Clima invivible… entender y ¡hacer!
Atrapados monotemáticamente por un calor tan prolongadamente sostenido como insoportable, limitante, fastidioso, sorprendente y angustiante; naturalmente este clima imperante ya se torna invivible y dañino no solamente para la vida y el humor social/laboral, sino para sus imprescindibles recursos e interrelaciones, recíprocamente complementarias.
Entonces es hora de escuchar y entender innumerables advertencias autorizadas, como fundamentalmente de hacer al respecto, solidaria y cooperativamente, todo aquello que todavía está a nuestro alcance.
En efecto, una de las primeras advertencias surgió de las conclusiones de la Conferencia Científica de la Organización de las Naciones Unidas también conocida como la Primera Cumbre para la Tierra, celebrada en Estocolmo (Suecia) del 5 al 16 de junio de 1972, la cual atinada y oportunamente adoptó una declaración que enunciaba los principios precautorios para la conservación y mejora ecológica del medio humano y un plan de acción que contenía recomendaciones para la acción medioambiental internacional.
El clima se define por un conjunto de requisitos atmosféricos, constituido por la cantidad y frecuencia de lluvias, la humedad, la temperatura, los vientos, etc., y cuya acción compleja y omnicomprensiva influye en la existencia de los seres sometidos al mismo. Obviamente la alteración climática actual -más directa e inmediatamete perceptible y condicionante de toda vida terrenal-, es el marcado incremento vg., en la temperatura media promedio e imprescindible para la normalidad de la vida sobre la faz de la tierra; alteración producto de la prolongada no regularidad de las demás condiciones mencionadas.
Ello determinó Cumbres y Conferencias cruciales de Naciones Unidas como las realizadas –de noviembre último en Egipto o COP, 27´, Conferencia de las Partes que reunió a mandatarios de más de 190 países-; en Paris (2015), en Montreal (2022), etcéteras; con el fin de que los Gobiernos y las respectivas Corporaciones tomen decisiones acordes con la ya inaguantable gravedad de la Crisis Ecológica global.
Si bien, en la COP27´ se produjeron avances significativos en materia de adaptación, y los gobiernos participantes acordaron la forma de avanzar en eso mismo como Objetivo Mundial, objetivo específico que concluirá en la COP28´ y servirá de base para la primera Evaluación Global Adaptativa, con el propósito directo y urgente de mejorar la resiliencia entre los más vulnerables.
Ahora bien, todos nosotros –aun cuando duros de entendimiento-, esperamos que las referidas Conferencias y Cumbres con todo lo importante de los acuerdos técnicos específicos para contener a tiempo el acelerado y desquiciante calentamiento del Planeta, terminen de focalizarse en que la Crisis Ecológica es mucho más que eso.
Se trata de la urgente salvaguardia de la vida y la dignidad de los seres humanos, de otras criaturas vivientes y sus amenazados hábitat naturales de aguas, suelos, bosques y aire vitales en buena cantidad y calidad, dadas inéditas, crecientes y generalizadas anomalías climáticas que vienen explicando y prediciendo toda ascua ecológica como consecuencias y condiciones atmosféricas aún peores e invivibles.
Hacer, ¡y ahora!
Básicamente se trata de transformar sustentablemente el actual modelo inviable de producción, consumo, transportes, programas, actividades o ensayos espaciales, combustión fósil y tecnológico inhumano; por otro que sea social y ecológicamente sostenible, desde una visión de “ecología integral” de amplia y urgente convocatoria, como lo ha planteado anticipatoria y claramente la Encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco.
Urge también, insoslayablemente, un cambio rotundo del “Modelo Energético”, de la hegemonía de los contaminantes combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas, a un nuevo patrón energético basado en energías verdes, renovables y ecológicamente apropiadas; más limpias, abundantes y descentralizadas federalmente; por ende más sustentables y virtualmente menos causantes de conflictos por su control, manipulación o monopolio, contando para ello con la supremacía de una Constitución Nacional operativa.
En Argentina dada su dependencia mayoritaria de combustibles fósiles, su nula educación ambiental y/o en usos y consumos responsables e inteligentes, es imperativo que todo el liderazgo político, empresarial, sindical, científico y educativo integrado, asuma sin más procrastinaciones o nuevas ominosas reediciones de “un más de lo mismo; hoy “un más de menos””, su corresponsabilidad ineludible con el referido imperativo de cambio a nivel nacional y planetario como activa Política de Estado, Común y Duradera, para un nuevo paradigma de energías renovables, de forestación y reforestación, de agricultura y desarrollos inmobiliarios tan sustentables, beneficiosos y hasta redentores para redimir el clima, la biodiversidad, la salud, la convivencia y armonía, el trabajo, la miseria y la ignorancia ecológica.
Por último, todo lo cual debiera reflejarse en categoría de supremacía en los actuales programas (nacionales, federales y municipales) pre-electorales, en pro de los más altos intereses sustentables del país como la vida misma, y los del mundo actual tan apremiado y amenazado, dada la intangibilidad y transversalidad ecológica universal.
Final y complementariamente, cuando el presente y el futuro de las empresas pasa por un “marketing verde”, la sociedad, los usuarios y los consumidores deberían acentuar y sostener sus reclamos a las empresas por la adopción de acciones ambientales más responsables con el planeta; en tanto el Estado por su parte, no debe demorar un fuerte impulso a toda iniciativa verosímil para reducir y compensar el CO2, mediante un firme y determinado compromiso institucionalizado para cumplir con los objetivos marcados en la Agenda 2030´

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