Cura de adelgazamiento
El ser total sólo puede captarse asumiendo la crisis del humanismo, lo que no significa abandonarse a la técnica sino convalecencia o cura de adelgazamiento tanto de la hipertrofia del sujeto y su pretendida importancia, como de la fe ciega en la técnica y su exaltación descontrolada. O sea, sólo dando un carácter relativo e histórico a la técnica y a la metafísica que está en su origen y moderando las pretensiones de la subjetividad nos ponemos en condiciones de captar lo verdaderamente importante de la realidad, el ser, que ni está en el trasfondo del sujeto ni tras alguna de sus representaciones, sino que aparece y se oculta en los organismos de comunicación que constituyen la sociedad, esto es, en el lenguaje, en la cultura y en las tradiciones.
El ser pierde su carácter de estabilidad, de solidez metafísica, de fuerza o energía, y cobra un sentido más débil 1 Ref.Vattimo, Fin de la modernidad. Pg. 108 en cuanto vinculado a lo que pasa, lo mortal, lo que se transmite de generación en generación: la tradición cultural que se despliega y se desvanece con las generaciones. Este ser tiene mucho que ver con la nada, con el nacer y perecer.
El ateísmo clásico (Feuerbach) creía que con la muerte de dios se liberaba al hombre, al reapropiarse su esencia alienada en el ídolo de lo divino. Pero el ateísmo contemporáneo (Nietzsche) piensa que con la muerte de dios no hay reapropiación: negar a dios no supone afirmar al hombre: se acabaron todos los fundamentos.
Heidegger piensa de manera parecida la relación entre el hombre y la metafísica; como ya se ha dicho, no se puede negar el uno sin negar al otro.
A diferencia de Husserl y otros existencialistas que consideran la crisis del humanismo como una invasión de las ciencias de la naturaleza sobre las del espíritu y ponen la salida de ésta en recuperar la función central del sujeto, Heidegger considera que la crisis del humanismo y la de la metafísica son una misma cosa y que tanto el humanismo como la técnica no son más que el mismo desarrollo de la metafísica y por lo tanto no son valores alternativos.
En efecto, el humanismo consiste en la definición del hombre como subiectum (lo que subyace). Pero este subiectum, además de perder su carácter de substrato material y transformase en las representaciones de la conciencia (según Descartes), se define cada vez más como relativo al objeto, así el yo cartesiano es conciencia de una evidencia: la conciencia define al sujeto y la evidencia a la realidad objetiva.
La técnica niega el humanismo no porque el triunfo de la racionalización niegue los valores humanistas sino porque representa el remate de la metafísica y requiere la superación del humanismo. La técnica es el desarrollo de la racionalidad metafísica que estructura el mundo en conexiones causales previsibles. Esto es, la técnica lo envuelve todo, no necesita sujeto, es El mundo feliz de Aldous Huxley.
La muerte del sujeto.
Toda afirmación o defensa del sujeto como individuo es defensa de un cientismo desmesurado que es un desarrollo de sus representaciones y es un olvido del ser en su totalidad (estar en el mundo, historicidad).
Este humanismo es represivo y ascético en cuanto modela al sujeto según la objetividad científica; al atribuir al hombre un carácter de sujeto permanente olvida su historicidad y sus diferencias.
Detrás de la objetividad científica está el ser envolvente como tiempo y acaecer. Detrás de la conciencia frente a la evidencia está nuestro existir como proyecto. Todo esto ha de entenderse sin suponer ningún tipo de reapropiación.
La crisis del humanismo se debe al fin de la metafísica desarrollada al máximo en la técnica que sobrepasa la oposición sujeto-objeto. Y esto porque el sujeto al que se pretende defender de la deshumanización técnica es la raíz de ella; es función del mundo objetivo y tiende a convertirse en objeto.
Por consiguiente, sólo queda vivir la crisis del humanismo que no significa abandonarse a la técnica sino convalecencia tanto de la técnica que ha de tener el mismo carácter relativo e histórico de la metafísica y la tradición. Como de la subjetividad que ha de someterse a una cura de adelgazamiento que le permita captar que lo importante de la realidad (el ser) no es tanto lo que subyace en el hombre o sus representaciones como lo que aparece y se oculta en los organismos de comunicación que constituyen la sociedad, lo que nos une.
“Cierto la muerte pone fin a las miserias de esta vida, – nos dice Hegel 2 Ref.Filosofía el espíritu. & 573. Cf. FILOSOFÍA Y FILOFICCIÓN: septiembre 2012 citando al poeta Dschelaleddin Rumí – y sin embargo la vida tiembla ante la muerte. Así tiembla el corazón ante el amor como si estuviera amenazado de muerte. Porque cuando despierta el amor muere el yo el severo déspota. Oh, déjalo morir en la noche y respira libre en la aurora.”
Y es que en el goce estético, como en el amor y en un conocimiento abierto recobramos momentáneamente la unidad de nuestro ser, liberándonos de nuestra propia individualidad.
¿Puede tener todo esto alguna relación con las experiencias de solidaridad a que nos han forzado los días de confinamiento?
Referencia