Una de las aportaciones críticas más lúcidas y agudas en relación al laicismo que he tenido la oportunidad de leer estos días es la que realizó el mundialmente reconocido como uno de los más prestigiosos filósofos, antropólogos y sociólogos del pasado siglo y del actual. Me estoy refiriendo a Edgar Morin, que en 1989 publicó un breve artículo titulado “El agujero negro del laicismo” y en el que básicamente nos dice que el laicismo, no solo se alimenta de tolerancia y pluralismo, sino puede que también de”una religión subyacente de la que era portador, y que se había camuflado en forma de cientifismo y racionalidad. La religión «cato-laica» fundada sobre la Trinidad providencial Razón-Ciencia-Progreso“
Para empezar, baste con decir que aquella vieja racionalidad ilustrada de los siglos XVIII y XIX que dio lugar al laicismo francés y que impregnó la gran mayoría de las Constituciones de las nuevas naciones europeas y americanas, salvo la vieja España monárquico-católica, se basaba en el denominado paradigma científico newtoniano y cartesiano cuyo fundamento residía el mecanicismo, la simplicidad y la linealidad de los fenómenos sociales o naturales. Se trataba de un tipo de racionalidad que era y sigue siendo incapaz de analizar y comprender la realidad en sus multidimensiones y complejidades, ignorando además que cualquier mente humana está siempre sometida a numerosas fuentes de error incurriendo así en falacias de racionalidad. Y es que una ciencia y una razón que ignora a los seres humanos y sus dimensiones subjetivas, afectivas y personales al mismo tiempo que ignora o desconsidera los contextos sociales e históricos en los que los hechos y fenómenos se produces y desarrollan, no es una verdadera ciencia ya que desconoce sus límites y no comprende la compleja naturaleza humana.
Al mismo tiempo, además de que la Razón adquirió un estatus de “Diosa laica“, dando lugar a lo que hoy conocemos como “cientifismo” o creencia en una supuesta omnipotencia de la ciencia, como única y verdadera forma de conocer y comprender con certeza la realidad, dará lugar finalmente a lo que podría calificarse como perversiones deshumanizadas de la ciencia. El cientifismo parte del principio de la separación entre lo teórico y lo práctico, entre conocimiento y acción, ignorando o desconsiderando así que teoría y práctica, no solo se retroalimentan dialécticamente de forma permanente, sino que además lo hacen siempre en un contexto natural, social e histórico concreto con el que interactúa. El cientifismo, al separar siempre el mundo de las ideas del mundo de los hechos, o al aislar los fenómenos para conocerlos más en profundidad, no solo desprovee los hechos de sus condicionantes contextuales, o de los nuevos y sorprendentes fenómenos que ocurren en el desarrollo de esos hechos, sino que además se reconoce incapaz de obtener conocimiento de la práctica y de la acción ya que todo lo reduce a variables dependientes, independientes y extrañas.
Para el cientifismo no es posible apreder u obtener conocimiento de las acciones o de las estrategias y procesos humanos, porque entiende que toda acción humana depende de decisiones psicológicas subjetivas y la ciencia pretende la objetividad para lo cual se dota de un método al que se considera y se pretende que sea siempre puro y no contaminado de elementos subjetivos. Esta es la razón, por la que determinadas ciencias humanas, como la Economía, la Sociología, la Psicología, la Pedagogía o la propia Política para evitar los posibles sesgos de contaminación subjetiva, se dotan de todo un sistema metodológico basado en datos cuantitativos y un gran aparataje estadístico, todo ello con el fin de presentarse como auténticas ciencias desprovistas de cualquier tipo de interpretación o valoración subjetiva.
Lo cierto es y aunque obviamente el método científico y su proceder hipotético-deductivo nos ha llevado a descubrimientos extraordinarios, a una producción de conocimiento casi infinita y a un desarrollo tecnológico inimaginable, nos ha traido también un amplio abanico de lo que podría denominarse “efectos secundarios” o de “contraindicaciones“. Nadie puede dudar hoy por ejemplo, que el método científico asociado al capitalismo o al insaciable apetito de ganancias, al principio de que el planeta Tierra es una fuente infinita de recursos, o a la consideración del ser humano como una mercancía cualquiera que se compra y se vende en el mercado laboral, nos ha conducido a la actual situación en la que una minoría de personas se apropia del noventa porciento de los riquezas del Planeta Tierra, haciendo posible así la amenaza a la supervivencia no solo de nuestra propia especie humana, sino también a la propia vida en el Planeta. Esto ha conllevado también a otros efectos no previstos, como por ejemplo, a la legitimación del divorcio entre vida pública y vida privada, entre ciencia y conciencia, entre razón técnico-instrumental y razón ética, dando lugar así de uno u otro modo a legitimación de otros dioses como por ejemplo, el dios Mercado, el dios Estado, el dios Patriarcado, el dios Progreso, o el dios Neoliberal, que son obviamente los dioses de las religiones laicas de nuestro tiempo.
Estas nuevas realidades, exigen como dice Morin no solo la modernización y puesta al día del laicismo, sino también su movilización para combatir la barbarie provocada por estos “dioses laicos” de hoy que son los que han hecho posible el actual desorden social, civilizatorio e inhumano en el que nos encontramos. Y esto exige ir mucho más allá de la exigencia y la defensa de un espacio público de pluralismo basado en la tolerancia, sencillamente porque una tolerancia mal entendida o sin límites, es la negación de la propia tolerancia, dado que no puede ser nunca ético tolerar la intolerable, es decir, todo aquello que atente contra la vida humana y la igual dignidad de todo ser humano.
Así pues el laicismo, siguiendo a Edgar Morin es algo mucho más profundo, complejo y expansivo que lo expresado y creado por las ideas de tolerancia y el movimiento laico francés de principios del siglo XX y consiste para nuestro autor en “la problematicidad permanente, el cuestionamiento ininterrumpido, la dialógica siempre renaciente, los cuales han hecho y producido lo que la cultura europea ha hecho y producido de más rico y más preciado. Esta problematización, este cuestionamiento, es lo que hay que despertar en el día de hoy contra las nuevas evidencias oscuras, los nuevos ídolos. Lo que debe ser cuestionado y problematizado hoy son, no sólo las Barbaries y los Oscurantismos que subsisten en el mundo contemporáneo, sino también las Barbaries y Oscurantismos nacidos de la Modernidad y que, a veces aliados a las formas antiguas de Barbarie, afluyen sobre nuestro siglo (…) Podemos ahora observar con una mirada mucho más atenta nuestras democracias, no sólo para consagrarnos a corregir sus insuficiencias y carencias antiguas, sino también para percibir sus nuevas carencias y nuevas regresiones, nacidas de los desarrollos tecno-científico-burocráticos. El llamamiento en favor de la democracia cognitiva no es sólo el llamamiento a cursillos nocturnos, escuelas de verano, Universidades populares. Es la llamada a una democracia donde el debate de los problemas fundamentales ya no sea el monopolio de expertos solos y sea llevada hasta los ciudadanos. Como siempre, el esfuerzo histórico por la democratización tropezará con la resistencia de la Casta y de la Nomenklatura que se han apoderado de un monopolio, el del conocimiento- de-los-problemas-reales“.
Dicho de una forma más sencilla. Si el laicismo hoy no es capaz de renovarse y actualizarse a partir de un desarrollo permanente del pensamiento crítico y autocrítico, a la vez que de un pensamiento complejo capaz de aportar más y mejor comprensión humana, más diálogo intercultural, más ética del género humano y una visión más clara y certera de los errores del conocimiento, así como una mayor fraternidad, responsabilidad y solidaridad que cuestione cualquier tipo de dogma, a mí por lo menos, el laicismo de los siglos XIX y XX ya no me sirve. Claro que si hablamos del teocratismo y el papanatismo que a mi juicio todavía padece el conjunto de la sociedad española y muchos otros países, pues realmente tendremos que empezar por lo básico: hacer posible real y efectiva la plena separación entre Iglesia y Estado.
Amigo Juan Luis. He leído tus tres artículos sobre la laicidad y el laicismo y tengo algunas reservas y objecciones, pero que ahora no te las expongo. Lo dejo para más tarde. Ahora solo quiero decirte que citas el artículo de Edgar Morin: El agujero negro del laicismo, haces un enlace, pero tal enlace solo remite a su pag. en Wiki, no al artículo. Y por ello, porque no lo conozco, te ruego me des su enlace o me digas donde encontrarlo. Un fuerte Abrazo. Antonio
Querido y admirado Antonio. Claro que tendrás muchos reparos con estos escritos, sencillamente porque tú sabes muchísimo más de eso y de muchas cosas que yo. El enlace del que me hablas es https://www.atrio.org/MORIN.pdf Un abrazo grande y adelante siempre !!!
No se si te ha llegado el comentario anterior que redacté. Simplemente quería saludarle, decirte que he leído tus tres artículos sobre el laicismo y ahora solo quiero pedirte el enlace al art. de Morin: El agujero negro del laicismo, al que enlazas, pero solo a la Wiki, no a ese art. Como me interesa, comunicanos la dirección web. Un fuerte abrazo. Antonio
Para más claridad Juan M. Batallos, soy Antonio Moreno de la Fuente: amfuentesaez@gmail.com