Por Jerónimo Sánchez Blanco ☛

Vivencias y emociones
Todos los años, cuando van pasando las hojas del calendario y llegan los días del mes de Diciembre, nos asaltan sentimientos, emociones y reflexiones sucesivas, al acercarse las fiestas navideñas. Los recuerdos de nuestra infancia y la nostalgia de un pasado rodeado del afecto y cariño de la familia, de las ilusiones y fantasías de la niñez, vienen unidos a la ausencia de los que nos trajeron a la vida, nos hicieron felices y nos protegieron. Son días en los que la alegría y las ilusiones, llenan los ojos de los niños, y la tristeza de los adultos, por la nostalgia y recuerdos del pasado. Para unos, la Navidad es alegría; para otros, tristeza y nostalgia. Este año, aquellos recuerdos están ensombrecidos con las noticias de la pandemia del Covid 19, que está cambiando el ritmo de nuestras vidas y modificando los planes de encuentros familiares. Nos vemos obligados por las limitaciones aconsejadas e indicadas por las autoridades sanitarias, a restringir los viajes, las cenas y almuerzos, los abrazos a los hijos y a los nietos, extensibles a los grupos de amigos. Estas circunstancias, unidas a las consecuencias económicas que conllevan, han creado un clima de incertidumbre y vulnerabilidad que invade al conjunto de la sociedad, en todos los países que sufren y son muchos, la actual pandemia del coronavirus; pandemia desconocida en muchas décadas por su dimensión y extensión planetaria, en los últimos cien años, desde que tuvo lugar la propagación de la gripe de 1918 -1920 y más recientemente, por otras causas, desde la II Guerra Mundial. Todas estas circunstancias hacen revivir un mundo de sentimientos y emociones que nos hacen perder el origen y el sentido de la Navidad para los cristianos, en una sociedad secularizada en la que coexiste un notable pluralismo ideológico y de creencias.
Nuestra mirada recorre la Navidad, a través de las imágenes que han llevado a familiarizarnos con las fiestas navideñas: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento en Belén, la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Magos. Centraremos nuestra atención en cada uno de estos momentos, desde la percepción que los cristianos que viven el mundo moderno actual, tienen de aquellos acontecimientos.
La Anunciación y la Visitación
La expresión estética más acabada que narra los orígenes de la Navidad se encuentra en la belleza literaria del evangelista (Lucas 1.28-38) y más sobria de (Mateo 1.18-25), así como en la belleza del cuadro de la Anunciación, que pintara Fray Angélico, para quienes han tenido el gozo de contemplar alguno de los que se expone en el Museo del Prado o en el convento de San Marcos en Florencia y otros pintores. Una y otra belleza, la literaria y la pictórica, nos cautivan y sumergen en el candor pretendido por sus autores, para suscitar en nuestra sensibilidad e interior, la emoción que arrastra toda belleza y comprender el mensaje que transmite la narrativa literaria o la estética de un cuadro. Sin duda, es un lenguaje que crea una atmosfera de intimidad y misterio, para transmitir la presencia de Dios, lejos de la racionalidad moderna. Así se encuentra en la ternura de la poesía de Federico García Lorca, dedicada al ángel Gabriel, al Niño y a su Madre:
“Dios te salve Anunciación, Morena de maravilla. Tendrás un Niño más bello que los tallos de la brisa. ¡ Ay San Gabriel de mis ojos! ¡ Gabrielillo de mi vida!. Para sentarte, yo sueño un sillón de clavelinas. Dios te salve, Anunciación bien lunada y mal vestida. Tu Niño tendrá en el pecho un lunar y tres heridas. ¡Ay San Gabriel que reluces! ¡Gabrielillo de mi vida. En el fondo de mis pechos ya nace la leche tibia. Dios te salve, Anunciación, Madre de cien dinastías. Áridos lucen tus ojos, paisajes de caballistas. El Niño canta en el seno de Anunciación sorprendida. Tres balas de almendra verde, tiemblan en su vocecita. Ya San Gabriel en el aire, por una escala subía. Las estrellas de la noche se volvieron siemprevivas.”
El evangelista nos describe una escena más allá de los parámetros de la vida cotidiana (Lucas 1.28-38) que sólo puede alcanzar la literatura, la música y la pintura:
“Al sexto mes, fue enviado por Dios, el ángel Gabriel, a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón llamado José de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se turbó ante estas palabras y pensaba qué significarían estas palabras. El ángel le dijo: No temas María, porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob, por los siglos y su reino no tendrá fin. El ángel le respondió: El Espíritu santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.”
En este texto, el evangelista Lucas, intenta ofrecer una estructura narrativa literaria de la concepción de Jesús, muy similar al anuncio a Zacarías, sacerdote del Templo de Jerusalén, del nacimiento de su hijo Juan. En este último, el ángel Gabriel se dirige a Zacarías, como enviado por Dios, para anunciarle que su mujer Isabel, concebirá y dará a luz un hijo, que se llamaría Juan. Asimismo, el evangelista Lucas también nos proporciona una breve crónica familiar, de la concepción de Jesús, de modo semejante, con algunos personajes distintos, al indicar que el mismo ángel Gabriel, se dirige a María, y le anuncia que Dios ha encontrado en ella el grado más excelso de bondad y belleza de espíritu, indicándole, que para Dios está “llena de gracia”, y por ello concebirá un hijo a que llamará Jesús.
Sin embargo, llama la atención, que en el mensaje del ángel a María, dice que Jesús será reconocido como hijo del Altísimo, para a continuación indicar que “Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.”. Son palabras inspiradas en el lenguaje y oráculo de los antiguos profetas, que anunciaban la venida de un Mesías, escritas en el marco cultural del Judaísmo, cuya esperanza era el restablecimiento de un reino temporal, sucesor del rey David, y sobre el reino de Jacob. Se cita también la casa de David, en el Benedictus que proclamara Zacarías en el momento de la circuncisión de Juan, al referirse a éste, como garantía frente a sus enemigos( Lucas 1. 68-77):
“Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas; que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian, concediendo su misericordia a nuestros padres….”
Una nueva forma literaria de gran fuerza expresiva, en el Magníficat, que el evangelista (Lucas 1.46-55) pone en boca de María, con ocasión de la visita que realizó a Isabel, supone un cambio del mensaje acerca del Mesías anunciado en la Anunciación y en el Benedictus:
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava y por eso desde ahora, todas las generaciones me llamarán bienaventurada; porque ha hecho maravillas en mí el Poderoso, cuyo nombre es Santo y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios en su corazón. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos despidió vacios…“
Llama la atención que el evangelista en este texto que proclama María, la futura madre del Mesías, ofrece una imagen distinta de la narrativa anterior, en la que se proyecta su grandeza, desde la sencillez y la humildad, que lo espera todo de la misericordia de Dios; que despliega su manto protector a favor de los humildes frente a los soberbios; a favor de los hambrientos y pobres frente a los ricos y no anuncia para el hijo que está gestando, poder o reino temporal, ni la condición de sucesor en el trono del rey David. Probablemente, la explicación está en las matizaciones que pudo introducir la comunidad cristiana, a partir de la tradición oral, en el Evangelio de Lucas.
Jerónimo Sánchez Blanco, es Doctor en Derecho, Licenciado en Ciencias Políticas y Ex Diputado Constituyente.
Vaya desde aquí nuestro más sentido agradecimiento por honrarnos con sus colaboraciones.
He leído, con vivo interés, la tetralogía de los artículos que el Doctor Jerónimo Sánchez Blanco ha dedicado a la Navidad. Le felicito cordialmente por varias razones: La primera por el acierto de publicarlos en las Fiestas que estamos celebrando; la segunda por su contenido, ha tenido el acierto de saber sintetizar los aspectos esenciales de la Navidad Cristiana: Qué es la Navidad (1), El Nacimiento (2), La Adoración de los pastores (3), La Adoración de los Reyes Magos (4); La tercera por la objetividad con la que presenta los hechos, fruto sin duda, de una rigurosa investigación documental; La Cuarta por el modo cercano, sencillo, breve y correcto de expresarse que entiende todo el mundo y; La quinta por permitirnos compartir, en estos momentos tan tormentosos, su autorizada y prestigiosa visión de la Fe Cristiana.
Enhorabuena. Ramón Louzao, Catedrático y Doctor en Filosofía y Letras.
Muchísimas gracias por su claro comentario lleno de rigor y sencillez. Y muchísimas gracias también por acercarse a este humilde sitio de KRISIS que se honra en tener a personas tan cualificadas como Vd. como lectores.