Los maestros de la sospecha (y 2)

El problema lingüístico

Según Nietzsche la tradición socrático-platónica y la dialéctica de la filosofía occidental no tienen en cuenta el “carácter lingüístico del pensamiento“, la conexión que guarda nuestro pensar con nuestro hablar y la ilusión que supone pretender ir más allá del lenguaje, siendo así que “toda palabra es un prejuicio“. 1 Ref.Humano demasiado humano. & 55.

        El error está en la interpretación intelectualista y esencialista del lenguaje: “El artista del verbo… imaginaba expresar en sus palabras el supremo saber de las cosas. El lenguaje es, de hecho, la primera etapa en la búsqueda del saber… Es mucho más tarde, justamente ahora, cuando los hombres comienzan a darse cuenta del enorme error que han propagado con su creencia en el lenguaje“. Y añade irónico: “Afortunadamente era ya demasiado tarde cuando se advirtió que pensar es sólo hablar, y que, por tanto, la filosofía ha sido un abuso de lenguaje, un lapsus linguae. ¿¡Dos milenios de historia de filosofía!?“. 2 Ref.Cita Valverde, J. M., Vida y muerte de las ideas. Planeta 1980, pg. 234 y ss; y La filosofía es el lenguaje, en el diario El País.26.02.87.

        Pero el conocimiento no es más que una serie de metaforizaciones que van de la cosa a la imagen mental o estado del individuo, de la imagen mental a la palabra considerada “justa” por la convención y de la palabra a la cosa considerada en sus aspectos más simples susceptibles de ser expresados en metáforas. Al fin, el concepto no es más que la ruina de una metáfora como la metáfora la ruina de una intuición.

        En estos planteamientos ve Vattimo uno de los hilos conductores de la postmodernidad: Este “análisis químico” del lenguaje – nos dice – disuelve la noción de verdad en sentido tradicional y con ella la metafísica, considerada como una serie de afirmaciones desmesuradas nacidas por la necesidad de afirmarse en épocas de inseguridad. 3 Ref.Humano demasiado humano. Cap.I, & 11. Cf. Vattimo, G. El fin de la modernidad. Ed. Gedisa. 1986, pg. 147.

El problema del historicismo.

        Una segunda clave de la modernidad es la consideración del carácter histórico de nuestras verdades. Nietzsche y Dilthey inician el planteamiento luego seguirán Heidegger y Ortega entre otros. Así lo plantea Nietzsche según Vattimo.

        Ya en “Las consideraciones intempestivas” de 1874 y luego en “Humano demasiado humano” denuncia la enfermedad historicista del hombre de su tiempo, consistente en un exceso de consideración de la historia (“conciencia histórica“) que le impide producir nada nuevo y le obliga a buscar las formas de su arte, su arquitectura y sus modas en el baúl de los recuerdos en que se ha convertido para él el pasado. La forma de salir de esa enfermedad, una vez desechado el recurso al mito y al arte (música de Wagner) de sus primeros escritos, será la radicalización de las mismas tendencias de la modernidad.4 Ref.Ver Vattimo, G. El fin de la modernidad. Ed. Gedisa. Cap. X.

        Empezando por llevar hasta sus últimas consecuencias el análisis de los valores supremos de la civilización eliminando todas las sublimaciones. Y el primer baluarte que cae es nuestra creencia en la existencia de verdades absolutas con supremacía sobre la no verdad y el error.

        Tal creencia surge en épocas de inseguridad en que el hombre se siente amenazado y necesita afirmaciones desmesuradas como todo hombre inseguro. Por lo demás, parte del supuesto, falso según Kant, de que conocemos las cosas en sí. Siendo así que el conocimiento, como hemos dicho, no consiste más que en una serie de metáforas heredadas que se aproximan a la realidad.

        Y, una vez que se disuelve la noción de verdad, no cabe buscar fundamentos de las cosas, se disuelve la idea de Dios, Dios muere.
Es clásico el pasaje en que Nietzsche lanza su anuncio de la muerte de Dios:
¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: ¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!… – ¿Se te ha extraviado? decía uno. – Se ha perdido… El loco se encaró con ellos y, clavándoles la mirada, exclamó: “¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos… Los dioses también se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le dimos muerte!… Jamás hubo acción más grandiosa, y los que nazcan después de nosotros pertenecerán, a causa de ella, a una historia más elevada que lo fue nunca historia alguna.5 Ref.Gaya ciencia. Ed. Teorema. Vol II,pg. 995.

        No dice “Dios no existe“, enunciado metafísico que supone una estructura estable de la realidad, un orden del ser en el cual se afirma o niega algo. Sino “ha muerto“, enunciado de un hecho actual. Ya no es necesario pensar la realidad como dotada de estructuras estables, de fundamento.

        Este enunciado es nihilista en el sentido más radical del término, en cuanto se sale del planteamiento metafísico tradicional y se coloca en una nueva perspectiva sin recurrir a fundamentos definitivos de la existencia. Lo que se enuncia no es ni una consecuencia lógica de un razonamiento, ni un efecto necesario de una causa determinada; no entra dentro de la necesidad que encadena a los procesos metafísicos. Es, por el contrario, un suceso que nos interpela, algo con lo que nos encontramos sin tener que recurrir a ningún fundamento.

        La proposición “Dios ha muerto“, en tanto indica el fin de la lógica del fundamento que domina la metafísica introduce a Nietzsche en lo que se ha llamado el pensamiento postmetafísico: “Cuando las ilusiones pierden su máscara, lo que queda es la nada: el abismo de la nada“. En la medida que ahondamos en el fondo de las cosas descubrimos, si tenemos el coraje, que ni esto va a ninguna parte ni hay un orden o estructura permanente que lo sustente; las cosas – dice – prefieren danzar al borde del caos. Pero hay una necesidad: el mundo tiene en sí la necesidad de la voluntad, el mundo, desde la eternidad, está dominado por la voluntad de aceptarse a sí mismo y repetirse. Tal es la doctrina del eterno retorno.6 Ref.Reale-Antisseri, Il pensiero occidentale… Ed. La Scuola 1983. Vol 3º, pg. 335 y ss.

        El nihilismo supone que no hay verdad ni fundamento que buscar ni en los orígenes ni hacia el futuro; por tanto, gozar la belleza y riqueza de lo presente, lo próximo; vagar por las construcciones falsas de la metafísica, la religión, el arte que constituyen la riqueza de la realidad. 7 Ref.V. Vattimo, G. Las aventuras de la diferencia. Ed. Península. 1986. Pg.154. El ideal del hombre nietzscheano – dice Vattimo 8 Ref.Al di là del soggetto. Ed. Feltrinelli, pg. 17 y El fin de la modernidad. Ed. Gedisa 1986, pgs. 41, 55 y 149.- rechaza toda idea de reapropiación de su esencia alienada al modo de Hegel y Marx. Eso supone la visión platónica y metafísica de que todo está ya dado en los orígenes.

        Pero, al desaparecer el significado del origen, “la realidad más próxima, lo que está alrededor de nosotros y dentro de nosotros, comienza poco a poco a mostrar colores y bellezas, enigmas y riquezas de significados… cosas en las que la humanidad más antigua ni siquiera soñaba.” (Aurora. & 44). El pensamiento orientado a lo próximo constituye lo que Nietzsche llama “la filosofía de la mañana“. Y vive esta filosofía, el que, convaleciente de la fiebre metafísica del pasado, goza de buen temperamento y no tiene nada “del tono regañón y gruñón: las notas características de los perros y de los hombres envejecidos en la sujeción“. (Humano demasiado humano. & 34).

        Habrá que centrarse en las aspiraciones más elementales del hombre como son la supervivencia y la reproducción; a la primera proveemos mediante el trabajo y a la segunda mediante la relación hombre-mujer y las demás relaciones familiares, sociales y políticas que garantizan la intercomunicación. Pero de esto hablaremos en otro momento.

Los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud,

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