Por Jerónimo Sánchez Blanco
III
El Carnaval en el Libro del Buen Amor
Para una mejor comprensión de este antagonismo cultural Carnaval / Cuaresma, es interesante detenerse en la figura de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, provincia de Guadalajara, que vivió en el siglo XIV, y escribió el Libro de Buen Amor en el que trata de la pelea de Don Carnal y Doña Cuaresma, del que el historiador Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984 ) nos ofrece su contexto histórico:
“Nacido quizás en una villa como Alcalá, aburguesada desde hacía tiempo y arcipreste en otro centro urbano, alejado del estruendo caballeresco, vivió en una Castilla, que después de la gesta histórica comenzaba a abrirse a una nueva vida. Juan Ruiz perteneció además, a una generación que había presenciado al alargamiento de la reconquista, los desastres de la guerra civil, la ascensión del pueblo al primer plano de la vida política y el despliegue económico del reino.”
Para caracterizar a continuación, el lenguaje del Arcipreste de Hita, como burlón, satírico e irónico, propio del espíritu burgués que avanzaba en las ciudades medievales:
“ Me inclino a creer que la ironía de Juan Ruiz ha sido muy dejada de lado como faz esencial del Libro de Buen Amor. Nadie ha pensado, por ejemplo, en relacionarla con un primer relampaguear del espíritu burgués en la Castilla del trescientos. Sin embargo, me parece seguro que Juan Ruiz inició ese cambio en la sensibilidad literaria castellana (….)En cuanto tuvo de disidencia, de ruptura y de novedad frente a lo teocentrico, lo caballeresco, lo vasallatico, lo señorial…el espíritu burgués empezó a manifestarse mediante burlas, más o menos vivaces, de todo lo que había constituido hasta allí, el eje de la vida medieval. Mediante burlas salidas de hombres inquietos y cargados de humorismo, que al contemplar el mundo en torno, sentían estallarles en el pecho, una carcajada, más benévola que sañuda, ante ideas, instituciones, prácticas, usos, formulas …hasta allí ancladas en el común asentimiento, pero que empezaban a perder autenticidad vital. (………). Juan Ruiz iluminó con sus sonrisa nada sañuda la gran comedia humana de su época y se burló de la vida religiosa, de la vida caballeresca, de las prácticas piadosas, de los ejércitos y batallas, de la justicia, de la clerecía, de los teoréticos rigores morales y hasta del mismo buen amor. Con el Buen Amor, sopla en Castilla por primera vez, el espíritu burgués en lo que tenia de ruptura crítica frente a las ideas, las instituciones, las normas, los valores, las fórmulas consagradas por la tradición. (………..).La modernidad de la ironía de Juan Ruiz estriba precisamente en su bufo enfrentamiento con una sociedad en trance inicial de crisis cuando el humorismo contemporáneo se enfrentó con ella. Bajo el reinado de Alfonso XI (fallecido en 1350), se inició el giro decisivo hacia una sociedad nueva. Enpezaron a caducar muchas ideas y muchos valores antes, inconmovibles y al parecer eternos. Apenas lo sospechaban los contemporáneos. El Arcipreste con sus parodias puso el dedo en la llaga”
Desde la perspectiva de la sociedad actual, cabría pensar que el lenguaje satírico y mordaz del Arcipreste de Hita, era compartido por sectores minoritarios de esa burguesía incipiente que aspiraba al poder económico y social, alejado de las masas populares. Sin embargo, no fue esta la percepción popular de la época, según Claudio Sanchez Albornoz:
“De ahí su éxito entre el pueblo. Entre el pueblo menos rudo, bárbaro y sañudo que antaño, pero más seguro del tambalearse de la torre clerical y caballeresca, hasta allí muy firme, ante los golpes de ariete de la monarquía. Obsérvese que la realeza, contra la que se habían alzado los cantares de gesta, escapa casi excepcionalmente, a la befa general del Arcipreste contra todo y contra todos, y es invocada (la monarquía) como instancia suprema de apelación.”
Entrando en el fondo del tema, merece recordar cómo describe el Arcipreste de Hita, de forma simbólica y satírica la pelea de Don Carnal y Doña Cuaresma, que se inicia al ser desafiado y retado Don Carnal a través de dos cartas, en castellano medieval, que le envía Doña Cuaresma. En la primera le dice:
De mi, santa Quaresma, sierva del Salvador, embiada de Dios a todo pecador, a todos los arçiprestes e clérigos sin amor, salud en Jhesú Cristo fasta la Pascua Mayor. Sabed que me dixeron que ha çerca de un año, que anda Don Carnal sañudo, muy estraño, astragando mi tierra, faziendo mucho daño, vertiendo mucha sangre, de lo que más me asaño. E por aquesta razón, en vertud de obediençia, vos mando firmemente, so pena de sentençia, que por mí e por mi Ayuno, por mi Penitençia, que l´desafiedes luego con mi carta de creençia. Dezidle de todo en todo que, de oy en siete días, la mi persona mesma e las conpañas mías, iremos pelear con él e con sus porfías; creo que no s´nos tenga en las carneçerías. Dadla al mensajero esta carta, leída, llévala por la tierra, non la traya escondida, que non diga su gente que non fué aperçibida.”
Nuevamente, Doña Cuaresma le desafía a la batalla en el campo para que cumpla su mandato:
“Otra carta traía abierta e sellada, una concha muy grande de la carta colgada; aquél era el sello de la dueña nombrada; la nota es aquesta, a Carnal fué enbiada: De mí, Doña Cuaresma, justiçia de la mar, alguaçil de las almas que se han de salvar, a tí, Carnal goloso, que no t´coidas fartar, embiote el Ayuno por mi desafiar; desde hoy en siete días, tú e tu almohalla, (huestes) que seades conmigo en canpo, a la batalla; hasta el Sábado Santo darvos he lid sin falla; de muerte o de lisión no podrás escapalla.”
Don Carnal reaccionó con orgullo y a la defensiva como describe el mismo Arcipreste de Hita:
“Las cartas resçibidas, Don Carnal argulloso mostró en sí esfuerço, pero estava medroso; non quiso dar respuesta, vino muy acuçioso, troxo muy grande mesnada, como era poderoso. Desque vino el día del plazo señalado, vino Don Carnal ante; está muy esforçado, de gentes bien guarnidas, muy bien acompañados.”
De inmediato, Don Carnal revisó sus huestes, organizó las lineas de defensa y de ataque en campo abierto, de forma muy imaginativa y concienzuda, a la espera de Doña Cuaresma:
“Puso en la delantera muchos buenos peones: gallinas e perdices, conejos e capones, ánades e gordos ansarones, fazían su alardo çerca de los tizones. Éstos traían lanças de peón delantero, espetos muy cumplidos de fierro e madero; escudávanse todos con el grand tajadero: en la buena yantar éstos viene primero. En pos de los escudados están los ballesteros: las ánsares çeçinas, costados de carneros, piernas de puerco fresco, los jamones enteros; las puestas de la vaca, lechones e cabritos allí andan saltando e dando grandes gritos; luego los escuderos, muchos fresuelos friscos que dan de las espuelas a los vinos bien tintos.”
Pasando revista a su mesnada en forma de viandas y manjares exquisitos, en los que no faltaban faisanes, gamos, jabalies, ciervos, liebres, el cabrito montés, el buey y abundante vino, Don Carnal se sintió satisfecho:
“Estava Don Carnal ricamente assentado a mesa mucho farta, en un rico estrado, d´esas muchas viandas era bien abastado; delante sí juglares, como omne mucho honrado (….). Desque vino la noche, mucho después de çena, que tenía cada uno la talega llena, para entrar en facienda con la dueña serena; adormiéronse todos después de en ora buena.(….) Faza la medianoche, en medio de las salas vino Doña Quaresma: ¡Dios Señor, tú me valas! Dieron bozes los gallos, batieron las alas, fueron a Don Carnal aquestas nuevas malas. Como avía el buen omne sobramucho comido, con la mucha vianda mucho vino bevido, estaba apesgado e estava adormido, por todo el su real entró el apellido. Todos amodorrados fueron a la pelea, pusieron las sus azes, ninguno non pleitea.”
De la pelea no salió bien parado Don Carnal, frente a Doña Cuaresma, y solicitó confesión:
“Vino luego un fraile para lo convertir; començol a pedricar e en Dios a departir; ovose don Carnal luego mucho a sentir, demandól penitençia con grand arrepentir. En carta por escrito le dava sus pecados, con sello de poridat çerrados e sellados; respondióle el fraire que l´non seríen tomados; çerca esto le dixo muchos buenos ditados: Non se faze penitencia por carta nin por escrito; sinon por la su boca del pecador contrito; non puede por escrito ser asuelto nin quito; mester es la palabra del confesor bendito.”
Dejamos en suspenso, por ahora, las andanzas de Don Carnal, arrepentido de sus excesos en el comer y beber y confesado por un fraile, tal como cuenta el Arcipreste de Hita. Pero esta historia no acaba aquí y se retomará más adelante, cuando Doña Cuaresma imponga a Don Carnal una penitencia muy dolorosa.

Jerónimo Sánchez Blanco, es Doctor en Derecho, Licenciado en Ciencias Políticas y Ex Diputado Constituyente.
Vaya desde aquí nuestro más sentido agradecimiento por honrarnos con sus colaboraciones.