No puedo negar que hay momentos en mi vida en los que me siento profundamente descorazonado y desesperanzado cuando compruebo que las fuerzas y las organizaciones políticas y sociales de este país que predican un mundo, una sociedad y una España más justa, igualitaria y democrática son incapaces de ponerse de acuerdo para construir espacios de encuentro y de unidad en la diversidad para hacer posible, visible y concreto lo que predican. Y una vez más me doy cuenta de la verdad que encierra aquel mensaje que el insigne sabio, literato y defensor de los Derechos Humanos Universales argentino Ernesto Sabato nos legó para la posteridad en su conocida obra “Antes del fin“:«…La dura realidad es una desoladora confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones, pero siempre habrá algunos empecinados, héroes, santos y artistas, que en sus vidas y en sus obras alcanzan pedazos de lo Absoluto, que nos ayudan a soportar las repugnantes relatividades…»
Por un lado me entran unos irresistibles impulsos de seguir el consejo del sabio de Samos, Epicuro, que en el siglo III a.d.C. nos decía que para conseguir la serenidad y ese estado singular y subjetivo de ausencia de turbación que nos conduce a la paz interior, lo más aconsejable es seguir la máxima de “vive escondido“. Y efectivamente así creo que es, dado que la única forma de vencer el miedo a la muerte, al dolor, al futuro y a los dioses (reyes, tribunos, sacerdotes y demás usurpadores de la libertad y de la singularidad y dignidad de la conciencia individual, añadiría yo) es ser capaz de encontrar refugio en mi propio interior como diría Siddharta Gautama “Buda” porque al fin y al cabo el origen de todo sufrimiento está siempre en la voracidad de nuestros insaciables deseos.
Cada día estoy más convencido de que sin desarrollo interior, sin autoconocimiento, sin desapego, sin crecimiento espiritual y sobre todo sin combate o control permanente de los impulsos de mi ego, nada puedo conseguir y por supuesto jamás podré comprender los gozosos misterios de la generosidad, del amor y de la vida. Sin embargo, a medida que voy envejeciendo viendo como mis compañeros y yo mismo estamos sujetos a las naturales inclemencias de la enfermedad, el dolor físico, la pérdida de capacidades sensoriales y la muerte está cada vez más cerca, me vuelvo a dar cuenta de la caducidad de todo, como nos señala el conocido principio budista de impermanencia.
Esta es pues una de las principales razones que tengo para sentir profunda y paradójicamente que el “vivir escondido” no es una respuesta definitiva, operativa, responsable y solidaria, como tampoco el vivir siempre activo, agitado, estresado, discutiendo, protestando y queriendo llevar la razón a toda costa. Por eso entiendo que todo puede suceder, que siempre hay un espacio para la esperanza, no como sueño idílico o paradisiaco, sino como posibilidad real que emerge de forma casi misteriosa cuando se crean los ambientes, contextos, vínculos y espacios de diálogo desprovistos de prejuicios, estereotipos y ausencia de reconocimiento de la legitimidad del “otro”. Y es que el reconocimiento del otro como legítimo otro, como dice el sabio biólogo chileno Humberto Maturana, no solo es la plataforma sobre la que hay que construir cualquier espacio de encuentro, sino el requisito indispensable para que se establezcan vínculos de afecto, cariño y amor, que son siempre los únicos que dan solidez y sostenibilidad a cualquier proyecto colectivo o asociativo.
Así pues, creo con convicción que ni a mí, ni a cualquier persona le basta con vivir escondido y refugiarse en su propio interior, sencillamente porque los humanos, estamos caracterizados por algo que se llama “sensibilidad” y que se manifiesta en las más diversas expresiones ya sean artísticas, humanas, emocionales, científicas, ecológicas, sociales, compasivas, políticas (no partidaria ni sectaria) o espirituales. Y es esta sensibilidad humana y no meramente sensitiva, sino sobre todo emocional y cargada de valores, la que recorre todos los poros de mi piel y todas mis arterias y venas cuando recuerdo lo sucedido en España y aquí en Camas, hace hoy exactamente 83 años. ¿Cómo puedo entonces permanecer impasible, inactivo, olvidadizo o ajeno a una de las crueldades, barbaridades y asesinatos más ignominiosos y genocidas que el fascismo, el dogmatismo, el sectarismo, la inhumanidad, la soberbia, la ira y los poderes económicos, militares, latifundistas, financieros y eclesiásticos trajeron a nuestro país? ¿Cómo es que los actuales dirigentes políticos de la izquierda que andan de un escenario mediático a otro propinándose descalificaciones y destruyendo espacios de encuentro y de unidad en la diversidad no se dan cuenta del avance del fascismo?
Por esto es bueno recordar lo que decían aquellos generales fascistas y genocidas, no para decirnos ahora lo crueles que fueron, si no tal vez para mostrarnos que eran seres humanos cuya inhumanidad, culto a la muerte, ambición, deseos de poder y mando son características de la condición humana y por tanto también de mi mismo que escribo esto, algo que únicamente podemos compensar con el desarrollo de nuestra sensibilidad humana, de la espiritualidad y nuestro propio interior y con la apuesta radical sin ningún tipo de miedos ni titubeos por los valores éticos que fundamentan la Declaración de los Derechos Humanos Universales. Así el conocido general Mola, conocido como “El director del Golpe” decía por aquellas fechas: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándoles castigos ejemplares, a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas (…) No hay aquí otro camino que llevar las cosas hasta el final, hasta el aplastamiento del adversario; ¿Parlamentar? ¡Jamás! Esta guerra tiene que terminar con el exterminio de los enemigos de España; En este trance de la guerra, yo ya he decidido la guerra sin cuartel (…) A los militares que no se han sumado al Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el ejército, fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo (…) El arte de la guerra yo lo definiría así: Es el medio de juntar veinte hombres contra uno y, a ser posible, matarlo por la espalda (…)Hay que sembrar el terror. Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”.
A su vez, el general Queipo de Llano, conocido popularmente como “El carnicero de Sevilla” que sigue enterrado en honores de santidad (demoniaca) en la Basílica de la Macarena, decía a voz en grito por las ondas de la radio monstruosas barbaridades y aberraciones como esta: “Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré matar (…) perseguir a los rojos como a fieras, hasta hacerlos desaparecer a todos (…) Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”.
Y para santificar todo esto y dar legitimidad católica a tanta crueldad y terror, vienen los cardenales y obispos españoles a bendecir tamaño genocidio que le lleva a decir a Franco: “Nuestra guerra no es una guerra civil, una guerra de pronunciamiento, sino una Cruzada de los hombres que creen en Dios, que creen en el alma humana, que creen en el bien, en el ideal, en el sacrificio, que lucha contra los hombres sin fe, sin moral, sin nobleza… Sí, nuestra guerra es una guerra religiosa. Nosotros, todos los que combatimos, cristianos, musulmanes, somos soldados de Dios y no luchamos contra otros hombres, sino contra el ateismo y el materialismo, contra todo lo que rebaja la dignidad humana, que nosotros queremos elevar, purificar y ennoblecer…”
¿Cómo puedo entonces olvidar? ¿Cómo no indignarme y rebelarme contra aquellas actitudes, comportamientos, hechos y crímenes contra un régimen político legal y legítimo que intentaba crear mayores cotas de justicia, cultura, educación e igualdad social? ¿Cómo no recordar y rendir el más profundo y sentido de los homenajes a aquellos centenares de hombres que desde la Cuenca Minera de Riotinto y desde San Juan del Puerto y Valverde del Camino vinieron a Sevilla a dar su corazón, su sentir y su vida en favor de la democracia, la libertad, la dignidad y humana y la República?
Por eso hoy, como ciudadano de Camas, como ser humano convencido de que tenemos que crear espacios de encuentro desde abajo y más allá de las cúpulas de las burocracias partidarias para seguir y seguir avanzando en la unidad por la defensa de los Derechos Humanos Universales, vuelvo a estar esperanzado, vuelvo a ponerme en primera línea, vuelvo a regalar lo que tengo, lo que puedo, lo que sé en favor de los grandes valores que fundaron y movieron al compromiso y al sacrificio a aquellos hombres. Porque aquellos hombres, los 25 que murieron masacrados en La Pañoleta, los 67 que fusilaron en diversos lugares el 30 de agosto basándose en un falaz y radicalmente mentiroso delito de “rebelión” cuando los rebeldes eran los juzgadores, más todos aquellos que murieron en la hudia y los que tuvieron la suerte de encontrar refugio y sobrevivir, siempre, siempre, siempre, serán mis hermanos, mis compañeros, mis camaradas y mis maestros de apuesta por valores éticos, de generosidad y de valentía.
Y todo esto me sirve finalmente para decir, que ser, sentirse, comprometerse con la Memoria Histórica y Democrática de nuestro país, de Andalucía y de Camas, hacerse memorialista y comportarse como tal significa también y al mismo tiempo ser, sentir y comprometerse con los valores democráticos, con el republicanismo y contra cualquier forma de fascismo. Ser memorialista pues, es también ser republicano y antifascista.
Termino pues INVITANDO A TODA LA CIUDADANÍA A QUE SE SUME AL ACTO QUE TENDREMOS ESTA TARDE EN CAMAS y que comienza a las 20 horas en la Plaza del Ayuntamiento y continua a las 20.45 en la Rotonda de los Mineros.
Viva LA COLUMNA MINERA DE RIOTINTO !!!
Magnífico acto que debería repetirse por doquier… Extraordinaria exposición de mi amigo Batalloso.
Espero que acabe en grandioso y sea una primera roca para el dique que hay que construir para detener el avance del fascismo.
Ya me hubiera gustado asistir físicamente al acto celebrado esta tarde en Camas. Espero que haya sido un éxito.
Son indignantes las palabras de Mola y Queipo de Llano. Sobre todo porque no se quedaron en palabras sino que las llevaron trágicamente a cabo. Mi indignación sube al máximo imaginable cuando la jerarquía de la Iglesia española santificó y legitimó el odio y las matanzas contra los que no pensaban como ellos. Pienso, y creo que tengo razón, que no existe mayor mal que hacer daño en nombre de Dios, porque la crueldad queda legitimada al desarrollar en los verdugos la convicción de que actúan en defensa de unos valores divinos. Un gran abrazo, J. Melero.