EL REGALO Y LA CAJA

Por Concepción Ojeda Córcoles

EL REGALO Y LA CAJA

Cuenta la mitología griega que Zeus, el padre de todos los dioses, ordenó castigar a Prometeo, un titán que tuvo compasión por el estado de los seres humanos, de no poderse calentar ni cocinar los alimentos, y robó el fuego del Olimpo, que poseían los dioses regalándoselo a los hombres.

La venganza del máximo padre no sólo recayó sobre su autor. Prometeo fue encadenado en los Cárpatos y expuesto a que un águila devorase cada día, su hígado que se regeneraba. Esa águila a su vez era el símbolo del egoico dios.

Ya posteriormente Prometeo había obtenido de su hermano Epimeteo, el juramento de que nunca aceptaría regalo de los dioses, por estar dotados estos de una naturaleza maliciosa y vengativa. 

Mientras, Zeus ordenaba a su hermano Hefesto, dios del inframundo que esculpiera una figura femenina semejante a las diosas. En esta réplica cada dios puso su cualidad característica. Atenea le enseñó la sabiduría y el arte de tejer; Afrodita la belleza en todo su esplendor; Hermes la elocuencia y la sagacidad; Apolo la música y tocar instrumentos musicales. A esta joven se le dio el nombre de Pandora que significa aquella que ha recibido todos los dones.

Así y con una caja o vasija cerrada, que bajo ningún concepto debería abrirse, fue presentada a Epimeteo, como un regalo. Este en un principio lo rehusó, acordándose del juramento prestado a su hermano Prometeo, pero la belleza de la joven lo cautivó y decidió aceptar los regalos, escondiendo la caja en un lugar muy seguro. 

La curiosidad llevó a Pandora, a averiguar el lugar del escondite y romper el sello. Desilusionada al ver que estaba vacía, la cerró rápidamente.

La venganza del padre de los dioses se había consumado en ese mismo momento, pues todos los males y desgracias se extendieron por la tierra, alojándose en los propios hombres. Enfermedades, guerras, sufrimientos, hambre, odio, envidia, ira, abusos y dominaciones; acamparon a sus anchas desde entonces, mientras que en el fondo de la caja cerrada latía la esperanza. Lo único que no pudo escapar.

Aceptar un regalo es un reto, pues como todo don, nunca sabemos sus consecuencias ni la acción sobre nosotros. Se que esto puede incomodar, ya que nuestras responsabilidades tienen como base un sistema flotante donde la validez está asentada sobre la inconsistencia del hedonismo y el narcicismo, así pueden chocar con la calidez de nuestras emociones.

Regalar un pañuelo, una tostadora o un viaje, no podemos calcular si será un punto de inflexión en otro, pues somos sujetos pasivos hasta el momento de aceptarlo, sin ser conscientes de que tal vez, una cadena de acontecimientos puede entretejer nuestra vida y marcarla.

En esta historia, Pandora es un regalo, creada para ello y portadora de otro regalo – su caja de horrores -.  Igual que Eva en el Paraíso, prueba las manzanas, impulsada por la curiosidad y la búsqueda del conocimiento, ambos actos de consecuencias milenarias.

Pandora y Eva son buscadoras de sabiduría y no maléficas mujeres que llevan las desgracias al hombre por sus cabezas. Al igual que tantísimas mujeres anónimas, pensadoras, ilustradas, científicas, descubridoras y místicas de todos los tiempos. Mujeres en silencio, la mayoría, y escondidas muchísimas veces, excluidas del poder detentado por hombres, silenciadas, en el total anonimato o suplantada por hombres, castigadas y asesinadas por el simple hecho de pensar diferente, por ser mujer, unido a lo más temido y peligroso de todo: buscar el conocimiento. Aunque haya de todo.

¿Qué había antes de nuestra era y por qué la necesidad de obtener respuestas a todos los interrogantes es lo más temido por los que han dirigido nuestras sociedades, y las dirigen apoyadas ahora por los medios de comunicación?

¿Por qué utilizar la culpa y el castigo tan fuerte con las mujeres creando una brecha por género, cuando también se aplica con los hombres de manera más taimada?

¿Por qué somos las mujeres las que recibimos toda la dureza a través de los siglos?

Perdidas en el tiempo y sin respuestas contundentes, podríamos deducir que somos un diseño por y para los hombres. Un regalo envenenado no por el regalo en sí, sino por las consecuencias de este. Pero eso sería otra historia.

CONCEPCIÓN OJEDA CÓRCOLES estudió Historia y Filosofía en la Universidad de Sevilla. Siempre fue y sigue siendo una lectora incansable y una observadora permanente del mundo interior de los seres humanos a través de las más diversas búsquedas de autoconocimiento y del análisis de la realidad social y los vínculos que unen a las personas.
Ha explorado e investigado en las más diversas corrientes espirituales de Oriente y Occidente buscando siempre apasionadamente conocimiento y sabiduría. Durante más de veinte años ha estudiado la filosofía china, profundizando en los más diversos métodos de sanación corporal y mental basados en la medicina tradicional china, llegando especializarse y graduarse en la Escuela de Tian.
Profesionalmente se dedica a ofrecer servicios terapéuticos basados en la medicina tradicional china por medio de los más reconocidos y contrastados procedimientos y técnicas de sanación y bienestar psicofísico, actividad que realiza tanto en su consulta como mediante servicios a domicilio.
Personalmente la he conocido hace muy poco tiempo gracias a las redes sociales, pero sobre todo por tener un amigo y Maestro común: Leandro Sequeiros San Román. El hecho de traerla aquí es debido a que comparto con ella una visión espiritual del mundo, de la realidad y del ser humano en el sentido de que lo queramos o no, realmente existe un “orden implicado” como dice David Bohm o una infinita realidad icognoscible en la que todo está conectado. Como ella dice de sí misma y yo comparto “surfeo en la ola de la vida intentando mantener el equilibrio”. Vaya desde aquí mi más sincero agradecimiento por participar en este humilde sitio que es KRISIS.

Me encantaría que hicieras un comentario. Muchas gracias.