad para construir escenarios sociales, culturales y políticos de diálogo, de encuentro, de unidad fraterna, de solidaridad, así como también para descubrir donde reside y como se concreta un auténtico y verdadero patriotismo. Pero al parecer y según las informaciones de las que dispongo, esto no solamente no fue así, sino que además esta tragedia se está utilizando como arma arrojadiza contra un gobierno legítimo, que en estos momentos se tiene necesariamente que sentir desbordado por los acontecimientos.

No puedo evitar, por tanto, denunciar aquí la actitud inmisericorde y ausente de la más mínima sensibilidad, de aquellos políticos que con sus declaraciones no respetan ni el duelo y que aprovechan la más mínima oportunidad para determinar quiénes son los culpables de esta situación. Es verdad y muy necesario que haya investigaciones y exigencia de responsabilidades de aquellos administradores que puedan haber cometido errores, pero ahora, en estos días y seguramente en los próximos meses no es tiempo de eso. Ahora nuestros esfuerzos y los de los líderes políticos es demostrar que realmente pertenecemos al espacio cultural, social y político de un país llamado España que, si nos sirve para algo, tiene que ser necesariamente para ejercer la fraternidad, la generosidad, la compasión y la solidaridad. Y es que para mí la patria no es ese arrebato fanatizado de banderas, escudos y símbolos que nos diferencian de los demás, sino por el contrario, ese espacio social y cultural que me permite sentirme hermano de todos los que habitan esta piel de toro.

Estoy, confieso, absolutamente cansado e indignado con todos esos vociferantes políticos del PP y de Vox que se apropian de una idea de España periclitada y atravesada por el odio indiscriminado a cualquier adversario político o partidario. Y como no lo puedo evitar, quiero denunciar aquí la actitud impresentable, bochornosa y despreciable mostrada con las declaraciones que el sr. Feijóo en su visita a Valencia una hora antes de que lo hiciera el presidente de gobierno Pedro Sánchez. Poner en cuestión la información de la Agencia Estatal Meteorológica (AEMET) o afirmar que el gobierno no colabora es, no solamente una falta grave de respeto al duelo, mientras todavía se están sacando cadáveres de desaparecidos, sino además una falta total de comprensión, empatía y sentido de Estado. Pensar que un día podamos estar gobernados por individuos de esta catadura moral y política realmente me da miedo, aunque desde luego ni conmigo ni con muchos otros ciudadanos que piensan y sienten como yo van a poder.

¿Qué es entonces hacer luto para mí? Pues en primer lugar hacer silencio y reflexionar sobre la vulnerabilidad y la incertidumbre de la vida humana estando siempre al lado de las víctimas, ya se trate de una catástrofe, de una agresión o de cualquier tipo de injusticia o discriminación. En segundo lugar, adoptar una actitud de empatía y magnanimidad, comprendiendo que cualquier ser humano comete errores que desde luego no se pueden disculpar cuando estos atentan contra la vida y la dignidad humana, pero que, sin embargo, en los momentos de dolor, sufrimiento y más de allá de ellos debemos y tenemos que estar siempre al lado de las víctimas haciendo todo lo posible por paliar sus dolores y sufrimientos, lo que requiere, claro está, una actitud de desprendimiento y generosidad. Y por último y, en tercer lugar, tomar conciencia y darnos cuenta de quienes son aquellos líderes sociales, culturales, mediáticos, políticos y religiosos que manipulan nuestros sentimientos, nos seducen para que alimentemos el odio a todos los que no piensan como ellos y en definitiva nos conducen a la polarización social y a la ausencia de humanidad.

Estoy pues de luto y espero que esta tragedia se restaure lo mejor y lo más pronto posible y en consecuencia doy mi apoyo incondicional a todas cuantas acciones están emprendiendo los gobiernos autonómicos y locales, así como el gobierno de Pedro Sánchez para recuperarnos de esta trágica catástrofe.

Me encantaría que hicieras un comentario. Muchas gracias.

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