LA NAVIDAD (2)

Por Jerónimo Sánchez Blanco

MURILLO-Adoración de los pastores
“Adoración de los pastores” de Bartolomé E. Murillo (1618-1682)

El Nacimiento  en Belén

Este acontecimiento,  forma parte  del  núcleo  central  del Cristianismo, aunque utiliza  un lenguaje distinto  a una narrativa histórica, al anunciar  el alumbramiento   del hijo de María, conforme  a las palabras del ángel en la Anunciación   según  los evangelistas  Lucas y  Mateo;  y cantado a través de la  metáfora del profeta  (Isaías 9.5-6) varios siglos antes,  anunciando  la restauración del reino de David, en forma de una bellísima poesía  del profeta:

“Porque  una criatura  nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. El señorío estará sobre  su hombro, y  su nombre se llamará  Maravilla de Consejero, Dios Fuerte, Siempre Padre, Príncipe de la Paz. Grande es su Señorío y la paz no tendrá  fin, sobre el trono de David y  sobre su reino, para  restaurarlo y consolidarlo  en la  equidad y en la justicia.”

        Frente a la magnificencia del lenguaje   del profeta  Isaías, resalta la sencillez de la  descripción de  (Lucas 2.1-7) : 

“Por  aquellos días,  salió un edicto de César Augusto ordenando el empadronamiento de todo el mundo. Este primer empadronamiento  tuvo lugar, siendo  gobernador de Siria, Cirino (Quirino). Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió  también José   desde  Galilea, de la ciudad de Nazaret  a Judea,  a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse  con María, su esposa  que estaba encinta. Y sucedió,  que mientras ellos  estaban  allí, se le  cumplieron los días  del alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le  acostó  en un pesebre, porque no tenía sitio en el alojamiento.”

Y descrita    por  (Mateo1.18-25): 

“El nacimiento de  Jesucristo fue de esta manera. Desposada  su madre María  con José, y antes de vivir juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo, y no queriendo denunciarla decidió  repudiarla en secreto. Esto pensaba, cuando un ángel del  Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de  David, no temas en tomar contigo a María, tu mujer, porque lo concebido en ella, es del Espíritu Santo. Dará a luz  un hijo y tú le pondrás por nombre   Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió  para que  se cumpliese el oráculo del  Señor por medio del profeta: Ved  que la virgen concebirá y  dar á luz   un hijo y le  llamará  Emmanuel,  que significa  Dios con nosotros. Despierto  José  del sueño, hizo como el ángel del Señor  le había ordenado;  recibió a su mujer. Y sin que la conociera, dio a luz  un hijo al que llamó  Jesús.

        Estas palabras  de Lucas y Mateo,  forman  parte de la imagen  más  emotiva que fascina a los cristianos  de todas las épocas, por el candor  y la ternura que  inspira  el nacimiento  de Jesús  en las circunstancias que  describe. Lo ha sido   en  el arte de la pintura, como  lo han reflejado  los más grandes  pintores Murillo,  Correggio, Caravaggio  y otros; en la música de G. Friedrich Handel y Juan Sebastián Bach;  en  los retablos  de  numerosas templos, basílicas y catedrales; así como en las  mejores  plumas  de la literatura; en el cancionero popular y en los villancicos, como lo refleja un tanguillo  gaditano, titulado  Jornaditas de Belén, que estremecía  en la voz del cantaor  Chano Lobato:

“Hacia Belén caminaba  la Seña Virgen  María, y el bueno de San José marchaba en su compañía. Jornaditas de Belén con gusto te abrigaría, que va  cayendo la nieve y está la noche  muy  fría. A prisa Seño  José, tire de la borriquilla, que ha de nacer  en Belén, la más grande  maravilla. Iban solitos los dos, ninguno se entretenía, hablando cosas de Dios, se va la noche y el día. Llegados son a Belén, mesón y posada no había; al pobre San José, las lágrimas le salían. No te apures dulce esposo, dice la Virgen María, que si otra casa no hallamos, aquél portal  bastaría. Un pesebre han encontrado donde dos bestias había. La Virgen como es tan buena,  al carpintero le decía: acuéstate  buen marido hasta que amanezca  el día, yo misma te avisaría. Pasada la medianoche, sintió  que un niño gemía y se despertó el Patriarca  con temblores de alegría. ¿Por qué no me has  avisado, esposa María, que ha nacido el rey del mundo, mientras que el mundo dormía?

        En la narrativa descrita  por Lucas, tras  la sencillez y austeridad de su lenguaje,  destacan  varios  aspectos de interés. De una parte,  existe en el autor,  la intención  de  situar  el acontecimiento  en un contexto histórico  y en unas circunstancias  concretas,  resaltando  que el  nacimiento   de Jesús, hijo de  María, fue real  y formó  parte de la humanidad,   en un momento de la historia  de  Galilea  y Judea, bajo  la dominación romana.  Lo sitúa  bajo  el mandato del emperador  Cesar Augusto (27 a.C.- 14 d.C.) y  Publio Sulpicio Quirino, antiguo senador y cónsul de Roma,  designado por  Cesar Augusto, gobernador  de Siria. A la luz  de las  fuentes históricas,  es correcto  ubicarlo  en la época de  Cesar Augusto, cuyo mandato  fue extenso y se corresponde tanto  al calendario romano,  que nace  en el año 753 de la fundación de Roma, como al calendario cristiano, que se inicia en el año 754 de Roma, elaborado por Dionisio el Exiguo, monje y matemático de la segunda mitad del siglo V y primera del siglo VI.  Por  el contrario, no  es exacto    que el nacimiento tuviese lugar con ocasión del primer  censo realizado  siendo  gobernador  de Siria,  Publio S. Quirino, en tiempos del emperador Cesar Augusto, ya que este censo, está comprobado que  fue  realizado  en el año 6 d.C. o 759/60 de la era  romana, treinta y siete años  después de la victoria de Octavio sobre Marco Antonio. La causa de esta disparidad, podría  atribuirse a  un   error  en el que pudo incurrir  Dionisio el Exiguo  al trasponer  el calendario romano  al calendario  cristiano, aunque su error  no  cambia sustancialmente  la fecha  del censo. Según la revisión posterior,   Dionisio el Exiguo  erró  al retrasar  varios años el nacimiento de Jesús, al situarlo en el 754 del calendario romano, cuando   debió ser  en torno  al 749/48  romano, unos  5/6 años  antes del calculado por  Dionisio el  Exiguo;  muy anterior,  a la realización del censo y empadronamiento  de José  y su esposa María, según  las hechos narrados en el evangelio de  Lucas. Admitiendo  el nacimiento de Jesús entre los años 749/48 del calendario romano, tras la corrección  realizada a los cálculos  de  Dionisio el  Exiguo, no consta   se ordenase en esos años,  elaborar  un censo   a la población residente en Galilea y Judea, al   estar confirmado que  lo fue  en el año 6 d.C. (según Dionisio el Exiguo) y en el 759/760 del calendario romano.

        Asimismo, según (Mateo 2.1), el nacimiento  de Jesús  tuvo lugar  en tiempos de  Herodes,  aunque no especifica si era Herodes el Grande, fallecido en  el año 750 de la era  romana, sin mencionar  a P.S. Quirino  ni el empadronamiento. Así pues, el contexto   político del nacimiento  de  Jesús, se sitúa en el evangelista Mateo, en  la época del emperador  Cesar Augusto,  probablemente, al final del reinado de   Herodes  el Grande,  unos 2/3 años  después del nacimiento de Jesús,  y le sucedió su hijo  Arquelao. El  error  en el relato  de Lucas, probablemente,  pudo deberse  a una  falsa apreciación  en la elaboración de una tradición  oral  de la  primera comunidad   cristiana, que incurrió en una confusión  en las fechas  del  calendario, al reconstruir   muchas décadas  más tarde, la posible fecha del nacimiento, a partir de los testimonio recibidos  de  una generación  anterior.

        De otra parte, quizá  pudo existir otra  intencionalidad   en el transcurso  de los años  sesenta  en los que se escribió el evangelio de  Lucas. Al estar  obligado  José a empadronarse en Belén, como descendiente de la casa de David, se   adelantó  la fecha   del censo,  varios años antes   de la que realmente se llevó a efecto   en Galilea y Judea,  por  Publio S. Quirino   en el año 6 d.C. y  justificar  de este modo,  el nacimiento de Jesús  en   la ciudad   de  Belén  donde nació  el rey David.  Igualmente, el evangelio de  (Mateo 2.6-7), recurre  a la consulta  que el rey Herodes  hace  a los sumos  sacerdotes y escribas preguntándole  donde  había de nacer  el rey de los judíos, indicándole  éstos,  que en Belén. Esta otra posible explicación, que  sitúa   el nacimiento  en Belén,  siendo residentes  de Nazaret, tiene  una finalidad didáctica, si se tiene presente  el contexto  religioso y político  de la sociedad judía. Los primeros cristianos  provocaron  una escisión y división dentro del Judaísmo, siendo objeto de persecuciones  por parte de las autoridades  religiosas judías;  de otra parte, el deseo  de anunciar  el mensaje y  la  vida de  Jesús, como  el  Mesías  y  legítimo  sucesor  al trono de  David, acorde con la tradición de los profetas, obligaba  a dar pruebas y emplear un lenguaje que convenciese  a los  judíos  que se sentían próximos  al mensaje  de la primitiva comunidad cristiana.  Es muy posible,  a modo de hipótesis, que  en  los años   en los  que se redactó  el evangelio de  Lucas y el de  Mateo, en la década de los años  sesenta y cincuenta del siglo I, la comunidad cristiana  y  los redactores  vieron la  conveniencia  de   ofrecer  como prueba  irrefutable  para convencer  a los judíos, que el nacimiento  de Jesús había sido  en Belén, conforme  a la tradición de los   profetas.

        En todo caso, más allá  de estas  consideraciones   relativas  a Belén  y al gobernador de Siria,  el mensaje central  del nacimiento de  Jesús   es  que  el Hijo de Dios   asumió la condición    humana   y se sometió  a la servidumbre y  fragilidad que  comporta: el gozo y el  sufrimiento, la compasión y la muerte. Resalta asimismo,  las condiciones  de pobreza y humildad del lugar en el que tuvo lugar  el alumbramiento:  un establo  destinado  a los animales, arropándolo con  unos pañales  en un pesebre  Es  el  núcleo central de la Encarnación: se hizo carne semejante  a la de todo ser humano, salvo en el pecado. El evangelio de (Juan 1.14), lo expresa, con otras categorías  literarias, identificando  al Hijo de Dios con la Palabra:

“La Palabra  era la luz  verdadera que ilumina a  todo hombre  que viene  a este mundo. En el  mundo estaba y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no le conoció. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio poder  de  hacerse  hijos de Dios, a los que creen en su nombre, la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra  se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que  recibe  del Padre,  como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. ”   


Jerónimo Sánchez Blanco, es Doctor en Derecho, Licenciado en Ciencias Políticas y Ex Diputado Constituyente.
Vaya desde aquí nuestro más sentido agradecimiento por honrarnos con sus colaboraciones.

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