
Presentación
Hacer Memoria de aquellos amigos y compañeros o de las personas anónimas que nos han acompañado o que todavía afortunadamente están con nosotros compartiendo su experiencia y su sabiduría, es algo esencial para rescatar los valores éticos que dan sentido y fundamento a nuestro vivir cotidiano.
El testimonio de sus vidas, su biografía y trayectoria, sus fortalezas y debilidades, sus éxitos y fracasos, es un conocimiento fundamental que nos sirve, tanto para comprender la complejidad de la naturaleza humana, como para llenarnos de energía y de esperanza para seguir y seguir sin descanso en la apuesta por un mundo mejor a partir del metro cuadrado que pisamos.
En esta ocasión traigo aquí, a uno de los mejores seres humanos, por no decir el mejor, que he tenido la oportunidad de conocer en mi vida. Realmente cuando ahora pienso en todas las extraordinarias personas que he tenido el privilegio de convivir y aprender con ellas, no puedo evitar el sentirme extraordinariamente afortunado.
Del militante comunista y cristiano, cristiano y comunista Antonio Suárez Nieto, estoy convencido que nadie de este mundo, ni de otro que existiese, podrá decir absolutamente nada reprobable. Su naturalidad en el testimonio de bondad, humildad y generosidad incondicional hacen de él en mi opinión, la encarnación más real del mensaje original de Jesús “el hijo del carpintero“. Fue precisamente de él de quien aprendí esta expresión para identificar a Jesús y comprender el signficado más auténtico de ser o sentirse cristiano.
Antonio fue comunista, no porque hubiera bebido en las fuentes del marxismo o se hubiese unido a la lucha sindical, vecinal y política por un barrio, una ciudad y un mundo mejor, que también. Antonio fue comunista, sencillamente porque era, se sentía, pensaba, hablaba y se comportaba como un cristiano, que para él no era otra cosa que colocarse exactamente en el mismo lugar en que se colocó Jesús: en el último de los últimos.
Para mí, personas como Antonio Suárez Nieto constituyen el paradigma de la encarnación cristiana y la radicalidad obrera evangélica. Toda su vida, y tenía 87 años cuando terminé el libro que apasionadamente tuve la oportunidad de escribir sobre él, la dedicó a “amar y servir“. Desafortunadamente ya no está con nosotros, pero puedo asegurar, como así corroboran todos los que le conocieron, que toda su vida fue una apuesta constante, permanente y multifacética en favor de los pobres y explotados.
Él decía que no conocía un mensaje más a la izquierda que el Evangelio y que el Reino de Dios, no es algo que está ahí arriba para consolarnos con esperanzas vanas. Por el contrario, el Reino de Dios para Antonio es algo que se construye, que hay que hacerlo día a día y hacerlo siempre al lado y a favor de los oprimidos y de los últimos, porque fue en ese lugar en el que se colocó Jesús. Por eso afirmaba también con apasionada insistencia, que son del todo insuficiente los rezos, las imágenes y que para nada es necesario participar en ceremonias que consagran la división entre el cielo y la tierra. Para él, lo verdaderamente importante era dotarse de una teoría de la transformación social y de una metodología histórica que nos haga descubrir las raíces sistémicas de las injusticias. Y aun así, Antonio decía, que esto sería netamente insuficiente, porque sin sensibilidad, sin ternura, sin compasión, sin misericordia o sin amor, es imposible construir el Reino o la Utopía de justicia, paz, igualdad y libertad que el mensaje original de Jesús propone.
Rindo pues homenaje de cariño, reconocimiento y suprema admiración a Antonio, como también a su compañera y esposa Amparo, una pareja auténticamente cristiana que respiraba amor, generosidad, bondad y humildad por todos sus poros. Y para que así conste ofrezco aquí cada uno de los capítulos del libro que gracias a sus valiosísimos testimonios que me regalaba en las entrevistas que mantuvimos a lo largo de 2015, salió a la luz en junio de 2016 bajo el título “Amor cristiano y lucha de clases“.
Amor cristiano y lucha de clases
Vídeos de Antonio Suárez
