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Por Leandro Sequeiros San Román
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Ausencia
A través de un fino análisis de la arquitectura, las artes, el lenguaje, la comida y la gestualidad orientales, Byung recoge los efectos culturales de esa discordancia. La especialidad ni del todo abierta ni del todo cerrada del templo budista, que niega el efecto de interioridad de la arquitectura religiosa cristiana; la cocina oriental que carece del peso de un plato principal y tiene como ingrediente principal el arroz, vacío por su falta de color y su sabor desabrido; el acontecimiento sin sujeto que caracteriza los usos de algunas lenguas como el coreano y el chino antiguo; la reverencia del saludo japonés, que evita el contacto directo con la mirada de un “yo”, son todos elementos que trazan el perfil de una misteriosa cultura del vacío, muchas veces incomprensible desde Occidente, que se sustrae a las determinaciones del pensamiento esencialista.
La sociedad del cansancio
Este es uno de los temas favoritos de Byung. En su obra La sociedad del cansancio (título original en alemán: Müdigkeitsgesellschaft), Byung caracteriza a la sociedad actual como un paisaje patológico de trastornos neuronales, tales como depresión, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno límite de la personalidad y agotamiento (burnout). Afirma que no se trata de «infecciones» sino de «infartos», que no son causados por un fenómeno negativo de inmunología en las personas sino por un «exceso de positividad».
La agonía del Eros
En su ensayo La agonía del Eros (título original: Agonie des Eros) desarrolla el pensamiento del autor ya plasmado en el libro que se acaba de citar y en La sociedad de la transparencia (en alemán: Transparenzgesellschaft), dirigiendo también la atención a temas como las relaciones humanas, el deseo y el amor.
Basándose en un análisis esclarecedor de los personajes de la película Melancholia, de Lars von Trier, en la que Han ve depresión y superación, desarrolla en su forma discursiva habitual la imagen de una sociedad cada vez más dominada por el narcisismo y la autorreferencia.
Este diagnóstico de Han se extiende incluso hasta lo que él denomina «pérdida del deseo», la desaparición de la capacidad para dedicarse al «otro», al extraño, al no-yo. Giramos alrededor de nosotros mismos, nos restringimos en nuestra mismidad, incapaces de construir relaciones con los demás. Incluso el amor y la sexualidad se impregnan de este cambio: socialmente, el sexo, la pornografía y el exhibicionismo están desplazando al amor, al erotismo y al deseo en el ojo público. La abundancia de positividad y autorreferencia conducen a una pérdida de interacción.
El pensamiento, según Byung, se basa en la «no oposición», en el deseo de algo que uno no entiende todavía. Se conecta en alto grado al Eros, por lo que La agonía del Eros (título de su obra) es también una «agonía del pensamiento». No todo debe ser comprendido y debe «gustar», no todo debe estar disponible.
Topología de la violencia
En Topología de la violencia (título original: Topologie der Gewalt) el autor continúa su análisis alarmante de una sociedad al borde del colapso que comenzó con La sociedad del cansancio. Se centra en la relación entre la violencia y la individualidad, demostrando que pese a la tesis generalizada de su desaparición, la violencia solo ha cambiado su forma de mostrarse y opera de maneras más sutiles.
La violencia en forma de guerra da paso a otra, anónima, «de-subjetivada» y sistémica, que no se rebela ya que se fusiona con su antagonista, la libertad.
A través de Sigmund Freud, Walter Benjamin, Carl Schmitt, Richard Sennett, René Girard, Giorgio Agamben, Deleuze/Guattari, Michel Foucault, Michel Serres, Pierre Bourdieu y Martin Heidegger, Han adopta su propio concepto de la violencia, que define funcionando en la individualidad libre. Impulsados por la única exigencia de perseverar y no fallar, así como por la ambición de la eficiencia, nos convertimos en renunciadores y sacrificadores al mismo tiempo, entrando en un remolino de limitación, autoexplotación y colapso.
Este lúcido estudio de Byung de la violencia ofrece muchas ideas poco ortodoxas y no teme criticar el sentido común sobre la concepción moderna de la sociedad en libertad, la individualidad y la realización personal, sacando a la luz el lado sombrío del asunto.
En un artículo sobre este autor del diario El País se recogen algunas de sus afirmaciones:
“No hay, sin embargo, que confundir la seducción con la compra. «Creo que no solo Grecia, también España, se encuentran en un estado de shock tras la crisis financiera. En Corea ocurrió lo mismo, tras la crisis de Asia. El régimen neoliberal instrumentaliza radicalmente este estado de shock. Y ahí viene el diablo, que se llama liberalismo o Fondo Monetario Internacional, y da dinero o crédito a cambio de almas humanas. Mientras uno se encuentra aún en estado de shock, se produce una neoliberalización más dura de la sociedad caracterizada por la flexibilización laboral, la competencia descarnada, la desregularización, los despidos». Todo queda sometido al criterio de una supuesta eficiencia, al rendimiento. Y, al final, explica, «estamos todos agotados y deprimidos. Ahora la sociedad del cansancio de Corea del Sur se encuentra en un estadio final mortal». En realidad, el conjunto de la vida social se convierte en mercancía, en espectáculo. La existencia de cualquier cosa depende de que sea previamente “expuesta”, de “su valor de exposición” en el mercado. Y con ello «la sociedad expuesta se convierte también en pornográfica. La exposición hasta el exceso lo convierte a todo en mercancía. Lo invisible no existe, de modo que todo es entregado desnudo, sin secreto, para ser devorado de inmediato, como decía Baudrillard». Y lo más grave: «La pornografía aniquila al eros y al propio sexo». La transparencia exigida a todo es enemiga directa del placer que exige un cierto ocultamiento, al menos un tenue velo. La mercantilización es un proceso inherente al capitalismo que solo conoce un uso de la sexualidad: su valor de exposición como mercancía”.
En relación con el estado de malestar permanente del hombre moderno: “La forma de curar esa depresión es dejar atrás el narcisismo. Mirar al otro, darse cuenta de su dimensión, de su presencia“, sostiene. «Porque frente al enemigo exterior se pueden buscar anticuerpos, pero no cabe el uso de anticuerpos contra nosotros mismos». Para precisar lo que sugiere recurre a Jean Baudrillard: el enemigo exterior adoptó primero la forma de lobo, luego fue una rata, se convirtió más tarde en un escarabajo y acabó siendo un virus». Hoy, sin embargo, «la violencia, que es inmanente al sistema neoliberal, ya no destruye desde fuera del propio individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión o cáncer». La interiorización del mal es consecuencia del sistema neoliberal que ha logrado algo muy importante: ya no necesita ejercer la represión porque esta ha sido interiorizada. El hombre moderno es él mismo su propio explotador, lanzado solo a la búsqueda del éxito. Siendo así, ¿cómo hacer frente a los nuevos males? No es fácil, dice. “La decisión de superar el sistema que nos induce a la depresión no es cosa que solo afecte al individuo. El individuo no es libre para decidir si quiere o no dejar de estar deprimido. El sistema neoliberal obliga al hombre a actuar como si fuera un empresario, un competidor del otro, al que solo le une la relación de competencia“.