EL PENSAMIENTO COMPLEJO: Edgar Morin (3)

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Por Leandro Sequeiros San Román y José Luis San Miguel

Edgar Morin cumple 100 años el 8 de julio. Por eso es necesario recuperar su legado. En las fronteras de las ciencias, de las tecnologías y de las religiones se está configurando un modelo de universo complejo. Este modelo presupone una realidad múltiple, contradictorio-complementaria, danzante y fluyente, una Naturaleza heraclitiana. Pero ¿quién puede asegurar que sigue siendo así en profundidad? ¿Es múltiple y compleja la raíz más honda de lo Real? ¿Es múltiple y complejo lo Real-en-sí? ¿Se equivocaron Parménides y los Upanishad? Con ocasión del centenario del nacimiento de Edgar Morin recuperamos que en sus escritos está hoy suministrando una descripción magistral de lo que la tradición hindú de la Vedanta Advaita denomina Maya, la Gran Ilusión Cósmica. Pero lo Real, Lo Simple, sigue oculto tras el velo. Una de las corrientes sobresalientes del pensamiento contemporáneo ha conducido, en la línea de Bergson, Whitehead y el mismo Teilhard de Chardin, a la superación del racionalismo reduccionista de tradición cartesiana por un nuevo paradigma holístico, al que Edgar Morin ha contribuido desde el enfoque sistémico de la complejidad.

El cambio de paradigma: Edgar Morin y el pensamiento ecologizado

          En una texto inédito del mismo Morin (publicado en Gazeta de Antropología, 1996 número 12 artículo 1) titulado “El pensamiento ecologizado“, afirma que

«…Lo esencial de la consciencia ecológica reside en la reintegración de nuestro medio ambiente en nuestra consciencia antroposocial y en la complejización de la idea de naturaleza a través de las ideas de ecosistema y de biosfera. Al ocuparse de ecosistemas formados por constituyentes físicos, biológicos y sociales dependientes, cada uno, de disciplinas especializadas, la ecología constituye «una ciencia de nuevo tipo» que, contrariamente al dogma de la hiperespecialización que ha regido el desarrollo de las disciplinas científicas, exige un saber global competente en diferentes dominios. El pensamiento ecologizado posee un «aspecto paradigmático», pues rompe con el paradigma de simplificación y disyunción y requiere un paradigma complejo de la auto-eco-organización…»

Este texto que aquí presentamos fue recopilado en: E. Morin, G. Bocchi y M. Ceruti, Un nouveau commencement, París, Seuil, 1991: 179-193. Publicado por primera vez en Le Monde diplomatique, octubre 1989. Resumen y traducción de José Luis Solana Ruiz, Departamento de Filosofía del Derecho, Moral y Política de la Universidad de Granada. Agradecemos a Edgar Morin su amable autorización para traducir y publicar el texto.

Para Morin,

«…En el ámbito de la antropología, este paradigma rehúye la concepción «extra-viviente» del ser humano y define a éste por su inserción (somos íntegramente seres bio-físicos) a la vez que por su distinción (distanciamiento bio-socio-cultural a través del proceso evolutivo) con respecto a la naturaleza. En virtud del principio auto-eco-organizacional complejo, no se puede separar un ser autónomo (autos) de su hábitat bio-físico (oikos), a la par que oikos está en el interior de autos sin que por esto autos cese de ser autónomo. La auto-eco-organización propia de los seres vivos significa que la organización físico-cósmica del mundo exterior está inscrita en el interior de nuestra propia organización viviente…»

Finalmente, Morin insiste sobre la dimensión planetaria de los principales problemas

La conciencia ecológica

En primer lugar, Morin repasa los hitos más sobresalientes de la hisotira de la ecología y la emergencia de una conciencia ecológica.

Para Morin,

«…Durante los años 1969-1972, la conciencia ecológica suscita una profecía de tonos apocalípticos. Anuncia que el crecimiento industrial conduce a un desastre irreversible, no solamente para el conjunto del medio natural, sino también para la humanidad. Es necesario considerar como histórico el año 1972, el del informe Meadows encargado por el Club de Roma y que sitúa el problema en su dimensión planetaria. Es verdad que sus métodos de cálculo fueron simplistas, pero el objetivo del informe Meadows constituía un primer esfuerzo por considerar en conjunto el devenir humano y el biológico a escala planetaria. Del mismo modo, los primeros mapas establecidos en la Edad Media por los navegantes árabes comportaban enormes errores en la situación y la dimensión de los continentes, pero constituían el primer esfuerzo para concebir el mundo…»

Y concluye:

«…Desde nuestro punto de vista ahora, con la distancia, podemos ver mejor lo que había de secundario y de esencial en la toma de conciencia ecológica. Lo que era secundario, y que algunos tomaron por lo principal, era la alerta energética. Muchos espíritus de la primera ola ecológica creyeron que los recursos energéticos del globo se iban a dilapidar muy rápidamente. De hecho, las potencialidades ilimitadas de energía nuclear y de energía solar indican que la amenaza fundamental no es la penuria energética. El segundo error fue creer que la naturaleza requería una especie de equilibrio ideal estático que era necesario respetar o restablecer. Se ignoraba que los ecosistemas y la biosfera tienen una historia, hecha de rupturas de equilibrios y de reequilibraciones, de desorganizaciones y de reorganizaciones…»

La Madre Naturaleza es al mismo tiempo una Madrastra.

Para Morin,

«…Podemos preguntarnos si los ecosistemas no son una especie de computers, ordenadores salvajes que se crean espontáneamente a partir de las inter-computaciones entre los vivientes, los cuales (bacterias, animales) son todos seres cuya organización comporta siempre una dimensión computante y su actividad una dimensión cognitiva. Incluso las plantas poseen estrategias; algunas, por ejemplo, se esfuerzan en luchar unas contra otras por el espacio y la luz; así, los rábanos secretan unas sustancias nocivas para alejar a las otras plantas de su vecindad; los árboles se empujan en los bosques para buscar el sol; las flores disponen de estrategias para atraer a los insectos libadores (…) De todos modos, las nociones de ecosistema y de biosfera son extremadamente ricas y complejas e introducen sus riquezas y sus complejidades en la idea, hasta ahora solamente romántica, de Naturaleza (….).Estamos, pues, en presencia de una ciencia de nuevo tipo, sustentada sobre un sistema complejo, que apela a la vez a las interacciones particulares y al conjunto global, que, además, resucita el diálogo y la confrontación entre los hombres y la naturaleza, y permite las intervenciones mutuamente provechosas para unos y otra…»

El pensamiento ecologizado

Edgar Morin profundiza más en esta materia:

«…Examinemos ahora el aspecto paradigmático del pensamiento ecologizado. Doy al término «paradigma» el siguiente sentido: la relación lógica entre los conceptos maestros que gobiernan todas las teorías y discursos que dependen de él. Así, el gran paradigma que ha regido la cultura occidental durante los siglos XVII al XX desune el sujeto y el objeto, el primero remitido a la filosofía, el segundo a la ciencia, y, en el marco de este paradigma, todo lo que es espíritu y libertad depende de la filosofía, todo lo que es material y determinista depende de la ciencia. Es en este mismo marco donde se produce la disyunción entre la noción de autonomía y la de dependencia. La autonomía carece de toda validez en el marco del determinismo científico y, en el marco filosófico, expulsa la idea de dependencia. Ahora bien, el pensamiento ecologizado debe necesariamente romper este paradigma y referirse a un paradigma complejo en el que la autonomía de lo viviente, concebido como ser auto-eco-organizador, es inseparable de su dependencia…»

Y concluye este capítulo:

«…He aquí, pues, un principio fundamental del pensamiento ecologizado: no sólo no se puede separar un ser autónomo (Autos) de su hábitat cosmofísico y biológico (Oikos), sino que también es necesario pensar que Oikos está en Autos sin que por ello Autos deje de ser autónomo y, en lo que concierne al hombre, éste es relativamente extranjero en un mundo que, no obstante, es el suyo. En efecto, somos íntegramente hijos del cosmos. Pero, por la evolución, por el desarrollo particular de nuestro cerebro, por el lenguaje, por la cultura, por la sociedad, hemos llegado a ser extraños al cosmos, nos hemos distanciado de este cosmos y nos hemos marginado de él…»

La reforma paradigmática

Según Morin,

«…De algún modo, estamos gobernados por un paradigma que nos constriñe a una visión separada de las cosas; estamos habituados a pensar al individuo separado de su entorno y de su habitus, estamos habituados a encerrar las cosas en sí mismas como si no tuviesen un entorno. El método experimental ha contribuido a desecologizar las cosas. Extrae un cuerpo de su entorno natural, lo coloca en un entorno artificial que es controlado por el experimentador, lo que le permite someter este cuerpo a pruebas que determinen sus reacciones bajo diversas condiciones. Pero hemos adquirido el hábito de creer que el único conocimiento fiable era aquel que surgía en los entornos artificiales (experimentales), mientras que lo que ocurría en los entornos naturales no era interesante porque no se podían aislar las variables y los factores. Ahora bien, el método experimental se ha revelado estéril o perverso cuando se ha querido conocer a un animal por su comportamiento en laboratorio y no en su medio natural con sus congéneres…»

Y concluye:

«…Lo que hay que cambiar ahora es el principio fundamental de nuestro pensamiento. De un lado, la presión de complejidad de los acontecimientos, la urgencia y la amplitud del problema ecológico nos impelen a cambiar nuestros pensamientos, pero es necesario también que por nuestra parte haya un impulso interior que apunte a modificar los principios mismos de nuestro pensamiento…»

La convergencia planetaria

Sigue el hilo de su discurso:

«…Llegamos aquí al problema planetario. El aspecto meta-nacional y planetario del problema ecológico apareció desde los años 1969-1972. La amenaza ecológica ignora las fronteras nacionales. La contaminación química del Rin afecta a Suiza, Francia, Alemania, los Países Bajos, los rivereños del mar del Norte. Hemos visto la extrema insolencia de la nube de Chernóbil: no sólo no respetó los estados nacionales, las fronteras francesas, la Europa del Oeste, sino que incluso desbordó nuestro continente. El problema Chernóbil, en su naturaleza planetaria, se junta con el problema del aumento del CO2 en la atmósfera, del agujero de ozono sobre la Antártida…»

Y concluye que

«…Los problemas fundamentales son planetarios, y una amenaza de orden planetario planea ya sobre la humanidad. Debemos pensar en términos planetarios no solamente con respecto a los males que nos amenazan, sino también con respecto a los tesoros ecológicos, biológicos y culturales que hay que salvaguardar: la selva amazónica es un tesoro biológico de la humanidad que hay que preservar, como, en otro plano, hay que preservar la diversidad animal y vegetal, y como hay que preservar la diversidad cultural, fruto de experiencias multimilenarias que, lo sabemos hoy, es inseparable de la diversidad ecológica. Más rápidamente y más intensamente que todas las otras tomas de conciencia que son contemporáneas, las tomas de conciencia ecológicas nos obligan a no abstraer nada del horizonte global, a pensarlo todo en la perspectiva planetaria…»

Edgar Morin y la teoría de Gaia

En este artículo, Morin dedica un homenaje a las ideas de James Lovelock y Gaia:

«…La humanidad está en la biosfera, de la que forma parte. La biosfera está en derredor del planeta Tierra, del que forma parte. Hace pocos años, James Lovelock propuso la hipótesis Gaia: la Tierra y la biosfera constituyen un conjunto regulador que lucha y resiste por sí mismo contra los excesos que amenazan con degradarlo. Esta idea puede pasar por la versión eufórica del ecologismo, con respecto a la versión pesimista del Club de Roma. Así, por ejemplo, Lovelock piensa que Gaia dispone de regulaciones naturales contra el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera y que encontrará por sí misma medios naturales para luchar contra los agujeros de ozono aparecidos en los polos. Sin embargo, ningún sistema, ni siquiera el mejor regulado, es inmortal, y un organismo autorreparador y autorregenerador muere si un veneno lo toca en su punto débil. Es el problema del talón de Aquiles. También la biosfera, ser vivo, aun si no es tan frágil como podríamos creer, puede ser herida de muerte por el ser humano…»

Y prosigue:

«…“La idea Gaia re-personaliza la Tierra. Y esto es tanto más interesante cuanto que, desde hace veinte años, es todo el planeta Tierra el que aparece como un ser vivo, no en el sentido biológico, con un ADN, un ARN, etc., sino en el sentido autoorganizador y autorregulador de un ser que tiene su historia, es decir que se forma y se transforma manteniendo su identidad. Las ciencias de la Tierra confluyeron en los años 60 en una concepción sistémica de la unidad compleja del planeta Tierra. Estas múltiples ciencias (climatología, meteorología, vulcanología, sismología, geología, etc.) no se comunicaban unas con otras. Ahora bien, las exploraciones de la tectónica de placas submarinas resucitaron la idea de deriva de los continentes que había lanzado Wegener a principios de siglo y revelaron que el conjunto de la Tierra constituía un sistema complejo animado por movimientos y transformaciones múltiples. Así, hay un sistema organizado llamado «Tierra», hay una biosfera que tiene su autorregulación y su autoorganización. Podemos asociar la Tierra física y la Tierra biológica y considerar, en su complejidad misma, la unidad de nuestro planeta…»


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