


En el invierno del presente año, las fiestas de Carnaval se han celebrado de forma muy distinta a lo que venía siendo habitual, a causa de la actual crisis sanitaria originada por el SARS-CoV- 2. Rompiendo, en gran medida, la nota de colorido, música y ritmo que en muchas décadas habían inundado calles y plazas de muchas ciudades y pueblos en Europa y en América Latina. Han sido unos días de fiesta, con fuertes medidas de seguridad o simplemente suspendidos, como ya lo fueron el pasado año, las Fallas de Valencia, las procesiones de Semana Santa, de San Fermin en Pamplona y tantas otras manifestaciones culturales. Aunque en aquel año se celebraron las fiestas de Carnaval, porque aún se desconocía el alcance de la pandemia, este año ha sido distinto. Sin embargo, este tiempo de silencio puede ser un momento idóneo para reflexionar y analizar su origen, su alcance y su significado en las sociedad actual.
Su origen se sitúa, para unos, en las fiestas en honor de Dionisos, hijo de Zeus, en la mitología griega, que fueron acogidas durante la república de Roma, en honor de Baco, hacia el año 200 a.C. y por ello fueron denominadas bacanales. Estas fiestas, que se organizaban , en los alrededores de la ciudad de Roma entre los días 16 y 17 de Marzo, fueron prohibidas por el Senado en el año 186 a.C., por considerar que en ellas, se conspiraba contra los dirigentes políticos y las instituciones de la república. No obstante, siguieron celebrándose aunque menos. Baco, en la mitología romana, era el protector de los viñedos y de los efectos estimulantes del vino que provocaban una bacanal y un ambiente de embriaguez y libertinaje.
Otros historiadores, consideran que los antecedentes del Carnaval están en las fiestas luparcales que se celebraban en Roma en honor a Luparca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo, donde se exhaltaba la sexualidad masculina, el 15 de Febrero. Otros ven sus antecedentes, en las fiestas saturnales en honor de Saturno, protector de la agricultura, que solían celebrarse en Roma del 17 al 24 de Diciembre. Eran días próximos a la fiesta del Sol Invictus, en el que se iniciaba la nueva luz con la entrada del invierno y se celebraban en el Foro Romano. Parece más probable, que los antecedentes del Carnaval se sitúen, dada la proximidad del calendario, en Febrero y Marzo, en las fiesta en honor de Baco o de las organizadas en honor de Luparca, aunque los excesos que se cometían en la comida y la bebida y otros placeres, eran muy parecidos.
Sin embargo, tras la subida al poder del emperador Constantino el Grande, a principios del siglo IV d.C. y una vez decretada la libertad religiosa para los cristianos, las nuevas autoridades religiosas del Cristianismo, acordaron la celebración de la Pascua, en la que se recordaba la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Esta fiesta cristiana, era precedida de un período de cuarenta días, durante el que se prescribía la penitencia, el ayuno y la oración, que se denominó Cuaresma y que ponía fin a las fiestas bacanales y las luparcales. Desde ese momento, la Cuaresma ofrecía un modelo cultural alternativo y distinto de las antiguas fiestas romanas. Dos visiones y dos visiones culturales que se contraponían y que estaban presentes en la sociedad de la época, en los que se expresaban, de una parte, el enaltecimiento de la vida y sus placeres, y la importancia de la austeridad, del esfuerzo y la disciplina de la vida interior, de otra.
Estas distintas miradas coexistieron muchos años, como demuestra la preocupación que San Isidoro de Sevilla tenia en el siglo VII con el arraigo de estas fiestas de Carnaval, de origen pagano. Según las crónicas medievales, hasta el siglo X, las fiestas de Carnaval no tuvieron una mayor difusión, salvo su presencia en alguna ciudades. Los nuevos movimientos migratorios que se sucedieron al final de la Edad Antigua, durante el siglo V y VI, en los territorios del imperio de Roma, al ser invadidos por pueblos germánicos: francos, godos, ostrogodos, visigodos, suevos y alanos no favorecieron la expansión del Carnaval, aunque no desaparecieron. A partir del siglo VII las conquistas musulmanas consolidaron su poder y costumbres sobre aquellos, en la península ibérica, y en el norte de Africa. La violencia de las guerras que se sucedieron en este período, no creó un clima adecuado para recuperar antiguas costumbres. No obstante se conservaron en algunas ciudades durante el período visigodo, como se sabe por las opiniones de San Isidoro de Sevilla, ya indicadas. A ello hay que sumar la importancia de una sociedad principalmente rural, dentro de unas estructuras sociales y económicas propias de la sociedad feudal, en la que los castillos y los monasterios, eran las sedes de los señoríos y el referente del poder económico y militar en manos de la nobleza, del alto clero y de su influencia en los usos y costumbres sociales.
Será a partir del siglo XII y durante el Baja Edad Media, cuando abundan las crónicas acerca del Carnaval, poniendo de relieve, que estas fiestas se extendían gracias al crecimiento y auge de las ciudades; al desarrollo del comercio, el trabajo de menestrales, artesanos y de sus cofradías; y también potenciada por la liberación de los siervos de la gleba, que abandonaban los campos y buscaban mejores oportunidades de vida en los burgos y ciudades, que crecían en torno a los castillos y monasterios. Estos cambios económicos impulsaron una serie de transformaciones sociales, que influyeron en las clases sociales y en las costumbres; estos cambios favorecieron un notable apogeo del Carnaval, como expresión de la liberación de amplios sectores populares y burgueses, respecto del poder de la nobleza y del clero, fomentado una actitud crítica. En esta época, la celebración de las fiestas de Carnaval suponía un movimiento cultural en el que participaban todos los sectores sociales. Se liberaban de prejuicios sociales, y los sectores menos favorecidos proferían fuertes críticas y burlas, dirigidas a los mas poderosos, ya fuesen burgueses, nobles y clero, recurriendo a panfletos, coplas, máscaras y disfraces para ocultar la identidad de las personas. También eran días en los que la abundancia de la comida, especialmente carnes y consumo de vino, con bailes callejeros y comparsas daban lugar a excesos, que simultaneaban con actitudes licenciosas y orgías.
Jerónimo Sánchez Blanco, es Doctor en Derecho, Licenciado en Ciencias Políticas y Ex Diputado Constituyente.
Vaya desde aquí nuestro más sentido agradecimiento por honrarnos con sus colaboraciones.
Un buen estudio de los antecedentes del Carnaval que se remontan a las fiestas en honor a Baco y a Luparca, con excesos en comidas y bebidas. A inicios del siglo IV, con la llegada de Constantino, se puso fin a esas fiestas, siendo sustituidas por la Cuaresma, antesala de la Pascua, que implantó la penitencia el ayuno y la oración. En el s. XII, el Carnaval resurgió con fuerza con el auge de las ciudades como expresión de liberación . Cuaresma y Carnaval son dos formas dispares de entender la vida .