Memoria personal de los 60′ (16): adoctrinamiento e inculcación

Adoctrinamiento e inculcación


El recuerdo que tengo de aquellos profesores que tuve desde 1960 a 1965 en el Instituto Laboral “Virgen del Castillo” de Lebrija (Sevilla) es indudablemente y en general positivo. No obstante de unos aprendí lo que debo tener muy en cuenta para llegar a ser una buena persona y un buen profesor, pero de otros, por el contrario, aprendí lo que nunca y en ningún caso debo hacer.

        En realidad, todos los profesores que he tenido en todos los tiempos contribuyeron en mayor o en menor grado a mi aprendizaje y a mi desarrollo personal. Unos lo hicieron por la vía positiva del cuidado, la atención y el trato humano y otros por la vía negativa del distanciamiento, el autoritarismo, el temor, el adoctrinamiento y en algún que otro caso por su verdadera incompetencia. Y curiosamente, a estos últimos y a tantos años de distancia, a pesar de que sus clases eran muy a menudo soporíferas e insoportables, les debo agradecer que me proporcionaran oportunidades, sin proponérselo, para afirmar mi identidad a base de crítica, protesta, desobediencia, acciones de rebeldía e incluso estímulos para estudiar e investigar por mi cuenta sin ánimo de obtener buenas notas, sino simplemente por esas ganas de saber a la que Paulo Freire llamaba “curiosidad epistemológica“.

        Estos últimos profesores que tuve en el Bachillerato Laboral, fueron los de las asignaturas de Educación Física, Español, Formación del Espíritu Nacional (FEN), Historia Universal y de España, Literatura y Religión. No quiero decir con esto que fuesen malas personas o negligentes e incompetentes profesores, sino sencillamente que las materias que impartían, al ser obviamente escasamente prácticas y de un fuerte carácter doctrinario inspirado en el nacionalcatolicismo, pues aquellos profesores no podían dar más de sí. Además de que ser funcionario docente en aquellas fechas requería no solo pruebas selectivas de conocimiento doctrinario del Régimen, sino también cierta adhesión visible a sus principios y normas. En consecuencia lo que ellos hacían era cumplir obedientemente todo lo establecido en los cuestionarios oficiales, 1 Ref.Los cuestionarios oficiales para el acceso al cuerpo de Magisterio en las Escuelas Anejas a las Normales pueden verse aquí. Al mismo tiempo el Programa General de Estudios del Bachillerato Laboral Elemental de la Modalidad Agrícola Ganadera está aquí si bien, lo que pasaba era que unos ponían más énfasis en el adoctrinamiento y el autoritarismo que otros. En cualquier caso aquellos cinco años me permitieron aprender muchísimo, sobre todo cuando me di cuenta años más tarde de que un profesor cualquiera, aunque no sea consciente de ello, puede influir, condicionar e incluso determinar el porvenir, no solo en el desarrollo personal y profesional de cualquier alumno, sino incluso la situación de su familia.

        Para entender con un mínimo de rigor las bases ideológicas de aquellas asignaturas de carácter teórico, así como las prácticas pedagógicas habituales que se desarrollaban, no solo en mi Instituto, sino en todos las instituciones del sistema educativo franquista, es necesario que me detenga un poco en explicar que es eso del adoctrinamiento y la inculcación.

        Para empezar, simplemente decir que toda educación que se desarrolla a través de procedimientos de inculcación y/o adoctrinamiento, tiene como objetivo fundamental la interiorización de dogmas y doctrinas que se consideran como absolutamente verdaderas y únicas. Para ello se utilizan todos los medios que se consideren más convenientes, sin que exista una especial preocupación por la concordancia entre los fines dogmáticos declarados y los medios utilizados, dado que todo proceso de inculcación parte del principio de que el fin siempre justifica los medios. Por lo general, estos medios son casi todos coercitivos, es decir, se basan en el miedo, la amenaza o en motivaciones negativas, que son las que garantizan que una persona piense, se adhiera o ponga en práctica una determinada doctrina a partir del rechazo, el miedo, el temor ante las posibles consecuencias, daños, castigos o dificultades personales si no hace visible una conducta de adhesión. Los procedimientos de inculcación o de adoctrinamiento consideran a los individuos como meros “receptores” de normas y la importancia de la educación radica en el cumplimiento y la expresión concreta de esas normas en la conducta, primando siempre la acción sobre la reflexión y la obediencia a la autoridad  (única fuente de valor) frente a la autodeterminación de la voluntad.

          En la inculcación o adoctrinamiento se han basado la mayor parte de los procedimientos tradicionales de educación moral y cívica que hemos conocido a lo largo de la historia. Básicamente este tipo de procedimientos parten del doble supuesto de que existen valores absolutos y universales y de que estos pueden transmitirse e incorporarse a las actitudes mediante sistemas de premios y castigos especialmente durante la infancia y adolescencia. Son precisamente en estas etapas del desarrollo psicológico y madurativo las de mayor importancia para los sistemas de adoctrinamiento. Y esto es así porque estos sistemas de inculcación y quienes los propugnan, saben que la infancia, la adolescencia y la primera juventud, son las de mayor impacto en el desarrollo psicológico adulto y también las que tienen menor desarrollado el sistema inmunitario de la conciencia y con menor capacidad para cuestionar y criticar los contenidos que se ofrecen como obligatorios. No en vano, en este conocimiento se basa la exigencia de todas las religiones e ideologías totalitarias de hacer obligatorias asignaturas como la FEN u otras parecidas en otros regímenes políticos, incluidos los llamados socialistas, y por supuesto la exigencia de que la religión sea una asignatura obligatoria o de oferta obligatoria en los centros educativos.

          La concepción ética subyacente a estos planteamientos es obviamente una concepción autoritaria que niega la posibilidad de que los seres humanos sean los que se den sus propias normas morales, en consecuencia lo que se considera bueno para el ser humano es establecido por una autoridad exterior que escapa a su control y que es la única que prescribe lo que se debe hacer en cada momento. Su base, por tanto, la encuentra en una ética autoritaria  caracterizada por:

  1. Demandar confianza, subordinación y obediencia a la autoridad que es la que establece lo que el individuo debe pensar y debe hacer

  2. Carencia de autonomía del sujeto: es una moral heterónoma basada en el premio (obediencia)/castigo (desobediencia) con lo que se asume una perspectiva egocéntrica: lo que es bueno, lo es porque lo es para mí y nada más.

  3. Basarse en el refrendo y temor a la autoridad y las consecuencias que se deriven de la desobediencia. Su fundamento es la razón de la fuerza (poder/temor) y no la fuerza de la razón, en consecuencia toda actividad que suponga reflexión crítica está descartada de antemano.

  4. Una concepción trágica y de desprecio del ser humano: su felicidad consiste en la autonegación, el sacrificio, la autodisciplina y la obediencia al deber en aras de unas normas que él mismo no puede autoimponerse.

          Consecuentemente con estas concepciones, el modelo educativo que subyace está basado exclusivamente en el aprendizaje por imitación y repetición de respuestas concretas conocidas de antemano y convenientemente reforzadas: la reflexión, el diálogo, la comunica­ción, la argumenta­ción, el compromiso autónomo, ya sea individual o colectivo,  no tienen cabida en este modelo.

          Los procedimientos de inculcación y adoctrinamiento son los que generalmente han utilizado  los sistemas políticos y sociales autoritarios para lo cual y mediante la intervención directa en el curriculum, se aseguran de la obligatorie­dad de que los individuos “reciban y cumplan” el mensaje que desde el poder se considera correcto. Consecuentemente los valores que se transmiten pueden ser muy divergentes: desde la aceptación del orden establecido por la tradición hasta la asunción del nuevo orden instaurado por una revolución, o desde la primacía de lo individual sobre lo social (individuo/fin-sociedad/medio) o viceversa, considerar al individuo como mero instrumento de lo social. Lo importante en este caso es el nexo que los dos polos de valores tienen en común: a ambos les une el de la obediencia ciega a la autoridad y el otorgamiento del poder de decisión personal a la misma.

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