IDEAS Y ESCRITOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA (31). ¿Por qué vivimos?

En el mundo actual, aumenta día a día la distancia entre los más ricos y los más pobres. Es decir, los hombres son cada vez más desiguales ante la enfermedad, la pobreza y la muerte, y sin duda también ante la soledad, pues los pobres más pobres se ven tentados a buscar la salvación en la huida, el desarraigo, el vuelo a menudo solitario hacia las luces candentes y mortíferas del mundo desarrollado. Sin embargo, es evidente que no podemos afirmar que todos los más o menos ricos son felices y que todos los más o menos pobres son infelices, pues existe cierto componente personal en la aptitud para la felicidad o la infelicidad que elude tal determinismo. Ahora bien, cuando la miseria es demasiado grande, la cuestión de la felicidad puede parecer un lujo. Esta circunstancia no le resta legitimidad, muy al contrario, pero la sitúa en su verdadero lugar, que es el de un privilegio o una esperanza.

Prestemos atención por un instante a la imagen de la felicidad que propone o tiende a imponer la sociedad a los individuos que tienen la fortuna de vivir en la parte más desarrollada del mundo, en la llamada «sociedad de consumo». Dicha expresión contiene dos implicaciones. Sugiere que el ideal social es el consumo de todos y para todos, pero también que todo debe ser consumido, y, por tanto, previamente producido, y no sólo los alimentos y todos los bienes de subsistencia inmediata, sino también la información, el ocio, la cultura, el saber, conceptos que en virtud de tal circunstancia se elevan a la categoría de «productos de consumo».

Estos productos que uno puede o debe consumir no son sin más la expresión de una definición mínima y negativa de la felicidad (no tener hambre, no estar enfermo), aunque es indudable que en las partes más desarrolladas del mundo ha mejorado la atención sanitaria, ha aumentado la longevidad y se ha reforzado la protección social; el desarrollo se acompaña también de representaciones más normativas del individuo y de lo que debería permitirle alcanzar la plenitud.

El individuo es libre de consumir lo que quiera, pero una parte de su elección se limita a la gama de productos aparentemente diversos que se le ofrecen y por otra parte no tiene la libertad de NO CONSUMIR, pues la publicidad, las diversas formas de crédito, la fragilidad y la renovación rápida de los productos en sí le obligan a ejercer su libertad de elección. Por otro lado, muchos de los productos pretenden transformar o mejorar la naturaleza física, intelectual y psíquica del individuo; no sólo todas las sustancias susceptibles de luchar contra el envejecimiento, la fatiga o el aumento de peso, sino también, en un sentido más amplio, todas las PRÓTESIS TECNOLÓGICAS que le permiten comunicarse a distancia y tener el mundo (una imagen o un eco del mundo) ante sus ojos y en sus oídos veinticuatro horas al día. En suma, el individuo no es libre de no ser lo que la época quiere que sea. Y quiere que sea feliz. QUE CONSUMA Y SEA FELIZ.

MAX AUGE (2004): ¿POR QUE VIVIMOS? GEDISA



JORGE EDUARDO NORO nació en la ciudad de Paraná, de la provincia de Entre Ríos, una de las más hermosas de la Argentina, aunque actualmente reside en la provincia de Buenos Aires.
   Es profesor de Filosofía, Pedagogía y Letras, doctor en Ciencias de la Educación y está especializado en Filosofía.
   Ha trabajado como docente con adolescentes durante cuarenta años y al mismo tiempo en la formación de profesores.
   Con el paso del tiempo ingresó como profesor universitario y actualmente imparte seminarios de grado y potgrado en Argentina y otros países de América.
      Ha publicado alrededor de quince libros y desde hace algunos años sus publicaciones están disponibles en diversos sitios web como AcademiaEdu, Calameo, Scribd y en su propio sitio web.
      Dedica sus días a los seminarios que imparte, a participar como invitado en congresos y cursos, pero sobre todo a escribir mucho y a cuidar los árboles que ha plantado. Tiene dos hijos y un nieto, además de ser hincha del Racing.
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