Por Juan Miguel Batalloso Navas


H ay días y momentos en la vida de un ser humano en los que todo se derrumba y eso de andar siempre esperanzado diciendo “la toalla ni pa Dios” no pasa de ser una soberana estupidez ante el irrefutable e inexcrutable zarpazo de la muerte.
En esos días, todo es negro y nada hay que penetre en lo profundo del corazón para hacerlo cambiar de color y tono. Y es en esos días, sin saber por qué, un efluvio de sensaciones intensamente amargas, suben desde mis entrañas y dan vueltas y vueltas sin parar en mi conciencia para finalmente convertirse en lágrimas de intensa y profunda pena. Y esto es lo que siento en este instante y ha venido martilleando todo mi ser desde que esta mañana me enteré que Juan Bosco Díaz Urmeneta, “El Bosco”, ha abandonado el mundo de los vivos y nos ha dejado para siempre.
¿Qué sentido tiene todo esto?¿Por qué tiene que acabar para siempre?¿De qué sirven las palabras cuando ya no podemos escucharlas? ¿Acaso hay algo que pueda reponer el vacío eterno que deja la muerte?¿Por qué hay que luchar, morir y sufrir tanto para conseguir tan poco? ¿Vale la pena realmente? Sin embargo hay personas que desde la humildad, el humor y el amor se liberan de la mediocridad y la toxicidad de un sistema social alienante y opresivo y nos hacen sentir, como diría Ernesto Sabato, chispazos electrizantes de lo Absoluto. Y una de esas personas fue para mí Juan Bosco Díaz Urmeneta, “El Bosco”.
No tuve con él contacto frecuente y nuestros encuentros prácticamente desaparecieron a partir de 1983, cuando abandonó la Secretaría Provincial del Partido Comunista de España en Sevilla. No obstante, sus chispazos de humor-amor clarividente y de serena y férrea voluntad de compromiso con los más débiles de la sociedad y de la Historia, alumbraron y siguen alumbrando mi prosaica existencia.
Visto en perspectiva, El Bosco jamás fue un personaje de esos que medran y hacen de su existencia personal una larga carrera de cargos políticos y públicos. Con razón, son muchas las personas que como yo creemos, que nuestra sociedad, una parte importante de nuestros políticos y especialmente nuestros medios de comunicación han llegado a un nivel de mediocridad, toxicidad y estupidez tan extraordinariamente grande, que lo que siempre fue rechazable lo hemos convertido, no solo en aceptable, sino incluso en deseable. Así, lo que consideramos normal, no es más que una forma más de la patología de nuestro tiempo: esa que ahora llama libertad a la posibilidad de poder tomarse o no unas cervezas, o esa que blanquea, naturaliza, normaliza y legitima el fascismo en todas sus formas. Pero ahí estaba “El Bosco” para decirnos siempre sonriente que verdad, bondad y belleza, son ontológica y cotidianamente superiores en todos los órdenes a la falsedad, la mentira, la maldad, el odio, la fealdad y la estupidez. No en vano, El Bosco desarrolló tanto su natural sensibilidad humana y artística, que acabó por convertirse, no solo en un Maestro de Estética y todo un excelente y prestigioso profesor de Filosofía y Comunicación, sino también en un Maestro de Humanidad, Humildad y Humor.
Nadie podía sustraerse a su perenne sonrisa y a sus agudas y penetrates preguntas que, no solo te hacían pensar, sino que además, de forma suave, calmada y respetuosa, sin que te dieras apenas cuenta, desmontaban los presuntuosos argumentos de quien toma la palabra en una reunión para lucirse y engordar su ego. O también, los de aquellos de la izquierda cejijunta y dogmática, que siguen y siguen sin parar afirmando y sosteniendo que si nuestros deseos chocan contra la realidad, peor para la realidad.
Recuerdo con profunda emoción que en varias ocasiones de las muchas veces que fui a visitarlo a la C/ Teodosio de Sevilla, en donde estaba la sede del Comité Provincial del PCE, allá por los años 80 y 81 del pasado siglo, me hablaba con pesar de la crisis de valores éticos en la que estábamos inmersos y de la previsible caida del comunismo real poniéndome como ejemplo la propia situación del PCE de aquel entonces. De hecho, el PCE en 1982, obtuvo únicamente cuatro diputados. Y esas reflexiones me las hacía para responderme a las quejas que yo casi siempre iba a plantearle en relación al funcionamiento y la orientación que iba tomando la Agrupación Local del PCE de Camas, de la que yo era el responsable. Al final, siempre me decía: “Tranquilo, Batalloso, que vosotros en Camas lo estáis haciendo muy bien“.
Nunca me faltó de él una palabra de ánimo, una pregunta estimulante o un guiño en forma de sonrisa para decirme que teníamos que seguir, que había que seguir en nuestro empeño de mejorar las condiciones de vida de las capas sociales más desfavorecidas.
Igualmente llevo grabada en mi corazón una visita que me hizo expresamente y en la que estuvo en mi casa hasta la madrugada para pedirme que me incorporara al Comité Provincial del PCE. Sus palabras de apoyo, reconocimiento e incluso admiración hacia mi persona y a la labor que venía haciendo en el metro cuadrado de mi ciudad, realmente me cautivaron en un tiempo en el que mi voluntad flaqueba. Recuerdo que cuando nos despedimos me dijo algo así, como que yo era un tozudo y un cabezón porque no quería comprender ni aceptar que lo que en realidad me estaba pidiendo era ayuda.
No, aquella maravillosa petición que tanto me estimuló años más tarde a incorporarme a las listas del PCE de mi ciudad, no quise aceptarla y desde aquel entonces no he podido remediar rechazar otras ofertas de corte parecido. En el fondo y de algún modo, seguí su ejemplo, porque a partir de 1983, El Bosco dimitió de secretario provincial, siendo sustituido por otro de los más grandes intelectuales y políticos que lo han dado todo al PCE de Sevilla: Javier Aristu. Y así, ahora que hago memoria puedo decir que ni me gustan los cargos, tampoco las representaciones y huyo de las instituciones porque cada vez creo con mayor convicción que las organizaciones e instituciones al burocratizarse y al priorizar la representación y el espectáculo sobre la participación y el análisis crítico y autocrítico, terminan por fosilizarse y abandonar los fines originales pretendidos.
Bosco, querido, como te dije la última vez que hablé contigo hace tan solo unos meses, te vuelvo a repetir que siempre te admiré, que siempre te reconocí en tu sabiduría y comprensión humana, que siempre te tuve como un ejemplo y referente de Humanidad, Humildad, Humor y Amor. Pero hay algo, que no recuerdo ahora si te dije en alguna ocasión: tu naturalidad y sencillez al concretar en tu vida diaria y en tu compromiso sociopolítico, los valores del cristianismo original que fundamentaron tus opciones éticas en el compromiso militante por los valores del socialismo y el comunismo. Algo por cierto, que para mí es cada día más obvio y natural ya que como decía el Santo Helder Camara, “Si doy pan a un pobre, me dicen que soy un santo. Pero si me pregunto por las causas de la pobreza me dicen que soy comunista“. Esta es la razón, Bosco querido, por la que te reverencio, agradezco y me sumo a tantos y tantos que como yo te reconocemos y te queremos. Descansa en paz querido. Siempre estarás en mi corazón. Sigamos !!!
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Localmente, participa y trabaja en la Asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática” En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.
Lo conocía de la Universidad.
Mis respetos
Magnífico panegirico
🌹🌹🌹
Querido Juan Miguel, cuando una persona como El Bosco deja el cuerpo que lo mantenía en esta dimensión hay que hacer una fiesta, una gran fiesta, para brindar con él, que ya nos traspasa, y celebrar la suerte que ha tenido en esta escuela de aprendizaje que es la vida. Él, como tú dices, llegó a ser un gran maestro que aportó al arca común de la humanidad lo mejor de su persona: trabajo, sabiduría y bondad. Tú tuviste la fortuna de conocerlo, compartir y aprender con él. No estés triste, la muerte es una ilusión, como esta realidad. Si transciendes lo mental y haces el silencio,
conectarás con esa gota de agua, que era Juan Bosco Díaz, y te dirá que ya goza de la plenitud del mar inefable del que todo y todos formamos parte. Sé que tú todo esto lo sabes y veo natural que pases el duelo por el amigo, pero te animo, por el cariño y la admiración que te tengo, a que superes pronto el velo de la separación y festejes en tu corazón la suerte del amigo y la tuya. ¡Adelante, como siempre nos animas, y sigue iluminándonos!
Un fuerte abrazo.
Mi siempre querido Rafael, muchísimas gracias por tu comentario y por tu reflexión acerca de la muerte y el dolor de la pérdida. Efectivamente todo esto es como un sueño que hemos tenido la suerte de soñar y por eso agradecer. Y efectivamente también hacer silencio interior es la clave que conecta, conexiona, vincula y nos hace sentir que somos apenas minúsculos granos de arena o finísimos hilos trenzados en un infinito desierto o en un infinito tejido de estrellas. Siempre gracias por tus vídeos y por es Kyrie de la misa criolla que acabo de escuchar y sentir. Siempre gracias por SER y estar a mi lado en esta búsqueda, o mejor, en este sentir en el que vibro al conectar con el universo entero, ya sea mediante el silencio interior o mediante sostenidos sentimientos de amor, que en suma y a estas alturas de mi vida, creo que es lo único que tiene sentido en todo este caos civilizatorio. Un abrazo grande querido y sigamos !!!