Carta a Paulo Freire (1)

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Mi siempre querido y admirado Paulo:

El próximo 19 de septiembre del presente año 2021, se cumplen ya cien años desde que llegaste al planeta Tierra para alumbrarnos con tu sabiduría, tu coherencia y tu extraordinaria sensibilidad y compromiso con los más pobres y desfavorecidos. Y en este 2 de mayo, hace ya 24 años que iniciaste tu viaje hacia la eternidad. Así pues, me he decidido a escribirte una carta llena de gratitud, reconocimiento y homenaje por todo lo que has significado para mí desde que te conocí hace exactamente cincuenta años.

Era muy jovencito y aunque tuve la fortuna de poder estudiar gracias a los grandes sacrificios de mis padres y a las ayudas gubernamentales que me concedían casi todos los años. Mi conciencia de la necesidad de denunciar y combatir cualquier forma de injusticia nació en mi infancia porque tuve la desgracia de formarme en la “Escuela Cuartel” de la dictadura franquista. Sin embargo, fuimos muchos alumnos los que supimos encontrar las grietas de aquel criminal Régimen, para expresar de una y mil maneras nuestras profundas ansias de libertad y justicia.

No pude conocerte personalmente, no obstante, todas las personas que he conocido y han tenido la oportunidad de estar contigo, asistir a tus conferencias o ser alumnos tuyos, coinciden en expresar con emoción y agradecimiento de que eras una persona amable, cariñosa, tolerante, dialogante y sobre todo inspiradora de autenticidad, creatividad y sensibilidad social. Aunque desde luego, tuve el honroso y maravilloso privilegio de tener una profesora de Pedagogía y Didáctica a la que siempre llevo en mi corazón, que me habló de ti y de tu “Pedagogía del Oprimido” en un tiempo en el que tu obra formaba parte de las obras prohibidas en España. Así que, en medio de toda aquella represión dictatorial, en cuanto pude, me hice de tu obra de forma clandestina, ya que circulaba en todos los ambientes de los movimientos de cristianos populares de la época, así como de las clandestinas organizaciones políticas de izquierdas. Me la dio mi entrañable y gran amigo de siempre, Antonio Rodríguez Galindo, que la copió palabra por palabra en una de aquellas antiguas máquinas de escribir a las que con papel de calca “Kores” y en hojas de cebolla, replicábamos todo lo que nos interesaba.

Cuanto ha cambiado todo ¿verdad? Pero al parecer la opresión y la miseria humana y social, como decía tu gran amigo Dom Helder Camara, sigue presente en este mundo, aun si cabe, con mayor fuerza y extensión gracias a ese movimiento internacional gigantesco controlado y dirigido por las grandes fuerzas del capitalismo, el productivismo y la destrucción de la Naturaleza. Un movimiento que además siembra y propaga el odio, el resentimiento, el racismo, la xenofobia, el machismo, el clasismo, la violencia, la agresión y en definitiva la explotación y la opresión de las capas sociales más vulnerables.

Por eso te escribo también. Sobre todo, porque siento una profunda pena, indignación y rechazo por todo el cúmulo de insultos, mentiras y desprecios por tu persona y por tu grandiosa obra que tanto el gobierno y el presidente de tu país Jair Bolsonaro profieren continuamente en todos los medios. Un presidente, que con todos mis respetos a su dignidad como ser humano, no solo carece de capacidad política y de gestión, sino que además siembra y amplifica el odio al negro, a las mujeres, a los homosexuales y a todas las minorías étnicas de Brasil, entre ellas, los quilombolos. Pero además, ensalza y homenajea a la dictadura militar de tu país de 1964 que derrocó al presidente democrático João Goulart, dictadura que no solo te encarceló, sino que te obligó a exiliarte durante 16 años.

Para mí, desde luego resulta del todo punto inadmisible y despreciable además, que ese profundo odio hacia la universalidad y grandiosidad de tu persona y de tu obra, sea avalado y promovido por ese llamado Movimiento “Escola sem Partido” que no solo pretende desnaturalizar la Educación en nombre de una supuesta neutralidad, en la que toda tu obra combates, dado que como tú decías, la educación nunca puede ser neutral, porque siempre o beneficia a unos o perjudica a otros. Un Movimiento por cierto, cuyos proyectos de Ley, no solo han sido desautorizados por el Alto Cominsionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, como contrarios a esos Derechos, sino también por el “Ministério Público Federal”, por la  “Advocacia-Geral da União” y por el “Supremo Tribunal Federal” de tu país.

Por eso esta carta que te envío, porque para mí siempre estás presente en mi corazón y en mi conciencia, quiero que sirva también para denunciar la conocida como “Internacional del odio”, denominada así por el prestigioso teólogo español de la liberación Juan José Tamayo, con quien me honro mantener una gran amistad.1 Ref.TAMAYO, Juan J. La internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye?  Icaria. Barcelona. 2020. Una Internacional, creada, promovida y auspiciada por personajes como Donald Trump en EE.UU.; Matteo Salvini en Italia; Jarosław Kaczyński en Polonia; Viktor Orbán en Hungría; el partido VOX en España y por supuesto Jair Bolsonaro en Brasil. Todos ellos y muchos más forman parte de esa ultraderecha nazifascista, que habla mucho de Dios, apoyándose en esos movimientos evangélicos y neocatecumenales que predican una especie de “cristofascismo” que embauca y seduce, no solo a las capas sociales más desprotegidas y faltas de verdadera educación, sino también a las clases y grupos más ricos y poderosos del mundo que utilizan la Biblia para engañar y oprimir al pueblo, traicionando así el mensaje original de Jesús de Nazaret, “el hijo del carpintero”.

Y por esto me identifico plenamente con el mensaje que nos dejaste en tu maravillosa obra “Pedagogia da indignação

«…Tenho o direito de ter raiva, de manifestála, de têla como motivação para minha briga tal qual tenho o direito de amar, de expressar meu amor ao mundo, de têlo como motivação de minha briga porque, histórico, vivo a História como tempo de possibilidade não de determinação (…) Não posso aceitar como tática do bom combate a política do quanto pior melhor, mas não posso também aceitar, impassível, a política assistencialista que, anestesiando a consciência oprimida, prorroga, sine die, a necessária mudança da sociedade. Não posso proibir que os oprimidos com quem trabalho numa favela votem em candidatos reacionários, mas tenho o dever de advertilos do erro que cometem. Da contradição em que se emaranham. Votar no político reacionário é ajudar a preservação do status quo. Como posso votar, se sou progressista e coerente como minha opção, num candidato em cujo discurso, faiscante de desamor, anuncia seus projetos racistas?…»2 Ref.FREIRE, Paulo. Pedagogia da indignação. UNESP. São Paulo. 2000. Pág. 38.

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