En relación al viaje de peregrinación existencial que he ofrecido en los post titulados “Vivir es peregrinar“, me he dado cuenta que este viaje, se puede describir también en términos de desarrollo y evolución del Ego. En este sentido, el profesor de filosofía y psicólogo transpersonal Michael Washburn lo describe en tres grandes etapas. Unas etapas que no son necesariamente lineales o cronológicas, sino que se suceden en espiral y en mi opinión creo que también con avances y retrocesos, o al menos esto es lo que me parece en este instante, dada mi propia experiencia personal y de observación de la conducta de los demás.
Para fundamentar esta teoría, Washburn cree que la no linealidad del desarrollo de la conciencia y/o del ego, se debe exclusivamente a que este desarrollo depende siempre, tanto de nuestras interacciones con el medio, como de nuestro desarrollo personal (corporal y mental) y de nuestras fijaciones, adherencias, condicionamientos y sombras.
Aunque Washburn se basa en la teoría psicoanalítica, su propuesta es en realidad una integración transpersonal entre el concepto clásico de “Yo” (la instancia reguladora del “Ello” y el “Superyo”) y lo que aquí venimos defendiendo como “Ego”, se corresponde a mi juicio muy bien con ese modelo. Al fin y al cabo, el Ego se manifiesta en esa tendencia a la centración en el Yo (egocentrismo, egoísmo y egolatría) que nos impide la generosidad, la paz interior, el amor incondicional y el desarrollo de nuestra conciencia y de nuestra espiritualidad. Wasburn sugiere así, que en la evolución del Ego pueden establecerse tres etapas no lineales de diferente duración e intensidad 1 Ref.WASHBURN, Michael. El ego y el fundamento dinámico. Una teoría transpersonal del desarrollo humano. Kairós: Barcelona.1997. Págs.:23-26
Etapa pre-egoica
La etapa pre-egoica, o también llamada del ego corporal es de carácter somático, instintivo y sensual. Abarca desde el nacimiento hasta los primeros años escolares en los que comienzan a establecerse las primeras relaciones de reciprocidad. Se trata de la clásica etapa egocéntrica de Piaget y Kholberg en la que predominan las relaciones objetales; la moral heterónoma (o de premios y castigos); el desarrollo cognitivo (sensoriomotora, preoperacional y de operaciones concretas) y la dependencia de los cuidadores primarios (los padres) y secundarios (los profesores o cuidadores externos).
Etapa egoica
La etapa egoica o de ego mental, abarca desde los 7 u 8 años hasta incluso la vida entera. Comprende por lo general, el periodo de latencia, pubertad, adolescencia y adultez temprana o tardía, o incluso la vejez.
Se trata de una etapa caracterizada por el establecimiento de normas, una infraestructura de control y represión de impulsos y las operaciones concretas formales, el pensamiento hipotético-deductivo y abstracto en lo cognitivo. También se caracteriza por la presencia de las explosiones emocionales y sexuales de la adolescencia, así como por una moral de intercambio o reciprocidad mediante “la regla de oro” y desde luego por una necesidad imperiosa e insaciable de objeto y de afecto.
Es en esta etapa, cuando se inicia el viaje de ida de nuestra peregrinación existencial, un viaje que puede durar la vida entera sin llegar a niveles superiores de moralidad autónoma o de desarrollo de la propia conciencia. Las personas que quedan fijadas a esta etapa, tienden a manifestar las mismas conductas que los adolescentes ejecutan. Se trata pues de personas que se comportan con mayor o menor intensidad y frecuencia de forma egocéntrica, impulsiva y emocional. O bien manifestando y demandando satisfacer una necesidad exagerada e imperiosa de atención, reconocimiento, cariño y afecto, que a su vez, se expresa mediante celos enfermizos, comparaciones, reproches, chantajes, envidias y las más variadas distorsiones cognitivas. A su vez los conflictos de carácter existencial, la asunción de valores, la coherencia y autenticidad personal, la construcción de identidad e incluso de relaciones sociales y sexuales que se presentan en la adolescencia, pueden volver a reproducirse aunque en otras circunstancias. Se trata pues en mi opinión, de personas que o bien renuncian a aceptar que su juventud ya pasó y no se resignan al paso de la edad, o de aquellas que son incapaces de reconocer a los otros como legítimos y por tanto imposibilitadas o con escasa capacidad para la donación y el amor incondicional.
Etapa transegoica
La etapa transegoica o de transformación e integración de valores es la que conduce al descubrimiento y a la experimentación de la dimensión espiritual de nuestra conciencia y también a la integración plena del Ego en la estructura de la personalidad.
En mi opinión, se trata del viaje de vuelta de la peregrinación existencial que he descrito en artículos anteriores y que no tiene un comienzo fijo establecido con precisión. Es en esta etapa cuando se trascienden los dualismos y se produce una progresiva descentración del Ego que evoluciona hacia lo sociocéntrico, etnocéntrico, mundicéntrico y cosmocéntrico, utilizando la terminología de Ken Wilber 2 Ref.WILBER, Ken. Espiritualidad integral. Kairós. Barcelona: 2007. En esta etapa, se hace presente y manifiesta la dimensión espiritual, ya sea como sabiduría de vida, visión transcendente de la existencia, fe religiosa o vinculación con lo sagrado. Al mismo tiempo se desarrollan capacidades intuitivas, creativas, de mayor atención y sensibilidad redescubriendo valores de apertura, flexibilidad, espontaneidad, comprensión y empatía hacía los demás, así como procesos de generosidad y amor no dependiente o incondicional. Una etapa, que según Washburn es la que con menos frecuencia se presenta en las personas.
La etapa transegoica, que aquí hemos narrado como viaje de vuelta, además de ser poco frecuente, cuando aparece, por lo general se presenta demasiado tarde, cuando ya queda poco tiempo para el final. Pero además, siendo esta etapa la más importante para la transformación del Ego y la que nos conduce al encuentro con el Ser a través del desarrollo de nuestra conciencia, es precisamente a la que se presta menor atención desde la educación y sus instituciones formales e informales. Algo bastante incoherente y contradictorio, a pesar de las abundantes evidencias que tenemos de su necesidad y que hoy se expresan en recomendaciones de foros Internacionales3 Ref.Ver “Carta de Fortaleza. Por una educación transformadora: los siete saberes de la educación para el presente”. Conferencia Internacional celebrada en Fortaleza (Ceará) –Brasil- en septiembre de 2010. [En línea] <http://uece.br/eventos/spcp/anais/carta_de_fortaleza_i.html> y <https://www.tendencias21.net/Nuevo-impulso-internacional-a-la-transformacion-de-la-educacion_a5057.html> [Consulta: 5 julio 2020 y de instituciones como la Unesco.4 Ref.A este respecto pueden consultarse los Informes de la Unesco, “Aprender a ser. Hacia una ciudad educativa” de Edgar Faure en 1972; “La educación encierra un tesoro” de Jacques Delors en 1996 o “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” de Edgar Morin, en 1999. O también las obras de Jiddu Krishnamurti, Pierre Weil, Danah Zohar, Maria Candida Moraes, Gary Zukav, Anthony de Mello, Claudio Naranjo, Ken Wilber y otros muchos que plantean la educación como un proceso de desarrollo de la conciencia o de aprender a ser.

Referencia