Por Jerónimo Sánchez Blanco ☛

El Nacimiento en Belén
Este acontecimiento, forma parte del núcleo central del Cristianismo, aunque utiliza un lenguaje distinto a una narrativa histórica, al anunciar el alumbramiento del hijo de María, conforme a las palabras del ángel en la Anunciación según los evangelistas Lucas y Mateo; y cantado a través de la metáfora del profeta (Isaías 9.5-6) varios siglos antes, anunciando la restauración del reino de David, en forma de una bellísima poesía del profeta:
“Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. El señorío estará sobre su hombro, y su nombre se llamará Maravilla de Consejero, Dios Fuerte, Siempre Padre, Príncipe de la Paz. Grande es su Señorío y la paz no tendrá fin, sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo en la equidad y en la justicia.”
Frente a la magnificencia del lenguaje del profeta Isaías, resalta la sencillez de la descripción de (Lucas 2.1-7) :
“Por aquellos días, salió un edicto de César Augusto ordenando el empadronamiento de todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar, siendo gobernador de Siria, Cirino (Quirino). Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa que estaba encinta. Y sucedió, que mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenía sitio en el alojamiento.”
Y descrita por (Mateo1.18-25):
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Desposada su madre María con José, y antes de vivir juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo, y no queriendo denunciarla decidió repudiarla en secreto. Esto pensaba, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas en tomar contigo a María, tu mujer, porque lo concebido en ella, es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dar á luz un hijo y le llamará Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Despierto José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había ordenado; recibió a su mujer. Y sin que la conociera, dio a luz un hijo al que llamó Jesús.
Estas palabras de Lucas y Mateo, forman parte de la imagen más emotiva que fascina a los cristianos de todas las épocas, por el candor y la ternura que inspira el nacimiento de Jesús en las circunstancias que describe. Lo ha sido en el arte de la pintura, como lo han reflejado los más grandes pintores Murillo, Correggio, Caravaggio y otros; en la música de G. Friedrich Handel y Juan Sebastián Bach; en los retablos de numerosas templos, basílicas y catedrales; así como en las mejores plumas de la literatura; en el cancionero popular y en los villancicos, como lo refleja un tanguillo gaditano, titulado Jornaditas de Belén, que estremecía en la voz del cantaor Chano Lobato:
“Hacia Belén caminaba la Seña Virgen María, y el bueno de San José marchaba en su compañía. Jornaditas de Belén con gusto te abrigaría, que va cayendo la nieve y está la noche muy fría. A prisa Seño José, tire de la borriquilla, que ha de nacer en Belén, la más grande maravilla. Iban solitos los dos, ninguno se entretenía, hablando cosas de Dios, se va la noche y el día. Llegados son a Belén, mesón y posada no había; al pobre San José, las lágrimas le salían. No te apures dulce esposo, dice la Virgen María, que si otra casa no hallamos, aquél portal bastaría. Un pesebre han encontrado donde dos bestias había. La Virgen como es tan buena, al carpintero le decía: acuéstate buen marido hasta que amanezca el día, yo misma te avisaría. Pasada la medianoche, sintió que un niño gemía y se despertó el Patriarca con temblores de alegría. ¿Por qué no me has avisado, esposa María, que ha nacido el rey del mundo, mientras que el mundo dormía?
En la narrativa descrita por Lucas, tras la sencillez y austeridad de su lenguaje, destacan varios aspectos de interés. De una parte, existe en el autor, la intención de situar el acontecimiento en un contexto histórico y en unas circunstancias concretas, resaltando que el nacimiento de Jesús, hijo de María, fue real y formó parte de la humanidad, en un momento de la historia de Galilea y Judea, bajo la dominación romana. Lo sitúa bajo el mandato del emperador Cesar Augusto (27 a.C.- 14 d.C.) y Publio Sulpicio Quirino, antiguo senador y cónsul de Roma, designado por Cesar Augusto, gobernador de Siria. A la luz de las fuentes históricas, es correcto ubicarlo en la época de Cesar Augusto, cuyo mandato fue extenso y se corresponde tanto al calendario romano, que nace en el año 753 de la fundación de Roma, como al calendario cristiano, que se inicia en el año 754 de Roma, elaborado por Dionisio el Exiguo, monje y matemático de la segunda mitad del siglo V y primera del siglo VI. Por el contrario, no es exacto que el nacimiento tuviese lugar con ocasión del primer censo realizado siendo gobernador de Siria, Publio S. Quirino, en tiempos del emperador Cesar Augusto, ya que este censo, está comprobado que fue realizado en el año 6 d.C. o 759/60 de la era romana, treinta y siete años después de la victoria de Octavio sobre Marco Antonio. La causa de esta disparidad, podría atribuirse a un error en el que pudo incurrir Dionisio el Exiguo al trasponer el calendario romano al calendario cristiano, aunque su error no cambia sustancialmente la fecha del censo. Según la revisión posterior, Dionisio el Exiguo erró al retrasar varios años el nacimiento de Jesús, al situarlo en el 754 del calendario romano, cuando debió ser en torno al 749/48 romano, unos 5/6 años antes del calculado por Dionisio el Exiguo; muy anterior, a la realización del censo y empadronamiento de José y su esposa María, según las hechos narrados en el evangelio de Lucas. Admitiendo el nacimiento de Jesús entre los años 749/48 del calendario romano, tras la corrección realizada a los cálculos de Dionisio el Exiguo, no consta se ordenase en esos años, elaborar un censo a la población residente en Galilea y Judea, al estar confirmado que lo fue en el año 6 d.C. (según Dionisio el Exiguo) y en el 759/760 del calendario romano.
Asimismo, según (Mateo 2.1), el nacimiento de Jesús tuvo lugar en tiempos de Herodes, aunque no especifica si era Herodes el Grande, fallecido en el año 750 de la era romana, sin mencionar a P.S. Quirino ni el empadronamiento. Así pues, el contexto político del nacimiento de Jesús, se sitúa en el evangelista Mateo, en la época del emperador Cesar Augusto, probablemente, al final del reinado de Herodes el Grande, unos 2/3 años después del nacimiento de Jesús, y le sucedió su hijo Arquelao. El error en el relato de Lucas, probablemente, pudo deberse a una falsa apreciación en la elaboración de una tradición oral de la primera comunidad cristiana, que incurrió en una confusión en las fechas del calendario, al reconstruir muchas décadas más tarde, la posible fecha del nacimiento, a partir de los testimonio recibidos de una generación anterior.
De otra parte, quizá pudo existir otra intencionalidad en el transcurso de los años sesenta en los que se escribió el evangelio de Lucas. Al estar obligado José a empadronarse en Belén, como descendiente de la casa de David, se adelantó la fecha del censo, varios años antes de la que realmente se llevó a efecto en Galilea y Judea, por Publio S. Quirino en el año 6 d.C. y justificar de este modo, el nacimiento de Jesús en la ciudad de Belén donde nació el rey David. Igualmente, el evangelio de (Mateo 2.6-7), recurre a la consulta que el rey Herodes hace a los sumos sacerdotes y escribas preguntándole donde había de nacer el rey de los judíos, indicándole éstos, que en Belén. Esta otra posible explicación, que sitúa el nacimiento en Belén, siendo residentes de Nazaret, tiene una finalidad didáctica, si se tiene presente el contexto religioso y político de la sociedad judía. Los primeros cristianos provocaron una escisión y división dentro del Judaísmo, siendo objeto de persecuciones por parte de las autoridades religiosas judías; de otra parte, el deseo de anunciar el mensaje y la vida de Jesús, como el Mesías y legítimo sucesor al trono de David, acorde con la tradición de los profetas, obligaba a dar pruebas y emplear un lenguaje que convenciese a los judíos que se sentían próximos al mensaje de la primitiva comunidad cristiana. Es muy posible, a modo de hipótesis, que en los años en los que se redactó el evangelio de Lucas y el de Mateo, en la década de los años sesenta y cincuenta del siglo I, la comunidad cristiana y los redactores vieron la conveniencia de ofrecer como prueba irrefutable para convencer a los judíos, que el nacimiento de Jesús había sido en Belén, conforme a la tradición de los profetas.
En todo caso, más allá de estas consideraciones relativas a Belén y al gobernador de Siria, el mensaje central del nacimiento de Jesús es que el Hijo de Dios asumió la condición humana y se sometió a la servidumbre y fragilidad que comporta: el gozo y el sufrimiento, la compasión y la muerte. Resalta asimismo, las condiciones de pobreza y humildad del lugar en el que tuvo lugar el alumbramiento: un establo destinado a los animales, arropándolo con unos pañales en un pesebre Es el núcleo central de la Encarnación: se hizo carne semejante a la de todo ser humano, salvo en el pecado. El evangelio de (Juan 1.14), lo expresa, con otras categorías literarias, identificando al Hijo de Dios con la Palabra:
“La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no le conoció. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre, la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. ”
Jerónimo Sánchez Blanco, es Doctor en Derecho, Licenciado en Ciencias Políticas y Ex Diputado Constituyente.
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