
Reconciliarse no significa olvidar. Hacer posible la convivencia pacífica y democrática en un marco de concordia y reconciliación no puede significar negar la Historia y el derecho que asiste a las víctimas a ser dignificadas y reconocidas. Prohibir, eliminar o sepultar la Memoria de las Víctimas negando el derecho a la Verdad a las nuevas generaciones no va suprimir de la Historia lo sucedido, como tampoco va a contribuir a aumentar la conciencia de la necesidad de una paz basada en la justicia, la reparación, la fraternidad, la cordialidad y la concordia. La Memoria Histórica y Democrática de los pueblos, no es venganza, como tampoco resentimiento, es sencillamente reconocer que muchos de nuestros antepasados dieron su vida por permanecer fieles y leales a los mismos valores que hoy inspiran y fundamentan nuestra Constitución. En consecuencia, para que en España caminemos hacia una Democracia madura, no solo hay que descubrir, sacar a la luz, nombrar, reconocer y dignificar a todas las víctimas de la dictadura, sino que también hay que rescatar sus biografías y los valores éticos que fundaron y motivaron su sacrificio. Y esto es radicalmente indispensable, tanto para el desarrollo de la conciencia y de la cultura democrática de las nuevas generaciones, como para garantizar que aquellos hechos no se vuelvan a repetir jamás. Por ello no puedo comprender ni aceptar de ningún modo que se derogue la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía. ¿Dirá la Iglesia algo al respecto?
Para contestar a esta pregunta, es bueno saber algo acerca del papel que la la Iglesia Católica española ha jugado en relación a la Memoria Histórica y Democrática de nuestro país y de esto va esta breve artículo.
No cabe la menor duda, como así han mostrado los hechos y numerosas investigaciones que se han realizado al respecto, que las fuerzas políticas de izquierda de la década de los años 30 del pasado siglo, mediante la actuación criminal de sus grupos más fanáticos, exaltados e incontrolables, protagonizaron una de las persecuciones religiosas más trágicas y dolorosas que ha tenido Europa en todo el siglo XX.
Son numerosos los investigadores que dan por válida las cifras ofrecidas por un detallado estudio publicado en 1961 por Antonio Montero Moreno (obispo auxiliar de Sevilla 1969-1990), el cual identifica para el periodo 1936-1939 un total de 6832 víctimas religiosas asesinadas en el territorio republicano, de las cuales 13 eran obispos , 4184 sacerdotes, 2365 religiosos y 283 religiosas. Y a este cuadro de terror, hay que añadir los salvajes acontecimientos de la “quema de conventos” desarrollados en 1931 y que tuvieron lugar en Madrid, Barcelona y diversos lugares de Andalucía, así como también la persecución y asesinatos de sacerdotes leales a la República por parte de los golpistas que se sucedieron en el País Vasco.
Curioso ¿Verdad? La Iglesia, durante la dictadura y ahora también, tuvo y tiene todas las facilidades para investigar en archivos y bibliotecas documentos secretamente guardados. Por el contrario, incluso hoy, siguen existiendo impedimentos y documentos inaccesibles para que investigadores académicos e independientes arrojen luz sobre lo realmente sucedido y las más de 130.000 víctimas del franquismo que aún permanecen en las fosas.
Es bien conocido que en 1931, cuando los comunistas del PCE gritaban en la Puerta del Sol de Madrid “Abajo la República. Vivan los Soviets” el anticlericalismo más radical, violento e incapaz de entender el significado democrático de paz y de tolerancia del laicismo, se transformó en violencia callejera, lo cual, desde luego, hay que entenderlo también en un contexto cultural, social y político muy concreto. En aquella década más del 30% de la población masculina y más del 40 % de la población femenina era analfabeta; la economía de base procedía del sector agrícola constituido por terratenientes y masas explotadas de jornaleros sin tierra y sin pan; en todos los pueblos la Iglesia y el cura párroco tenían un poder ideológico e institucional enorme, especialmente entre la población femenina y en el control de las Escuelas que se regían por la Ley Moyano que facultaba para que la religión fuese obligatoria y el propio cura informara de la idoneidad de los maestros.
La Iglesia Católica Española siempre fue y sigue siendo, un poder fáctico y real de naturaleza patriarcal y antidemocrática queriendo siempre influir, condicionar e imponer sus dogmas y su visión en toda la ciudadanía sin presentarse a las elecciones, sino estando siempre al lado del poder, ya sea este económico, político o ideológico. De alguna manera podría decirse que nuestro perfil histórico como país y nación se corresponde en gran medida con el de las sociedades teocráticas. La Iglesia, el crucifijo o la Biblia siempre aparecen con sus bendiciones y liturgias en todos los nombramientos ya sean de reyes, presidentes o ministros y siempre fue la encargada de naturalizar y legitimar el orden social establecido como el orden querido por Dios. En otros términos, la Iglesia Católica Española fue siempre extraordinariamente conservadora y la aliada de la Monarquía, de los terratenientes y en general de las clases dominantes de nuestro país y tanto su pensamiento. como su acción siempre ha estado generalmente guiada por el rechazo beligerante de cualquier forma de liberalismo, socialismo, comunismo, anarquismo, ateísmo y democracia.
Es cierto que la actitud y la estrategia cultural social y política de la Iglesia Católica comenzó una transformación profunda a partir de 1962 con el Concilio Vaticano II auspiciado por el Papa Bueno Juan XXIII, transformación que ayudó al cambio de Régimen. Todos recordamos al obispo Añoveros o a monseñor Tarancón, así como a numerosos sacerdotes que como Paco Garcia Salve o José María Llanos que apostaron fuertemente por la justicia y por la libertad, aunque desde luego la mayoría de los obispos andaban confusos y perplejos porque no sabían como compatibilizar las recomendaciones del Concilio con la defensa del nacionalcatolicismo . Aunque esta nueva visión renovadora del Concilio fue muy positiva en muchos aspectos, no fue seguida con mucho entusiasmo y convicción por esa Iglesia secular española y la mayoría de su feligresía, ya que desde los tiempos del Syllabus de Pío IX, la Iglesia siempre fue antiliberal y aliada de las clases dominantes, algo que se demostraría años más tarde con el Papado de Juan Pablo II y las hazañas de Rouco Varela.
Para la Iglesia Católica, apoyar el cambio de Régimen fue a mi juicio, más una necesidad de supervivencia que una necesidad profunda de democracia y renovación, de lo cual tenemos pruebas más que suficientes a lo largo de estos últimos 40 años de Constitución. Baste para eso solamente un botón de muestra.
Durante el mandato de Zapatero, recién aprobada la Ley deMemoria Histórica de 2007, la Iglesia Católica española puso en marcha un proceso de canonización masiva de numerosas víctimas de la persecución religiosa, desencadenando al mismo tiempo una extraordinaria campaña de movilizaciones contra la política educativa, social y de igualdad de género que se iba abriendo paso gracias a las iniciativas gubernamentales. Recordad la batalla inmisericorde y fascista que dieron a aquella asignatura (que no era nada del otro mundo) que el Gobierno Zapatero puso en marcha: “Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos” que cuando llegó al Gobierno el PP, la eliminó, además de propiciar y divulgar toda la basura ideológica y ruido mediático pestilente sobre la igualdad de género, el aborto, la familia y todo eso. Y es que la Iglesia Institución sabe que a mayores libertades, a mayor conocimiento, a mayor cultura ciudadana y a mayor Educación en suma, el negocio del pastoreo no sería tan rentable.
Lamentablemente, la actitud de la Iglesia jerárquica continúa olvidando intencionadamente los asesinatos, las torturas y la represión sufrida por defender la legitimidad republicana o por luchar por las libertades democráticas. De hecho, los restos del genocida Queipo de Llano siguen santificados en la Basílica de la Macarena de Sevilla y los restos del dictador van a ser trasladados, al parecer, con la bendición de la Conferencia Episcopal a la Iglesia de la Almudena de Madrid, aunque parece ser que están rectificando y reconociendo que ese no puede ni debe ser el lugar para enterrar a un criminal que tanto sufrimiento y dolor ha causado..
No obstante, está claro que para la Iglesia Católica Española, la que impulsó, legitimó y santificó el criminal golpe de Estado de 1936 denominándolo “Cruzada de Liberación”; la que recibió toda clase de privilegios con el franquismo; la que ha llenado con símbolos fascistas y lápidas de sus supuestos mártires los templos y la que se ha ocupado de reconocer, dignificar y elevar a los altares a sus víctimas, las 130.000 víctimas que aún permanecen en fosas comunes y que hacen de nuestro país el segundo del mundo en fosas comunes después de Camboya, no les interesan para nada. Y es más, la Iglesia Católica Española, como tampoco el Vaticano, jamás han pedido perdón, ni han hecho un acto de constricción siquiera, de manera solemne, formal, institucional, visible y pública a todos los españoles por haber apoyado, permitido y alentado un golpe de Estado y una Dictadura que tanta muerte, dolor y sufrimiento ocasionó a las grandes mayorías de españoles y en especial a las capas sociales más pobres, más débiles, más discriminadas y más resueltamente combativas en la defensa de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Suscribo totalmente lo que dices en este artículo. Te he enviado un artículo que versa sobre el mismo tema. La Iglesia católica se alió con los sublevados del 36 y con la dictadura posterior. Solo le interesó defender sus intereses y no le importó pisotear los derechos humanos junto con los sublevados y los franquistas. A pesar de su comportamiento anticristiano y antihumano no ha mostrado el mínimo arrepentimiento de haber sucumbido a la aspiral de violencia. Todo lo contrario, continúa rindiendo pleitesía a Franco en la Basílica del Valle de los Caídos y a Queipo de Llano en la Basílica de la Macarena de Sevilla. Un saludo J. Melero