Tmp. máx. lect.: 7 min.
La pederastia clerical es uno de los mayores escándalos en la iglesia católica en los últimos ochenta años, que ha destruido la dignidad y la vida de decenas de miles de personas. No se trata de “solo pequeños casos”, como afirma el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, refiriéndose a la Iglesia católica española, sino que es un problema estructural que afecta a toda la institución, está instalado en la propia organización jerárquico-patriarcal y contagia a todo el cuerpo eclesial.
Los pederastas dentro de la iglesia católica se ubican en el ámbito de lo sagrado y en los diferentes espacios del poder eclesiástico: cardenales, arzobispos, obispos, sacerdotes, miembros de congregaciones religiosas masculinas, párrocos, profesores de colegios religiosos, formadores de seminarios y noviciados, padres espirituales, confesores… Todos ellos se consideran representantes de Dios, y sus comportamientos, por muy perversos que sean, se ven legitimados por “su” Dios. La pederastia clerical se convierte así en la mayor perversión de lo sagrado y de la divinidad.
La estructura jerárquico-patriarcal de la iglesia católica se sustenta en la masculinidad de Dios que da lugar a la masculinidad sagrada de los clérigos. Esta constituye la base del patriarcado religioso que, a su vez, legitima el patriarcado político, social, familiar… “El patriarcado tiene a Dios de su lado”, afirma Kate Millet. La alianza y complicidad entre ambos patriarcados se traduce en la naturalización de la inferioridad de las mujeres, las niñas, los niños y las personas en situación de mayor vulnerabilidad, hasta llegar a legitimar la violencia contra ellas.
Investidos de masculinidad sagrada, los clérigos detentan el poder sin límite alguno, incluso para delinquir, sin sentirse culpables, y lo ejercen sobre las almas, de las que se consideran pastores, las mentes, que pretenden uniformar, las conciencias, que conforman a su imagen y semejanza, y los cuerpos, que convierten en su propiedad y objeto de colonización.
Llegados aquí, se establece un pacto de silencio, ocultamiento y encubrimiento en torno a la pederastia clerical, y cuando aparecen casos probados, lejos de ponerlos en manos de la justicia, se tiende a negarlos, minusvalorar su gravedad, calificarlos de excepciones irrelevantes frente a la ejemplaridad de la mayoría del clero y a poner el foco en otros sectores de la sociedad. Cuando aparecen informes a partir del testimonio de las víctimas, se duda de su objetividad y se les acusa de falta de rigor. ¿Resultado? Complicidad en la pederastia.
Todo menos investigar. Lo dijo en su día el secretario general de la CEE: “No estamos por la labor de hacer investigaciones sociológicas o estadísticas, sino conocer a cada víctima con nombres y apellidos”. Parece, sin embargo, que, en los últimos días se ha producido un cambio de actitud en la Conferencia Episcopal Española, que se ha mostrado dispuesta a investigar. ¿Es realmente así? Habría que matizar. El cambio se debe a la evidencia de las investigaciones externas, a la reivindicación de las víctimas y a que el Papa lo ha exigido, no a la propia convicción ante la criminalidad contra la infancia.
Aun así, la investigación se limitaría a crear oficinas en cada diócesis con la negativa expresa a constituir una comisión externa e independiente de la jerarquía que analice en profundidad y de manera objetiva los hechos, sus causas y consecuencias con la obligación de reparar. Las víctimas ya han expresado su escepticismo y desconfianza ante tales medidas, ya que puede significar negarse a conocer la verdad, o mejor, a reconocerla. Dicha negativa contraviene el mensaje de Jesús de Nazaret: “La verdad os hará libres” (Juan 8,32).
El comportamiento de la jerarquía eclesiástica demuestra, hasta ahora, insensibilidad ante el dolor de las víctimas, falta de compasión al no ponerse de su lado, no curar sus heridas, no contribuir a aliviar sus sufrimientos y no acompañar a las víctimas en la vivencia del “calvario oculto” al que se refería en este periódico una mujer que había sido abusada de niña por un sacerdote.
Por último, ¿qué decir de la actitud de la Fiscalía en los casos de pederastia clerical? Tengo mis dudas de que en determinados sectores de dicha institución no exista todavía complicidad, connivencia e incluso temor reverencial hacia la jerarquía eclesiástica, que se superpongan indebidamente a la obligada investigación de la comisión de delitos, que le incumbe. Lo que tiene que quedar claro es que no existen dos justicias, la religiosa y la civil, sino una sola, la civil, a quien corresponde investigar los delitos contra la indemnidad sexual de las personas menores.
Juan José Tamayo Acosta es teólogo vinculado a la Teología de la Liberación. Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III, en Madrid, y secretario general de la Asociación de teólogas y teólogos Juan XXIII. Conferencista nacional e internacional y autor de más de 70 libros. Articulista habitual en prestigiosos periódicos nacionales e internacionales, así como reconocidos sitios como Religión Digital.
Entre algunas de sus publicaciones se encuentran: San Romero de América, mártir por la justicia (Editorial Tirant, 2015); Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed.); De la iglesia colonial al cristianismo liberador en América Latina (Tirant lo Blanc, 2019); ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 3ª ed.); Hermano islam (Trotta, 2019).Pedro Casaldáliga. Larga caminada con los pobres de la tierra; (Herder, noviembre 2020); ¿La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria, 2020).
Su última obra, editada por Fragmenta en 2021, es la titulada La compasión en un mundo injusto, que puedes adquirir como todas las demás, AQUÍ
Este artículo ha sido publicado hoy 18 de enero de 2022 en el diario EL PAÍS .
Vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento por honrar con sus colaboraciones este sitio.
La actitud negacionista de la CEE de la pederastia clerical es el mayor escándalo que se le puede atribuir a la Iglesia católica, especialmente a la española. Se resiste a investigar y si lo llega a hacer , habrá que verlo, es por las presiones del papa. Esa investigación será cerrada porque no permite una investigación independiente de carácter civil como debería hacer. Así que las víctimas no tienen ninguna esperanza en que esa investigación se lleve a cabo a fondo.
Vaya por delante mi mayor compasión para las víctimas de los abusos sexuales y también para los responsables de esos abusos que son víctimas de ellos mismos y del poder. Todos sufren. Por supuesto que se debe poner en manos de la justicia civil a los que cometen el delito y a los que lo ocultan, como a cualquier otro ciudadano, pero yo no quisiera estar en la piel de ninguno de ellos. Los católicos de a pie, esos que todavía son considerados de segunda categoría dentro de la institución, porque no pertenecen a la clase sacerdotal, son los que deberían reaccionar ya masivamente para exigir al poder eclesiástico que libere del voto de celibato a los que están a su servicio, porque esa represión impuesta y auto impuesta de un instinto natural, sano y sagrado de la vida, se convierte en una presión nociva, física y sicológica, que explota y destroza la vida de los abusadores y abusados.
Yo sé que nadie consciente de su naturaleza espiritual necesitaría ningún intermediario para conectar con su esencia divina, pero todavía hay mucha gente que precisa de guías espirituales. Si ese servicio lo quiere mantener la iglesia, tiene que dejar de seguir actuando como una secta, imponiendo cargas insoportables a unos y discriminando a otros, como es el caso del papel de la mujer dentro de la iglesia católica. ¿Qué espera el Papa Francisco para dar ese paso adelante que la mayoría necesita y debería exigir, aprovechando que el campo ya está abonado para ello?. Son muchísimos los lastres de los que iglesia, como institución de poder, debería desprenderse para volver a ser el movimiento liberador de sus inicios, pero podría empezar por estos que la sociedad demanda: celibato voluntario y el reconocimiento de los derechos de la mujer en igualdad con los del varón en la ostentación de cargos. Es urgente que se aprueben estos mínimos cambios para evitar que se sigan produciendo tantos abusos y el sufrimiento de tantos que se someten a sus leyes machistas.