El Dios necrófilo de Bolsonaro

Por Juan José Tamayo Acosta

D esde la elección de Jair Messias Bolsonaro como presidente de Brasil, este país se ha convertido en el epicentro del “cristoneofascismo” y en el lugar donde gobierna la extrema derecha de dios en un acto de la más crasa manipulación de lo sagrado al servicio de una política necrófila o, si se prefiere, de la necropolítica, por utilizar el término del politólogo camerunés Achille Mbembe. Tal situación me lleva a plantear la pregunta por la imagen de dios que subyace y legitima el cristoneofascismo de Bolsonaro. A ella voy a intentar dar respuesta a continuación.

El dios en el que cree el actual presidente de Brasil y con él los cristoneofascistas es el que legitima las dictaduras y denuesta la democracia. Bolsonaro ha defendido la dictadura brasileña que duró más de veinte años, de 1964 a 1985. De ella ha llegado a afirmar que su principal error “fue torturar y no matar”. También ha elogiado el golpe de Estado de Augusto Pinochet y lo ha hecho como respuesta a las críticas de Michelle Bachelet, presidenta de Chile durante dos mandatos (2006-2010, 2014-2018) y actual Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, a la política de Bolsonaro.

Este respondió a Bachelet que se olvidaba “de que su país no era como Cuba solo gracias a los que tuvieron el coraje de dar un `basta´ a la izquierda de 1973, entre estos estaba su padre, entonces brigadier”. La reacción de Bolsonaro no deja lugar a dudas: su dios se pone del lado de los dictadores y verdugos, criminaliza a las víctimas de manera inmisericorde y “almuerza en la mesa del patrón, como cantara Atahualpa Yupanki en la mítica canción “Preguntitas sobre Dios”.

 

Comentando la Declaración postsinodal Querida Amazonía, del papa Francisco, Bolsonaro negó que hubiera fuego en la floresta húmeda y cuestionó en tono burlesco y teocrático el contenido de la exhortación: “El papa Francisco dijo ayer que la Amazonía es de él, que es de todo el mundo; coincidentemente yo estaba ayer con el canciller argentino… el papa es argentino, pero Dios es brasileño”. Es el dios del nacionalismo populista excluyente de Bolsonaro, cuya fe quiere imponer a la ciudadanía brasileña.

El dios de Bolsonaro, según Eleane Brum, es el que odia el mundo globalizado, el que cree que los inmigrantes pueden amenazar la soberanía de Brasil, el que cree que las escuelas del país se han convertido en una verdadera bacanal infantil alentada por profesores defensores de la “ideología de género”. Y yo añado: el dios negacionista del calentamiento global, insensible a la violencia de género, supremacista blanco, militarista, hecho a imagen y semejanza del militar Bolsonaro. Es un dios vengativo, que tiene su representación en el gabinete de odio, dirigido por un de los hijos de Bolsonaro, y no el Dios del perdón, de la compasión y la misericordia como el predicado y practicado por Jesús de Nazaret. Nada que ver con el Dios liberador que opta por las personas y los colectivos empobrecidos.  

Es el dios de la magia y de la superstición. En el momento álgido de la pandemia con decenas de miles de personas brasileñas contagiadas y miles de personas muertas por día, dictó un decreto por el que declaraba los cultos religiosos como “servicio esencial”. Dicha normativa se inspiraba en la afirmación del pastor evangélico Silas Malafaia, uno de sus asesores religiosos: “La iglesia es una agencia de salud emocional, tan importante como los hospitales”.

Asesorado por los pastores de las mega-iglesias, Bolsonaro minusvaloró desde el principio la gravedad del coronavirus, que calificó de “gripecilla”, y de la pandemia, que calificó de psicosis e histeria, mostró su desconfianza de la ciencia y propuso como alternativa la fe. Declaró su cercanía al obispo evangélico Edir Macedo, para quien el coronavirus es una estrategia de Satanás para infundir miedo, pánico e incluso terror, pero solo afecta a la gente sin fe. Como antídoto al coronavirus propone el “coronafé”, que solo es eficaz para quienes creen firmemente en la palabra de Dios, El propio Bolsonaro llegó a profetizar contra el coronavirus ante un grupo de evangélicos que le esperaba enfervorizada aclamándolo como “Mesías” a las puertas del palacio presidencial.

La respuesta a la desconfianza de la ciencia y al carácter mágico-curativo de la fe al margen de la medicina la ofrece el teólogo y filósofo intercultural Raimon Panikkar:

«…desligada de la medicina, la religión deja de ser […] una fuente de júbilo […]; se torna una fuerza alienante, que, raramente, puede refugiarse en el ‘negocio’ de salvar almas no encarnadas o en la espera de un cielo proyectado en un futuro lineal, pero que pierde valor terrenal e incluso su raison d’ être, puesto que ya no puede salvar al ser humano real de carne y hueso […] una especie de medicina para otro mundo, al precio de ignorar este de aquí […] La religión sin medicina no es religión, se deshumaniza, se torna cruel y aliena a los seres humanos de su propia vida en esta tierra. La religión sin medicina se vuelve patológica…» 1 Ref.PANNIKAR, R. La religión, el mundo y el cuerpo. Herder. Barcelona. 2012. Pgs.: 111 y 112.

El dios de Bolsonaro exige el sacrificio de seres humanos, un sacrificio selectivo de las personas, clases sociales y sectores más vulnerables de la población brasileña, entre ellos las comunidades afrodescendientes e indígenas. Esto se ha puesto de manifiesto durante la pandemia con la muerte de 350.000 personas, con un ritmo actual de en torno a 4000 personas por día, que han sido sacrificadas con el más absoluto desprecio por la vida bajo la excusa de salvar la economía. ¡La economía por encima de la vida! La inversión no puede ser más necrófilay contradictoria. Sin vida, no hay economía.

Además de homicida, el dios de Bolsonaro es ecocida que exige sacrificar la naturaleza, sobre todo la destrucción de la selva amazónica, sin reparar que la naturaleza es la fuente de la vida, y Dios es dador de vida frente a los ídolos de muerte del cristoneofascismo.

Juan José Tamayo Acosta es teólogo vinculado a la Teología de la Liberación. Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III, en Madrid, y secretario general de la Asociación de teólogas y teólogos Juan XXIII. Conferencista nacional e internacional y autor de más de 70 libros. Articulista habitual en prestigiosos periódicos nacionales e internacionales, así como reconocidos sitios como Religión Digital.
Entre algunas de sus publicaciones se encuentran: San Romero de América, mártir por la justicia (Editorial Tirant, 2015);  Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed.)De la iglesia colonial al cristianismo liberador en América Latina (Tirant lo Blanc, 2019); ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías?  (Biblioteca Nueva, 2020, 3ª ed.); Hermano islam (Trotta, 2019).Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra; (Herder, noviembre 2020); ¿La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria, 2020)
Este artículo fue publicado por RELIGIÓN DIGITAL el pasado 24 de abril del presenta año 2021.
        Vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento por honrar con sus colaboraciones este sitio.

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2 thoughts on “El Dios necrófilo de Bolsonaro

  1. El Dios de Bolsonaro, donde Bolsonaro habita o el que habita en Bolsonaro, es el mismo que lo habita todo. Es el Uno, el Yo Soy superior que tenemos que descubrir en nosotros y que al descubrirlo, al quitarle el velo del yo egoico, lo descubrimos en todo, adquiriendo sentido las luces y las sombras que nos rodean y de inmediato surge la compasión por los que aun viven en ellas. Bolsonaro, como tantos, tienen la triste misión, dentro del misterioso plan que NOS hemos trazado, de ser la piedra del camino que hemos de allanar. Entiendo la importante función carismática de denuncia que el gran admirado Juan José Tamayo asume en este artículo, señalando lo equivocada actitud de un mandatario que se apoya en una falsa imagen de Dios, pero creo necesario que no podemos quedarnos sólo en ella, en la denuncia, sino que debemos transcender los hechos y encajarlos como una lección de vida, con una actitud compasiva. No es saludable quedarnos inquietos por la ignorancia que demuestra quien actúa de forma tan equivocada e injusta, con el riesgo de albergar rencor en nuestros corazones. Mejor entenderlo como un obstáculo que debemos salvar y del que debemos aprender, compadeciendo al que asume este rol en el teatro del mundo.

    1. Muchas gracias querido. Es un comentario muy acertado que comparto. No obstante, he de decirte que la “compasión” si no se funda en la atención y la observación consciente de la realidad, corre el riesgo de convertirse en una especie de “buenismo” individual que nos aisla y encapsula en una especie de mundo feliz interior incapaz de irradiar y dar testimonio de que cambio interior es inseparable del exterior, sencillamente porque “somos” y “estamos”. A veces creemos que “tolerar” es permitir lo “intolerable” o que “perdonar” es dejar impunes hechos, acciones y conductas que causan daño objetivo a la vida y a las personas. Un abrazo grande hermano !!!

Me encantaría que hicieras un comentario. Muchas gracias.