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Por Juan Miguel Batalloso Navas
Es inevitable que cuando tenemos una cierta edad y nos vamos acercando a los setenta años, que según dicen, es cuando empieza la vejez, por mucho que te empeñes en vivir el presente y dar gracias a la vida, los recuerdos vuelven siempre a tu mente de una manera u otra. En mi caso, muchas veces se me agolpan con serena y profunda emoción cuando recuerdo a las personas que fueron significativas para mí. Entonces me da por pensar en las oportunidades de aprendizaje que me regalaron cuando me encontré o conviví con ellas. Esta es la razón por la que no me resisto, ni me resistiré nunca a hacer Memoria Histórica Humana, Ética y Democrática de aquellos amigos y amigas que ya se fueron, pero que en mi mente y en mi corazón están conmigo siempre. Y este es el caso del sacerdote y párroco de Nuestra Señora de La Fuente de Camas (Sevilla), JUAN ESCAÑO DELGADO, del que el pasado 4 de julio se cumplieron ya tres años de su fallecimiento.
Puedo asegurar y testificar que “JUAN”, como le gustaba que le llamaran, más allá de su condición de cura, fue un ser humano extraordinariamente querido y admirado por su sencillez, humildad, simpatía y cercanía con todas las personas que se acercaban a él. Tenía un especial “don de gentes” para conectar y escuchar a cualquier persona, independientemente de que fueran creyentes o ateos, o de que asistieran o no a su parroquia. Yo mismo pude comprobarlo cuando en algunas ocasiones lo visité. Unas veces me llamaba para interesarse por la trayectoria escolar de algunos alumnos del barrio La Fuente que cursaban estudios en el IES CAMAS. Otras, tomaba la iniciativa de ir a verlo, porque a pesar de que yo nunca iba a misa y estaba apartado completamente de la Iglesia Católica, me gustaba conversar con él acerca del mensaje original de Jesús “el hijo del carpintero”. Y es que no puedo evitar tampoco, que, aunque no forme parte ya de esa comunidad religiosa, a la Parroquia de La Fuente le tengo una especial simpatía porque fue en ese espacio social, religioso y comunitario en el que aprendí a vivir los valores éticos que han dado y siguen dando sentido a mi vida.
En sus primeros diez años de vida, el templo de la Iglesia de La Fuente, era en realidad un barracón con un techo de uralita a dos aguas que indudablemente simbolizaba que se trataba de una Iglesia pobre, hecha para los pobres. La nueva planta que hoy conocemos, que sin duda es también de una sencillísima y austera estructura, se inauguró en 1989, el año en que Juan llegó a ella.
Juan fue un cura de vocación tardía. Fue ordenado sacerdote el 24 de junio de 1989, el día San Juan, cuando ya tenía 44 años. Su primer destino como “vicario parroquial“1 Ref.El vicario es quien apoya al párroco de una parroquia, bajo la autoridad del obispo diocesano con el fin de ayudar a las tareas y competencias propias de la parroquia. Más información aquí. fue la Parroquia de La Fuente. Por aquel entonces la parroquia estaba dirigida por el inolvidable Luis Carmona Torres, que fue fundador y párroco de la misma hasta su fallecimiento en 1992.2 Ref.Una excelente semblanza de Luis Carmona Torres, así como una pequeña historia del barrio La Fuente de Camas (Sevilla) se encuentra en la monografía realizada por el historiador Juan José Antequera Luengo-titulada “La Fuente que fuiste lumbre, beso, sofoco y brasa”

Ni que decir tiene, que tanto la parroquia de La Fuente como la de Nuestra Señora de Guía de los barrios de Coca y Pañoleta, en aquellos tiempos desarrollaron una labor social, formativa, de convivencia y de desarrollo comunitario, especialmente en la juventud, de primer orden, algo, desde luego, de lo que yo me beneficié. Visto desde la distancia que da el tiempo, me atrevo a decir que fueron parroquias de una fuerte impronta social y de defensa, tanto de los Derechos Humanos Universales como de valores democráticos, de convivencia y de solidaridad. Y todo ello gracias al impulso, esfuerzo y entrega permanente de curas como Miguel Mejías y Fernando Camacho en Pañoleta, Gonzalo Flor en Coca y Luis Carmona, Rafael Rueda y Juan Escaño en La Fuente. No en vano, eran parroquias profundamente inspiradas por los principios, valores y orientaciones del Concilio Vaticano II, principios que como es sabido, fueron olvidados y abandonados por el Papa Wojtyla (Juan Pablo II) y su sucesor, el dimitido y ahora emérito Papa Ratzinger (Benedicto XVI). Fueron estas parroquias las que a mi juicio abonaron el terreno y sembraron las semillas en Camas, de lo que hoy conocemos como “opción preferencial por los pobres” o Teología de la Liberación. Y como dato, dos curiosidades: la primera es que, al día de hoy, ni la parroquia de La Fuente, como tampoco la de Guía (Pañoleta y Coca) tienen Hermandades y Cofradías procesionales y la segunda, el frente de sus altares está presidido por un gran crucificado. ¿Por qué será?
Pues bien, la trayectoria humana y cristiana de Juan Escaño no pudo ser más sencilla, generosa, solidaria y humilde. Me consta, porque tuve oportunidad de hablarlo con él, que su deseo de ser sacerdote no estaba motivado tanto por eso que se llama “pastor de almas” y “suministrador de liturgias”, sino sobre todo por ayudar incondicionalmente a las personas y especialmente a las más vulnerables y desfavorecidas. Por eso desde el principio quiso marcharse a Latinoamérica de misionero, algo que no pudo hacer dado que quedó al cuidado de su padre. No obstante, cuando su padre falleció, entrado ya el año 2000, no se lo pensó dos veces y se fue a Perú, concretamente a una aldea de la región de Cajamarca, permaneciendo allí hasta 2013.
Estoy convencido, de que cualquier persona que hubiese estado cercana a Juan podría decir muchas más cosas y de mayor importancia de las que yo pueda relatar aquí. Y estoy convencido igualmente de que Juan no solo se destacó por su sencillez, cercanía, simpatía y humanidad, sino sobre todo por su generosidad. Todavía lo recuerdo diciendo una misa asamblearia en la placita del barrio de La Extremeña y departiendo con todos los vecinos momentos de convivencia y alegría. Fue en aquella ocasión cuando un gran amigo del barrio, Pepe Muñoz, que entonces era presidente de la Asociación de Vecinos me dijo: “Verdaderamente, este hombre es más bueno que Jesucristo“
Otra de las anécdotas que recuerdo de Juan, fue cuando me invitó con insistencia a que asistiera a una conferencia que iba a dar una mujer activista de Cáritas en los salones del piso alto de la parroquia. Conferencia desde luego, que no olvidaré nunca.
Aquella excelente oradora que Juan había llevado hablaba de que el ser o sentirse cristiano no tiene ningún sentido si no se es capaz de practicar la generosidad incondicional en todos los ámbitos de nuestra vida daría. Decía que para ser coherentes como personas y además como cristianos había que estar dispuesto siempre a regalar a cualquiera que lo necesitase, sin esperar ningún tipo de recompensa ni en el Cielo ni en la Tierra, cuatro tipos de capacidades o recursos de los que cualquier persona dispone en mayor o menor grado. Había que ser capaz de regalar: 1º) Tiempo (dedicar tiempo a escuchar, ayudar, acompañar, comprender y cuidar a los demás). 2º) Talento (regalar inteligencia, conocimientos, habilidades o capacidades personales). 3º) Trabajo (dar, donar un producto, un proceso, una tarea o algo que nos cuesta esfuerzo, trabajo y tiempo personal hacerlo) y 4º) Talego (regalar materiales, recursos o dinero del que disponemos)
Me impactó tanto aquel mensaje, que desde aquel entonces me gusta llamarlo La Ley de las 4 T de la Generosidad Incondicional, mensaje por cierto que aprovecho para expresarlo cuando tengo la oportunidad de decirlo y explicarlo, en cualquier texto, reunión, charla o tertulia.
Años más tarde, en 2005, tuve la gran oportunidad de visitar a Juan en su casa de la aldea de Cajamarca en donde tenía su centro estratégico de activismo social y desarrollo comunitario, como también su templo-iglesia y una pequeña escuela en la que enseñaba a leer gratis a todo aquel que acudía. Asistí con él a una misa y a una ceremonia bautismal que incluía la bendición del agua que llevaban todos los parroquianos, quedando muy emocionado por el cariño, sencillez y cercanía con que trataba a todos. Incluso, a la hora de la homilía daba un turno de palabra para todas las personas que quisieran decir algo.



Fue allí en Cajamarca, donde Juan me enseñó el verdadero significado de la generosidad sin darme ningún discurso ni pronunciar palabra alguna. Cuando lo recuerdo, no tengo más remedio que agradecer al Universo entero que personas como Juan Escaño hayan pasado por mi vida, cuando además Juan conocía y sabía de sobra que yo nunca iba a misa, ni frecuentaba su Iglesia. Juan no era en absoluto de esos curas distantes, engominados y de alzacuellos que se creen que por haber estudiado mucho las Sagradas Escrituras o por ejercer el cargo de párroco, tienen ya todo el poder y el derecho exclusivo de interpretar el mensaje de Jesús. Por eso creo yo que se fue a Perú, porque estaba ya cansado de tanta burocracia eclesiástica y prefería entregarse en cuerpo y alma a los más necesitados, colocándose así en el mismo lugar en que se colocó Jesús: el último de los últimos.
Allí en Perú, pude ver a Juan con mis propios ojos como diariamente y a cualquier hora regalaba medicinas a todo aquel o aquella que iba a su casa para ser curado o mejorado en sus dolencias. O también como daba alimentos a los que iban a la despensa parroquial porque carecían de ellos. Recuerdo que con su camioneta recorría diversas aldeas para comprobar sus necesidades y poner en marcha así los más diversos proyectos de cooperación y solidaridad social, una cooperación y solidaridad que estaba también alimentada por numerosas personas de la que fue su parroquia de La Fuente.




Pero si ya me impresionaron las acciones generosas y desprendidas de Juan, todavía me impresionó mucho más como aquellas gentes de Cajamarca, iban a su casa no solo para pedir, sino también para ofrecer su cooperación solidaria, ya fuese en forma de algún producto alimenticio elaborado, recolectado o cocinado por ellos, o ya fuese una gallina o una cesta de huevos. Ahora que hago memoria, no puedo evitar traer aquí un pasaje del Evangelio de San Marcos que dice lo siguiente:
Desconozco los rumbos que tomará la Iglesia Católica como organización de poder gerontocrática, antidemocrática y patriarcal que patrimonializa en exclusiva el uso y el abuso del mensaje original de Jesús, el hijo del carpintero con el que simpatizo. Al parecer nuevos aires que abren insospechadas posibilidades de coherencia evangélica han comenzado con Francisco y el tradicional eclesiocentrismo está comenzando a ser sustituido por un cristocentrismo más pegado a los problemas y necesidades del Planeta y de las grandes masas de empobrecidos. Sin embargo, son tantas y tan numerosas las dificultades que Francisco está encontrando y en especial aquí en España e incluso en la diócesis de Sevilla, que mucho me temo que la Iglesia no va a cambiar nunca. Por eso creo que, si no fuese por curas como Juan Escaño, los valores éticos universales presentes en el mensaje original de Jesús se habrían olvidado o desaparecido ya.
Muchas gracias por haber llegado hasta aquí y si es de tu interés, difunde por favor.
En Cala (Huelva), a 31 de agosto de 2021
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Localmente, participa y trabaja en la Asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática” En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.
Referencia
Juan Escaño dejó una huella difícil de borrar, siempre está presente en la Comunidad de la Fuente.
Muchas gracias querida. Me alegro mucho de que “ese espíritu” que entiende, comprende y actúa asumiendo que el Reino está aquí abajo y dentro de cada persona este vivo y presente en vuestra Comunidad. Abrazos desde Cala (Huelva)
Me uno emocionado al homenaje tan hermoso que regalas a la memoria de Juan Escaño. Yo tuve la suerte de convivir con él en los primeros años del Seminario Menor de Pilas. Aquellos años fueron un regalo para los que tuvimos la fortuna de disfrutar de un edificio tan moderno y de un proyecto educativo tan avanzado para la época. Sí, él estuvo y se educó en el Seminario Menor. No sé si llegó a terminar filosofía en el Seminario Mayor, pero cuando yo llegué al Palacio de San Telmo Juan ya no estaba. Le perdí la pista y muchos años más tarde me enteré que se había ordenado sacerdote ya de mayor. Posteriormente supe que se había ido de misionero a Perú con otro gran sacerdote y extraordinaria persona, paisano mío y amigo muy querido, Carlos Martín Hernández. Juan traía de fábrica la generosidad, la cercanía, la positividad y la alegría de vivir. ¡Qué suerte la suya por haber alcanzado ese grado de consciencia y haberla puesto al servicio de los demás sin excluir a nadie!. Un bienaventurado en el sentido cristiano. Y ¡qué suerte la nuestra, los que compartimos con él tantas horas y las seguimos compartiendo en el recuerdo y en nuestro corazón!.