Karma, fe y bendición (5): la Ley de la Atención y la Concentración

Buda Óctuple Sendero

Efectivamente y como ya expliqué en el artículo anterior dedicado a la Ley de la Inter-Conexión, todo, absolutamente todo lo que existe está inter-conectado. Somos «polvo cósmico de estrellas» al mismo tiempo que seres vivos repletos de conexiones con nuestro medio ambiente natural y social. Tenemos también un cerebro que lo conecta y controla todo, desde los movimientos voluntarios e involuntarios hasta nuestros pensamientos, lenguaje y emociones. Pero además somos seres de símbolos, de lenguaje, culturales, que vivimos en continuas relaciones y redes de interdependencia con la sociedad, la cultura y el medio ambiente, Así pues hoy hablaré de otra de las leyes del Karma, a la que los budistas llaman “Ley del enfoque” pero que a mí me gusta llamar “Ley de la atención y la concentración

Ley de la atención y la concentración

Es verdad, que cualquier ser humano puede hacer con relativa habilidad, varias cosas a la vez. Podemos estar conduciendo o caminando y estar escuchando música al mismo tiempo. Incluso, cuando caminamos escuchando música, podemos pensar en cualquier otra cosa. Por lo general, a muchas personas les sucede y a mí desde luego me ha sucedido muchas veces, que cuando están haciendo algo, no piensan y sienten lo que hacen, sino que están pensando en lo que van a hacer después cuando terminen. Sin embargo, lo que no es posible, es estar pensando con atención en dos cosas o asuntos a la vez. No podemos pues enfocar o concentrar nuestra atención de manera intensa, profunda y sostenida en dos pensamientos a la vez y me atrevo a decir que tampoco en dos acciones, porque en este caso, a una le prestaremos más atención y a otra menos.

El tiempo en el que vivimos hoy, no da para ir a paso lento y gozar de manera serena y concentrada en lo que hacemos. Son ya infinitas las distracciones a las que estamos sometidos a lo largo del día. Y no son solo distracciones, sino que nuestro propio modo de vida está construido en base a la rapidez, la velocidad y la inmediatez. Además de que queremos controlarlo todo, abarcarlo todo, conocerlo todo en el mínimo de tiempo posible y con el mínimo esfuerzo o gasto de energía personal.

Vivimos en sociedades en las que lo más importante son siempre los resultados y los productos finales de nuestras acciones. El proceso para llevarlas a cabo es lo de menos. Nuestras formas de actuar, trabajar, producir e incluso de comunicarnos están presididas por la relación entre el tiempo que gastamos en hacerlas y los resultados concretos que obtenemos. En esto consiste lo que llamamos eficacia: no importan los recursos o energías que gastemos, lo importante es obtener un resultado satisfactorio lo más rápidamente posible, aunque para ello suframos de estrés y ansiedad continuada que pueden acabar por convertirse en una cardiopatía o un infarto. En paralelo a la eficacia, está también el valor de eficiencia, que consiste en obtener resultados mediante el mínimo consumo de recursos, ya sean materiales, energéticos o de tiempo. Ambas, eficacia y eficiencia, son indudablemente, además de la ganancia, la acumulación y el tener, los valores que han venido inspirando y fundamentando la civilización tecno-industrial-capitalista a la que pertenecemos.

Vivimos en un mundo extraordinariamente veloz, velocidad que ha ido en aumento desde que el fordismo inventó el trabajo en cadena. Así, casi sin darnos cuenta, el modo de producir y todo el sistema económico mercantil y financiero está atravesado por las velocidades supersónicas, no solo de los aviones y transportes que te llevan una mercancía a la puerta de tu casa en el mismo día, sino también de esas redes de comunicación que en el mundo financiero, pueden hacer posible la condena de uno o varios países enteros a la pobreza.

Pero el problema no es solo sistémico y civilizacional. El problema, como vengo diciendo a menudo, es siempre interno, de nuestro modo de pensar y de nuestra escasa capacidad de sensibilidad y atención. Hoy por ejemplo, los grandes cadenas de televisión están llenas de debates y eso que llaman tertulias, en las que podemos comprobar, si nos detenemos un poco a observarlas, que los participantes, tienen en su mano una tablet o un móvil para buscar de que forma pueden rebatir instantaneamente al interlocutor. El estilo de comunicación, es de carácter reactivo e impulsivo y por lo general, más que escuchar al interlocutor, lo que se está haciendo es pensar y preparar la respuesta para supuestamente “con-vencerlo“, lo cual no deja de ser una forma de “vencer“, es decir, de agredir para que nuestro ego salga victorioso. Y este estilo, no es solo de los medios televisivos, sino incluso de nuestra propia forma de comunicarnos, que muchas veces racionalizamos creyendo que el pensamiento crítico consiste en replicar y ganar llevando razón a toda costa.

¿A qué nos conduce todo esto? Es sencillo y al mismo tiempo muy lamentable. Nos conduce a la incapacidad de dialogar, a la ausencia de diálogo, a la negación de cualquier razón en nuestro interlocutor, ya sea compañero o adversario, Y claro, sin diálogo o sin una situación de comunicación en la que dos o más personas se escuchan mutuamente de forma activa reconociendo la legitimidad de la otra, es imposible llegar a acuerdos, convenciones o desarrollar la colaboración y la cooperación ante problemas comunes.

Así pues la Ley de la Atención y la Concentración, viene a decirnos que lo que sintamos, pensemos, digamos o hagamos, lo realicemos de forma totalmente consciente y deliberada prestando el máximo de atención y siendo capaces de secuenciar las operaciones de forma serena y sosegada. Este modo de proceder, nos va a permitir desarrollar la capacidad del discernimiento y gozo. Discenimiento porque sabremos analizar y distinguir aquellas distraccioes, reacciones, impulsos de nuestras intenciones y objetivos. Y gozo porque disfrutaremos de ese tiempo del instante presente (tiempo Kairós) que nos permite gozar con el trabajo bien hecho y a conciencia. Queda claro pues que para enfocar y concentrarnos, es necesario previa y al mismo tiempo, desarrollar nuestra sensibilidad perceptiva y humana, así como nuestra atención. Pero tal vez la mejor forma de describir esta conocida Ley del Karma es la que nos ofrece un viejo cuento oriental Zen.

Cuentan que un joven se presentó un día ante un maestro Zen y le preguntó:
¿Qué es lo que haces en tu vida cotidiana para alcanzar la sabiduría?
— Es muy simple: cuando como, como; y cuando duermo, duermo. —respondió el sabio.
— No lo entiendo. ¿Acaso eso no es lo que hace todo el mundo?
— Pues no. La mayoría de las personas cuando come está en otro lado y pensando en otras cosas, mientras que cuando duerme sueña con otras cosas. Por eso, el Zen me ha enseñado que al comer, debo comer, y aldormir, debo dormir.

La canción que acompaña a este texto corresponde al mantra “OM MANI PADME HUM” pieza completa de 24 minutos puedes ver y oir en el enlace.
Un “mantra” es una palabra sánscrita que tiene como objetivo relajar e inducir a un estado de meditación en quien canta o escucha. La recomiendo aquí porque a mí personalmente me ha ayudado muchas veces a conseguir estados de paz, sosiego, aceptación y concentración.
La palabra mantraestá conformada por dos expresiones “man” que significa “mente” y “tra” que expresa “liberación”.
El mantra “OM MANI PADME HUM” es uno de los mantras esenciales del budismo tibetano y en el cual -de acuerdo con la visión de los monjes- se condensan la sabiduría y las enseñanzas de Buda.
Está compuesto de seis sílabas en sánscrito, que se traducen al español como: «¡Oh, la joya del loto!» (se pronuncia om mani peme jum), y es el mantra de seis sílabas del bodhisattva Chenrezig, o deidad budista de la compasión.
Sus seis sílabas significan lo siguiente:

    • OM: purifica el cuerpo, estimula la generosidad, combate el orgullo y ayuda a conseguir la sabiduría de la ecuanimidad.

    • MA: purifica el habla, estimula la conciencia y la conducta ética, combate la envidia y permite desarrollar la sabiduría de la actividad o la acción comprometida de ayuda incondicional a los demás.

    • NI: purifica la mente, estimula la práctica de la virtud de la paciencia; ayuda a combatir o a contrarrestar el deseo pasional y permite desarrollar la sabiduría que nace de sí misma o del sentido común del SER auténticamente humano.

    • PAD: ayuda a afrontar y eliminar las emociones conflictivas; estimula la práctica de la diligencia o capacidad de actuar con eficiencia, eficacia, excelencia disfrutando con lo que se hace; ayuda a combatir la estupidez, los prejuicios y cualquier tipo de estereotipos y permite desarrollar la sabiduría del Dharma o la práctica del refugio en Buda.

    • ME:purifica la conciencia ayudándola a reconocer los condicionamientos presentes o latentes; estimula la práctica de la atención y la concentración; ayuda a combatir el afán de poseer, de tener estimulando la austeridad y la sobriedad y permite desarrollar la sabiduría del discernimiento.

    • HUM:ayuda a identificar los errores del conocimiento, los supuestos falsos y las falacias; ayuda a combatir cualquier forma de agresividad, odio, ira, venganza o daño; permite desarrollar la sabiduría de la sinceridad, la honestidad, la honradez, la transparencia y la coherencia (sabiduría del espejo).

    FUENTE:  ¿Qué es OM MANI PADME HUM?.


Juan Miguel Batalloso Navas.
Camas (Sevilla), a 8 de abril de 2021

Me encantaría que hicieras un comentario. Muchas gracias.

Descubre más desde KRISIS

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo