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Es verdad que todo lo que nos sucede en la vida, todo lo que vivimos se realiza y se desarrolla en el tiempo presente. Sin embargo, creer que el presente es una suerte de acontecimiento incondicionado e incondicionante que nos sucede por mero azar, no deja de ser una extraordinaria estupidez. Todo lo que somos y todo lo que seremos, necesariamente es el resultado siempre complejo, interactivo, retroactivo y azaroso de lo que fuimos e hicimos. De aquí la extraordinaria importancia de ser educados y formados en el conocimiento de la Historia y muy especialmente en la Memoria Histórica y Democrática de nuestros países y pueblos.
De todas maneras y aunque todo lo existente está sometido al conocido “principio de impermanencia” del budismo, lo cierto es que existe un “tiempo Kronos“, que es el de los relojes biológicos, mecánicos o digitales y un “tiempo Kairos“. Este último, es el de los instantes eternos, el de esos momentos que nos marcan de tal modo que a veces producen como una especie de ruptura entre un “antes” y un “después“. Y es también ese tiempo del transcurrir de aquellas actividades que realizamos en las que nos concentramos y apasionamos de tal modo que nos olvidamos por completo de todo lo demás y las largas horas del reloj, se nos pasan volando como en un segundo. Esto lo explicaban muy bien los filósofos de la Grecia Clásica, pero quien a mi juicio lo describe mejor es la canción del chileno Julio Numhauser, fundador del grupo Quilapayún que popularizó la inmortal Mercedes Sosa y que he colocado arriba para disfrute del que aquí se detenga a leer estas palabras. En ella se dice “…Pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre, ni el recuerdo, ni el dolor, de mi pueblo y de mi gente…” y efectivamente eso es lo que a mí me sucede con determinadas personas y situaciones del pasado.
No en vano y siguiendo con poemas musicales para mí emblemáticos y de referencia ética, filosófica, histórica y afectiva, necesariamente tengo que acordarme también de la canción de mi amigo y camarada de siempre Lorenzo Rastrero Bermejo que se titula “No me arrepiento“, de la que tengo la enorme alegría de haberla escuchado y sentido muchas veces con la voces de mi amigo y camarada Gustavo Obermeller y mi propia hija Raquel Batalloso. La dejo pues aquí, por si alguien no ha reparado que la tengo siempre anclada en todos los articulos.
Hay cosas pues que no cambian y esas cosas son sin duda las referidas al amor humano y todo lo que lleva consigo de valores éticos universales de bondad, generosidad, humildad, justicia, libertad, fraternidad, solidaridad, valentía, dignidad, comprensión, compasión, ecuanimidad, magnanimidad y misericordia. Esta es la razón por la que estoy haciendo estos textos dedicados especialmente a la persona de Pablo Iglesias Turrión para que sirvan de alivio al daño que se le ha infrigido y la persecución a la que se le ha sometido a él y a su familia. Un daño, que no solamente es objetivo y subjetivo, sino también moral, social y político, algo por cierto que no digo yo sino también numerosas y prestigiosas personalidades de la vida social y política de nuestro país, como por ejemplo José Luís Martín Pallín que el pasado 17 de mayo señalaba en su artículo titulado “El enemigo del Pueblo“
A todo esto, me veo en la obligación de describir también el contexto mental o el complejo entramado de emociones que en estos turbulentos días de masacre en Gaza y de acoso de Marruecos utilizando, como siempre, a los parias, ensombrece mi esperanza y alejan los grandes sueños que muchísimas personas como yo compartimos. Así, el pasado sábado 15 de mayo de 2021, estuve aquí reflexionando sobre el subidón de energía positiva, entusiasmo y esperanza que supuso para mí el 15-M y el “Movimiento de los indignados“. Hoy en la “saudade” (nostalgia melancólico-placentera) de un tiempo que no volverá jamás y en la conciencia de que la muerte es el único hecho absoluto e irreversible, necesariamente tengo que echar mano de los recuerdos para poder expresar mejor mi sentimiento de solidaridad con Pablo Iglesias, Podemos y Unidas Podemos. Aunque insisto en que de “dioses, reyes y tribunos“, nada de nada.
Es verdad que estuve militando activamente durante más de una década en aquel Partido Comunista de España de la Reconciliación Nacional y de la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y la Cultura. Obviamente, no solo “No me arrepiento” sino que puedo decir a boca llena que ha sido la organización en la que más he aprendido en todos los órdenes de mi vida personal y social.
Pero también es verdad que poco a poco me fui dando cuenta, de que aquella organización era también una iglesia llena de filias y fobias, en la que había “tics” y “rutinas” que no eran precisamente reconciliadoras y de alianzas. Así que a partir de 1982 cuando el humilde, valeroso, coherente y generoso Gerardo Iglesias solamente consiguió 4 diputados para el PCE, comencé a disminuir mi esperanza en el futuro de la organización. Claro que esto no me impidió seguir apostando por ella e incluso presentarme a las Elecciones Municipales de Camas en 1983, año en el que el PCE ganó por segunda vez las Elecciones teniendo como cabeza de lista al alcalde que fue Francisco Pinto Limón.
Después vino lo del fracaso del referéndum de la OTAN que me dejó muy decepcionado ya que las encuestas predecían que iba a ganar el “No, pero la mayoría del país cambió de opinión tras la aparición de Felipe González pidiendo el “Sí”. Aquello me dejó verdaderamente impactado y desilusionado, cuando además el PSOE desde su aparición en la escena política venía predicando aquello de “OTAN: de entrada, NO”.
Eran los años ochenta, los de “La puerta de Alcalá” que cantaban Ana Belén y Víctor Manuel, así como también lo de la consagración de “La movida madrileña”como el movimiento contracultural más progre de todos los tiempos. Al mismo tiempo y en la misma década, Ronald Reagan en EE. UU., Margaret Thatcher en UK y los “Chicago boys” de Milton Fredman que hacían experimentos en el Chile de Pinochet, refundaron el capitalismo y nos trajeron eso que ahora conocemos como “neoliberalismo“, que de “neo” no tiene absolutamente nada. Pero al compás de aquellos bailes, el muro Berlín se cayó (¡menos mal!) Gorbachov cayó en desgracia y el ascenso fulgurante de Boris Yeltsin que fue el que trajo el capitalismo a Rusia y a todos los países de la antigua URSS, pues todos mis sueños se disolvieron, aunque afortunadamente no los perdí.
Fue entonces, a partir de principios de los años noventa cuando decidí definitivamente apartarme y desligarme de la política partidaria, militante y organizada entrando en una especie de hibernación en el sentido de que me conformé, tras el triunfo de Aznar, de que la política española no tendría nunca solución mientras que no fuésemos capaces de aumentar en calidad y cantidad el nivel de Cultura y Educación Democrática. Perdí en suma toda la esperanza de que las instituciones políticas podrían mejorar las condiciones materiales de existencia de las capas sociales más desfavorecidas. En definitiva, había tirado la toalla y me dediqué “a lo mío” a mi profesión, mis estudios y mi vida familiar.
Sin embargo, yo que por aquel entonces me lamentaba muchísimo de que España no tenía arreglo posible, me sorprendió de pronto una luz fulgurante de esperanza cuando el 15 de mayo de 2011 asistí en Sevilla a la manifestación del que se llamó “Movimiento de los indignados” porque hacía muchísimo tiempo que no había visto y sentido tal cantidad de gente en la calle y tanta fuerza en la juventud. Seguro que mi amigo Felipe se acuerda porque fuimos y lloramos juntos de alegría.
En fin. Después de todo aquello, sigo cantando “No me arrepiento” y sigo apostando todo lo que puedo porque en este país las capas sociales más vulnerables y débiles, las mujeres y especialmente la juventud, siga y siga sin parar conquistando espacios mayores y mejores de igualdad y fraternidad. Y en este asunto, tanto Pablo Iglesias como Podemos han significado para mí un salto cualitativo y cuantitativo de enorme envergadura, que aunque todavía no sabemos si será sostenible, aunque yo espero que sí, seguirá alimentando las esperanzas de los viejos que como yo seguimos y seguimos haciendo lo que “podemos” por un mundo mejor a partir del metro cuadrado que pisamos.
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Localmente, participa y trabaja en la Asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática”. En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.
Comienzo el día entrelazando tus palabras y desenrollando momentos de mi vida al mismo tiempo y me doy cuenta que nos hemos convertido en náufragos.
Tus palabras han desatado un aluvión de recuerdos y un reconocimiento de que la historia va desarrollándose en bucles que nos lacera aún más y más.
Me he recogido para encontrarme y desarrollar lo único que me queda como verdaderamente humano. Esta guerra no es njestra ni de nadie, no se trata de ideologías contrapuestas, se trata de imponer una única en la que nadie sabe nada. Es un tema de desgaste.
Gracias por tus palabras Juan Miguel pues en el fondo me siento más humana y menos sola.
Gracias a ti. Por SER y por ESTAR.