Sevilla y madrugada

Miedo

SEVILLA Y MADRUGADA

Por José Matías Gil

REQUILORIOS despampanan
las crestas de los cristales,
quiebra el viento los azogues
de las alas de los ángeles
cuando chispean candeleros
entre inciensos y azahares.

Las estrellas son veletas,
las veletas son mensajes,
jeroglíficos con fondo
como aljibes sin brocales
llenos de dolor de espuelas
que crucifican el aire.

Torres mandan, desafían;
espadañas tiemblan, laten.
Magnolios ensanchan sombras;
palmeras alzan varales.

Hay humedades del Río,
hay misterio por las calles,
hay regusto de canela,
hay rumor de colmenares.

Dormitan ciegos palacios
que apolillan alamares,
que oxidan rejas vetustas,
que desploman soportales,
que devanan ambiciones,
explotaciones y sangre
del pueblo al que fatigaron
señoritos de olivares
y caballos y cortijos.

Tras los palacios, corrales;
tras los corrales, los barrios;
tras los barrios, arrabales
apilan carne indefensa
que malvive y que malparte
del mundo a la eternidad
entre quejidos y achaques.

¡Pueblo andaluz de las penas!
¡Pueblo andaluz de las hambres!
¡Pueblo andaluz bajo el peso
de una historia de pesares
más pesada que mil losas,
que una montaña de mármoles!

¡Pueblo, sacude la espalda,
alza la frente, cantares
de esperanza entona y grita
propósito irrevocable
de quebrantar las cadenas,
de acabar con los linajes,
de alzar plazas de justicia,
de inventar las igualdades!


MATÍAS GIL, José. Romances andaluces.
Gallo de Vidrio. Sevilla. 1981. Pág. 93.

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