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Por Leandro Sequeiros San Román


En el presente artículo proseguimos el análisis del pensamiento de Antony Flew iniciado en un trabajo previo, recientemente también publicado en Tendencias21 de las Religiones.
En otros artículos de esta revista me he referido a lo que se ha venido en llamar en la última década el Nuevo Ateísmo , representado por Richard Dawkins, Daniel Dennett, Sam Harris y Christopher Hitchens. Stephen Hawking no pertenece a este grupo, pero sus ideas han sido comentadas con frecuencia en relación a la cuestión de Dios.
Por ello, hemos abordado también una discusión de su idea del universo y su referencia a Dios. El Nuevo Ateísmo da por supuesto que la ciencia moderna excluye taxativamente la existencia de Dios. Sin embargo, estos no son los únicos ateos.
Tanto desde el campo de la ciencia (vg. Steven Weinberg, Carl Sagan, el mismo Roger Penrose), como igualmente desde el campo de la filosofía en los últimos siglos y en la actualidad, numerosos pensadores han llenado las filas del ateísmo.
Antony Flew es un autor clásico y maestro del ateísmo en el siglo XX, un autor que defendió durante cincuenta años el ateísmo desde la perspectiva de la Escuela de Filosofía Analítica (que seguidamente explicamos). Sin embargo, en sus últimos años se produjo una sorprendente conversión al teísmo que dejó sin palabras a muchos de los ateos más sobresalientes, entre ellos a Richard Dawkins.
El descubrimiento de lo divino en Antony Flew
Hemos dicho que el cambio de posición de Flew hacia el teísmo no ha resultado de experiencias religiosas, sino de ponderaciones racionales situadas en el marco analítico de su enfoque filosófico de siempre.
“Debo recalcar que mi descubrimiento de lo divino ha operado en un nivel puramente natural, sin ninguna referencia a fenómenos sobrenaturales. Ha sido un ejercicio de lo que tradicionalmente es conocido como Teología Natural.
Flew reconoce que
Además, este itinerario ha tocado sólo los puntos fundamentales del teísmo, a saber, la existencia de Dios establecida como resultado de un análisis racional del cosmos. Es, además, evidente que Flew sólo expone su conclusión personal subjetiva y no es dogmático.
Ahora bien, lo que interesa, en definitiva, es conocer las razones precisas que Flew aporta para cambiar de ateísmo a teísmo.
¿Cuáles son, por tanto, estas razones? ¿Cómo debemos valorarlas y discutirlas desde nuestra perspectiva personal propia?
“Es hora ya”, prosigue Flew,
Tres dimensiones de la naturaleza que apuntan a Dios
En relación a estas tres dimensiones concibe Flew la explicación esencial de su libro.
Cabe que comparar el enfoque de Flew con mi posición personal. Entendemos que en la ciencia se delimitan tres campos o dimensiones en que sus resultados se proyectan especialmente sobre la metafísica y que, por ello, plantean cuestiones decisivas a la filosofía (ya que la ciencia como tal no puede abordar directamente lo metafísico, aunque sus resultados sean decisivos para la reflexión filosófica).
Según nuestro enfoque:
- La primera dimensión es el problema de la consistencia y estabilidad del universo. Esto coincide grosso modo con la tercera cuestión planteada por Flew (¿cómo llegó a existir el universo?).
- La segunda dimensión es el problema de las causas que han producido la aparición de orden dentro del proceso evolutivo de un universo que ya consideramos existente. Esto coincide, también grosso modo, con la primera y la segunda cuestión planteadas por Flew (las leyes de la naturaleza y el complejo orden biológico).
- Sin embargo, Flew ignora, al parecer (pero veremos que no es así del todo, ya que plantea alguna cuestión similar), la tercera dimensión que para mí es fundamental, a saber, el problema del origen y naturaleza de la sensibilidad-conciencia.
No es necesario explicitar que, en nuestra opinión, nuestra propuesta de dimensiones científicas que proyectan sobre lo metafísico está mejor hecha que la planteada por Flew en Dios existe. Sin embargo, existe un paralelismo evidente que muestra que, en efecto, por ahí van las cosas. Las grandes dimensiones metafísicas de la ciencia son la existencia misma del universo, el orden emergido en su proceso evolutivo, y la existencia de la sorprendente capacidad psíquica, la sensibilidad-conciencia, de los seres vivos. Exponemos y discutimos seguidamente los argumentos de Flew.
La argumentación teísta de Flew
Quedan claras, por tanto, las tres cuestiones que Flew aborda desde la ciencia y que fundan sus conclusiones metafísicas teístas (conclusiones que no son ciencia sino filosofía construida desde la ciencia). Las sometemos a revisión en lo que sigue. Pero debemos indicar que, de la misma manera que Flew expone honestamente una valoración subjetiva que inclina su decisión personal a favor del teísmo, así igualmente nosotros tenemos una valoración subjetiva que nos obliga a matizar bastantes de las posiciones defendidas por Flew. Ahora no hacemos sino evaluar las aportaciones de Flew desde nuestra valoración personal.
El argumento de las leyes de la naturaleza
Flew define las leyes de la naturaleza como las regularidades y simetrías que en ella existen. Lo importante no es que haya regularidades, sino que sean matemáticamente precisas, universales y que estén “atadas unas a otras”. La existencia de leyes ha hecho que los científicos de todos los tiempos hayan visto en ellas lo que Einstein llamó una “razón encarnada”. ¿Por qué la naturaleza tiene esta racionalidad profunda? La respuesta de los científicos ha sido siempre: porque en ella se refleja el diseño de la Mente de Dios. Flew recuerda la célebre sentencia de Hawking en La historia del tiempo al decir que si conociéramos por qué existimos nosotros y por qué existe el universo, habríamos conocido entonces la Mente de Dios.
La racionalidad de las leyes naturales
Flew dedica algunas páginas a exponer la forma en que la mayoría de los científicos teístas constataron la racionalidad de las leyes de la naturaleza y cómo la fundaron en la hipótesis teísta de la existencia de Dios. Comienza por Einstein, siguiendo a Max Hammer, su intérprete más autorizado (Einstein and Religion, 1999), para presentarlo como teísta y rechazar el falso uso de Einstein hecho por Dawkins para presentarlo como ateo. Además, el teísmo de Einstein fue precisamente una admiración religiosa ante la Mente Superior necesariamente diseñadora del orden de las leyes naturales. Los grandes padres de la mecánica cuántica, sigue refiriendo Flew, reconocieron también la conexión entre las leyes de la naturaleza y la Mente de Dios.
Max Plank, Werner Heisenberg, Erwin Schoedinger, Paul Dirac y Wolfgang Pauli, reconocieron y respetaron la presencia de la Mente de Dios en la naturaleza. Se refiere incluso a Darwin, considerado en ocasiones como cabeza de lanza del ateísmo, que dice en su autobiografía:
Se refiere también a otros científicos como Paul Davis, John Barrow, John Polkinghorne, Freeman Dyson, Francis Collins, Owen Gingerich y Roger Penrose (al que, anoto al margen, yo consideraba ateo) y a filósofos de la ciencia como Richard Swinburne, John Foster o John Leslie. Todos ellos concluyen que la evidencia de la naturaleza impone constatar una racionalidad, presente en las leyes naturales universales, y que este hecho exigir indagar sus causas. Es esta indagación la que, en opinión de Flew, avalado por la selección de científicos que lo acompañan, apunta a que la mejor hipótesis es admitir la existencia de una Mente diseñadora que debe identificarse con un ser divino.
La racionalidad antrópica de la naturaleza
Ya en el comentario anterior (por ejemplo, al hablar de Paul Davis o John Barrow) había mencionado Flew el principio antrópico, pero le dedica además una sección especial, encabezado con la pregunta: ¿sabía el universo que nosotros veníamos? El principio antrópico es hoy reconocido por la casi totalidad de los científicos porque se funda en evidencias científicas que no se pueden ignorar (así, el mismo Dawkins lo reconoce).
Por tanto, no se trata sólo –como hemos visto en este ensayo– de que exista en absoluto una racionalidad en la naturaleza, sino de que esta racionalidad responde a un ajuste fino de sus propiedades y variables, de tal manera que este orden pudiera tener unos u otros ajustes de sus variables, pero resulta que tiene precisamente una cadena impresionante de ajustes finos que son los que hacen posible que ese orden produzca la vida y el hombre. Constatar simplemente este ajuste antrópico fino es lo que se llama el principio antrópico débil que, como veíamos, forma parte de la descripción del universo en el modelo cosmológico estándar.
Si sólo existe un universo y este es de hecho antrópico, descrito por el modelo cosmológico estándar, es muy difícil no inclinarse a reconocer que debe postularse que este universo tiene un diseño y que este diseño debe provenir de una Mente inteligente, que se postula como la Mente de Dios. Esta es la argumentación a la que se inclina Flew. Tiene derecho a hacerlo, porque es una inferencia para la que tiene fundamento objetivo y es la misma que han hecho otros muchos científicos y filósofos.
Sin embargo, la alternativa moderna al teísmo derivado del principio antrópico está constituida por la teoría de multiversos. Existen diversos modelos de multiversos: los universos burbuja que se producen desde una metarrealidad (como el propuesto por Hawking, antes explicado), los multiversos que nacerían dentro de nuestro universo en los agujeros negros y producirían espacio-tiempos aislados absolutamente (Guth, Harrison o Smolin), los “muchos mundos” (al estilo de Everett o de los universos superpuestos de Linda Randall), o los multiversos dados en un sistema eterno de expansión-concentración al estilo de Penrose en 2010, en su obra Cycles of Time.
Flew expone, por tanto, las teorías de multiversos y les pone las objeciones que considera racionalmente fundadas. Admite que es posible lógicamente construir una teoría de multiversos, pero añade a renglón seguido, como todos saben, que es una teoría puramente especulativa que no tiene ninguna evidencia empírica a su favor.
Lo más interesante dicho por Flew es que en caso de que existiera un metauniverso que produjera los cuasi-infinitos universos burbuja habría también que postular, como el mismo Martin Rees admite, que este metauniverso estaría sometido a unas leyes generales profundas, de las que serían una derivación las leyes de los universos burbuja. La racionalidad de estas leyes seguiría exigiendo una explicación que indagara sus causas y seguiría conduciendo al diseño de una Mente Divina.

En la actualidad reside en Granada continuando sus investigaciones y trabajos en torno a la interdisciplinaredad, el diálogo Ciencia y Fe y la transdisciplinariedad en la Universidad Loyola e intentando relanzar y promover la Asociación ASINJA que preside. Un nuevo destino después de trabajado solidariamente ofreciendo sus servicios de acompañamiento, cuidado y asesoramiento en la Residencia de personas mayores San Rafael de Dos Hermanas (Sevilla)
La persona de Leandro Sequeiros es un referente de testimonio evangélico, de excelencia académica, de honestidad y rigor intelectual de primer orden. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento más sentido por honrar con sus colaboraciones este humilde sitio.
Referencia
“Cuestionar nuestras creencias más arraigadas requiere de mucho coraje porque implica aceptar que hemos podido estar equivocados toda la vida” David Fischman