

Hoy me propongo interpretar y tratar de comprender, la conocida ley kármica del budismo del DAR. Como todas las que he intentado explicar anteriormente, procuro describirlas basándome, no solo en lecturas, sino sobre todo en mis propias vivencias que al convertirlas en experiencias me han permitido aprender. En todo caso, debo advertir, que un ser humano puede haber vivido muchos acontecimientos, aventuras y situaciones, puede haber gozado o sufrido numerosas vivencias, pero si no ha sido capaz de convertirlas en experiencias significativas para el desarrollo de su conciencia, sino ha sabido o no ha podido aprender con ellas, no habrá conseguido madurar personalmente. La clave creo que está, como decía Anthony de Mello en disfrutar con todo y con nada, pero sobre todo en comprender que a esta existencia personal que me permite escribir esto ahora y a ti leerlo, nos han traido, sin el concurso de nuestra voluntad, solamente para aprender lecciones, como dejó dicho la prestigiosa psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en su famoso libro «La Rueda de la Vida»
La Ley del Dar, para los budistas, es bien sencilla. Viene a decir que para sobrevivir, vivir, convivir y desarrollar nuestra conciencia de forma que encontremos espontáneamente y sin buscarlas tanto la paz interior, como la felicidad, tenemos siempre que dar algo, tanto a los demás como a nuestra Madre Naturaleza. En este asunto son importantes tres matices interpretativos.
- Primero. El dar no es un deber, como tampoco una obligación ya sea moral o religiosa, sino que por el contrario es un principio de supervivencia porque el dar en realidad es una necesidad, ya que si no das, no recibes, de acuerdo con la primera Ley de que «lo que recoges, es lo que siembras». Ejemplo: son muchas las personas que confiesan su amor, ya sea a su pareja, a su profesión, a sus hijos o nietos, a sus creencias, a su religión, a su país o a su patria, a la organización o el grupo al que pertenecen, o incluso a la causa de la transformación de la sociedad, etc, pero si no dan nada, no aportan nada, pues su fariseismo e incoherencia es total, su amor es falso, porque si algo caracteriza al amor, como decía Erich Fromm, es dar incondicionalmente.
- Segundo. El dar o se hace de forma absolutamente incondicional y sin esperar nada a cambio o no sirve ni para el crecimiento interior, ni para nuestra propia supervivencia. Soy consciente de que hay muchísimas personas extraordinariamente generosas que dan mucho a los demás, pero resulta que también muchas lo hacen sin darse cuenta, para engordar su ego y sentirse bondadosos y reconocidos por los demás. Otras incluso creen que si dan, pues cuando mueran y serán juzgadas en eso del “juicio final” irán al cielo o serán consideradas santas. También las hay, de las que esperan recompensa, por aquello de “hoy por ti, mañana por mí” y si no reciben, dejan de dar. Pero el concepto de dar para los budistas y tal como yo lo entiendo consiste simplemente en dar, regalar, invitar de forma totalmente desinteresada e incluso por la satisfacción interior que encuentran al dar. Por cierto, cuando digo dar, no me estoy refiriendo exclusivamente a dar dinero o recursos materiales a aquella persona que lo necesite, dejando así algunos, limpia su conciencia. Me refiero también y sobre todo a cosas inmateriales de carácter emocional y social como por ejemplo, dar alegría, afecto, cariño, ternura, caricias, abrazos, compañía, cuidado, humor, ánimo y en general todo aquello que ayuda a alguien a sentirse mejor y hacer frente a sus dificultades con mayores dosis de fortaleza y bienestar. En este punto y en mi opinión, en el cristianismo hay un texto magistral que expresa a la perfección lo que significa esta ley o principio para los budistas: la parábola del buen samaritano.
- Tercero. No solamente hay que dar incondicionalmente a los demás lo que necesitan, ya sean cosas materiales o emocionales y afectivas, sino que también hay que dar a la Madre Naturaleza lo que ella necesita para vivir y pueda así regalarnos vida, algo que es evidente que no hacemos. Y no lo hemos hecho hasta ahora, porque creemos que la Naturaleza, no solo nos pertenece y somos sus dueños (antropocentrismo), sino que además si nos da la gana, la destruimos. El otro día por ejemplo, paseando por un gran solar que hay en Camas completamente urbanizado pero vacío de viviendas, caí en un estado de tristeza enorme cuando comprobé con mis propios ojos un montón de escombros y de basura que un insensato había colocado allí. Y claro, después llega otro insensato, siendo suave, ve el montón y le echa otro montón encima. Pero lo curioso del caso, es que más tarde o más temprano, llega el crítico de turno, le echa la foto, la pone en las redes y lo denuncia al Ayuntamiento haciéndolo culpable de todos los males del mundo mundial. Sí, me puse muy triste, porque me dije a mí mismo otra vez “no tenemos arreglo” y efectivamente “no tenemos arreglo” mientras no comprendamos que el problema es más interno que externo.
- Cuarto. Hay otra manera de dar, que afortunadamente compruebo cada día en esto del Internet y las Redes Sociales de comunicación virtual. Si bien, no dejo de reconocer, que gran parte de las publicaciones o post que veo en ellas, son chorradas e idioteces, o del más ramplón exhibicionismo para destacar o inflar egos y otras muchas de simple publicidad y compra-venta. Sin embargo, a la manera de dar en estos nuevos tiempos de comunicación instantánea y virtual a la que me refiero, son aquellos sitios que nos regalan incondicionalmente conocimiento, lo cual es sin duda muy de agradecer para aquellas personas que quieren aprender o conocer algo. No en vano, el viejo Lao-Tsé por la misma época en que andaba Sidharta Gautama “El Buda” por el mundo, dejó dicho “El hombre de conocimiento, produce pero no posee, produce pero no se apropia y hecha la obra, no permanece en ella“. Y en este punto, no tengo más remedio que recordar aquí y testimoniar mi gratitud a todo ese gran número de personas, casi todas anónimas, que se dedican de por vida a la investigación médica, biológica, química, epidemiológica para ayudarnos a enfrentar los graves problemas de salud que nos está causando esta pandemia y muchos otros que padecemos.
Como resumen, ofrezco lo que aprendí un día de una mujer que estuvo dando una charla en la Parroquía “Sta. María de la Fuente” de Camas (Sevilla) sobre el tema de la caridad y la generosidad. Esta mujer, de la que no recuerdo el nombre, dijo algo que nunca olvidaré. Lo llamaba la Ley de las 4 T de la Generosidad. Decía que una persona auténticamente generosa es aquella que es capaz de estar siempre dispuesta a regalar incondicionalmente a los demás su Tiempo, su Talento (inteligencia, habilidades y conocimientos), su Trabajo (los productos u obras que crea y elabora) y su Talego (los recursos económicos y materiales de los que dispone). Así pues, la Ley del Dar de los budistas, es también la Ley de las 4 T.
