Agua, ¿compartir o acaparamiento?

Por Roberto Bertossi

Línea separadora decorativa de KRISIS
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Todo recurso natural de “agua”, es moneda y pasaporte vital universal, cuyo anverso es un derecho humano fundamental, su reverso, usos y consumos racionales, responsables y solidarios. La ultra mercantilización y cierta monopolización actual, resultan definitivamente inadmisibles como, eventualmente, sujetas a criminalización.

El “agua” en tanto recurso natural determinante, como elemento de la nutrición e hidratación fundamental para la vida, de propiedad o cualidad esencialmente constitutiva, explica y predice la evolución humana, la adaptación al medio, el desarrollo, la reproducción y multiplicación de personas, animales, plantas y demás. La disponibilidad suficiente de agua para el consumo, cuida, facilita y sostiene toda “vida”, tanto humana como celular y microbiana de la tierra, vegetal de los cultivos, animal de las aves, los peces y el ganado. Ergo, su indisponibilidad imposibilita y trunca todo.

Según Naciones Unidas, el día mundial del agua se celebra cada año, el día 22 de marzo, siendo su principal objetivo crear conciencia en la humanidad sobre la importancia superior de cuidar el llamado oro líquido u oro azul del siglo XXI para la vida humana y demás especies sobre la tierra. Ese día recordamos especialmente a este recurso hoy tan escaso, como un medio de llamar la atención sobre este elemento vital así como tratar de asegurar en todo lo posible, una gestión más razonable, desmercantilizada y sustentable del mismo. Esto último contrasta nefastamente con la naturalización de graves abusos que se hacen con el agua aún disponible mediante desaprensivos usos y consumos personales, edilicios, en jardines, parques y paseos; especulativas prácticas lucrativas, ineficientes y corruptas prestaciones públicas, etc.

Ofusca, enoja y muchísimos se sentirán identificados si añado, brevemente, que en lo personal estoy entristecido, agobiado e impotente al observar todos los días, cada mañana, vg. porteros de edificios manguereando las veredas, en un derroche de miles y cientos de miles de litros de agua (¡y de agua potable!), en lugar de usar vg. un cepillo o una escoba humedecidos para eliminar mugres o suciedades. Siempre que los veo no puedo evitar pensar en la frase “hambre de agua” de los empobrecido habitantes del Norte o las periferias y demás, a quienes, impune y desalmadamente, venimos privando de ese recurso fundamental, definitivamente vital. Entonces, ante la crisis hídrica global provocada por la estupidez, la avaricia y la locura humana, luce apropiado reimpulsar e incentivar una profunda educación ambiental acentuando todo lo concerniente a una reconversión cultural y corresponsabilidad social en pos de acopiar todas las lluvias posibles en represas o estratégicos reservorios de usos comunes tanto como de acicatear consumos responsables.

Ante un creciente estrés hídrico con escenarios inéditos de escasez, agotamiento y desabastecimiento, es hora de comenzar a tratar de revertirlos, asumiendo mancomunada y cooperativamente nuestro deber ético, humano y de solidaridad intergeneracional, en todo lo concerniente al mejor y más racional aprovechamiento de agua potable o potabilizable, aún disponible. De tal manera, la visualización del agua potable como derecho humano e insumo esencial para la vida, a la vez que escaso y en riesgo por crecientes índices de desperdicio, derroche y contaminación, hacen que este recurso natural ya merezca un aprovechamiento más cooperativo y menos especulativo e ineficiente; sin perjuicio de una declaración de emergencia hídrica global, total o parcial, por parte de Naciones Unidas.

Educar, prevenir, pergeñar y lograr políticas de estado bajo dichas premisas, asegurarnos un aprovechamiento más racional del agua, incentivar la conservación y recuperación posible de cada fuente hídrica, y ello pensando no solo en nosotros sino en las generaciones venideras, ya son claros imperativos que no admiten ninguna dilación; mucho menos especulación, ineficiencias y lucro con este recurso exiguo aún disponible -potable o potabilizable- entre nosotros. Preconclusivamente, cuando temerariamente y a su modo, el recurso natural del “agua” ya cotiza en Wall Street en tanto, simultáneamente, falta en las zonas más vulnerables del planeta (Alrededor de tres mil millones de personas no acceden al agua potable vg., aborígenes, campesinos, inmigrantes, habitantes de periferias: territoriales: (las barriadas que se ubican en torno al centro de las grandes ciudades); existenciales: habitantes de la calle, etc.).

Sin titubeos esta efeméride mundial no debe reducirse a lo alegórico sino erguirse sin aspavientos como toda una oportunidad para avanzar y encontrar, mancomunadamente, un programa hídrico cooperativo, globalmente satisfactorio. Finalmente, la mejor celebración será ´cuando antes´, toda persona humana pueda obtener agua potable suficiente mediante prestaciones y servicios esenciales, de calidad, efectivos para satisfacer sus necesidades en plazos adecuados, y que tales prestaciones y servicios puedan prestarse mediante métodos y tecnologías modernos, centrados en la satisfacción personal, ayudando en lo posible -de manera equitativa- a quienes más los necesiten; diluyendo, drásticamente, todo acaparamiento.

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