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De entrada, me declaro admirador y seguidor de Pablo Iglesias Turrión y lo voy a seguir siendo. Lo digo y lo afirmo, para que los que lean esta breve serie de artículos puedan decir con total tranquilidad que escribo movido por emociones y simpatías hacia su persona. Pero debo hacer constar que esto no es un panegírico, como tal vez a algunos les pueda parecer. Es simplemente la expresión personal de las emociones, sentimientos y pensamientos que he ido experimentado y procesando como consecuencia de las observaciones que he venido realizando desde el nacimiento de Podemos en 2014 hasta su dimisión el pasado 4 de mayo de 2021.
Obviamente, todos estos articulitos están cargados de subjetividad y por tanto no pretendo que mi experiencia personal sea generalizable, como tampoco quiero “llevar razón”, sencillamente porque cada ser humano tiene su propia y subjetiva visión de las cosas y de los procesos sociales y políticos. Si bien, claro está, cada visión o interpretación, o cada opinión, siempre está condicionada por ideas y experiencias previas, así como por prejuicios y estereotipos o incluso por sesgos o distorsiones cognitivas, pero de eso hablaré otro día.
En cualquier caso, siempre estaré a favor y defenderé con ahínco que al ser todas las personas iguales en dignidad y derechos, como así declara el Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, siempre tenemos el deber de respetarlas y no causarles nunca daño personal, ya sea físico, psíquico o moral. Por el contrario, al ser las opiniones producto de la interpretaciones evaluativas que cada individuo realiza de lo que observa, piensa y siente, no me parece que deban ser arropadas por el manto del respeto. No, no todas las opiniones son igualmente respetables y válidas, pero las personas y el derecho a una vida digna deben ser siempre respetadas por encima de todo. Las opiniones, creo yo, deben ser contrastadas con los hechos, así como dialogadas, criticadas e incluso discutidas. Pero claro, de ningún modo pueden ser aceptadas y respetadas aquellas opiniones que se basan en hechos falsos o no verificados y constrastados, o aquellas otras que no son más que insultos y agresiones verbales. Insultos y agresiones que muchas veces se disfrazan con argumentos pseudoracionales utilizando todo tipo de falacias. E insultos y agresiones también, que según el personaje que las exprese y los amplificadores que las reproduzcan pueden, dado el caso, ocasionar daños irreparables a las personas. Y no voy a poner ningún ejemplo personal, porque a lo largo de estos años e incluso en la pasada campaña de Madrid, viejos líderes de aquella vieja izquierda institucional y prepotente, se han empleado también en echar leña al fuego de la demonización de Pablo Iglesias y de Podemos. En este punto debo recordar al Maestro y Poeta universal Don Antonio Machado cuando decía
o también aquella magistral cita de Krishnamurti cuando afirmaba que
Claro, que el hecho de que quiera expresar mi admiración y simpatía por Pablo Iglesias Turrión, así como por Podemos y Unidas Podemos, no significa en absoluto que sus líderes y militantes no se vean afectados por el imperioso deseo de querer llevar razón a toda costa e imponer de algún modo sus opiniones y visiones de la realidad. De estos impulsos del Ego, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra y desde luego yo y durante muchos años, he discutido hasta la saciedad con numerosas personas e incluso he utilizado los más diversos procedimientos con tal de “llevar razón” y salir vencedor en los debates y discusiones. Por eso, la palabra “debate” cada día me gusta menos, porque un debate tal y como nos ha sido presentado por los medios de comunicación es simplemente un campo de batalla para crear reacciones emocionales y ganar audiencia mediante el sensacionalismo y el morbo. En este punto, no tengo más remedio que acordarme de aquel programa de TVE que se llamaba LA CLAVE y que dirigía el insigne y prestigioso periodista José Luis Balbín. Y me acuerdo porque aquellos programas no eran de “debate” sino de intercambio de ideas, observaciones y pensamientos en los que cada participante aportaba sus conocimientos y su perspectiva de análisis. Eran pues programas de “Diálogo“, algo que creo es la gran asigantura pendiente tanto de los medios de comunicación como de las instituciones educativas de nuestro país.
De todas maneras el hecho de que me haya decidido a expresar públicamente mi adhesión y admiración a Pablo Iglesias Turrión y lo que representa, no significa en absoluto que yo le rinda culto o devoción, porque desde que era muy jovencito aprendí aquello de que “Ni en dioses, reyes, ni tribunos está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor. Es más, ahora creo convencido, que cuando a los grandes personajes que se han esforzado y sacrificado por la extensión y profundización de los Derechos Humanos Unversales, se les convierte en estatuas de devoción en los altares, ya sean laicos o religiosos, se les despoja de su potencia de referencial para la vida presente y cotidiana. De este modo, al sacralizarlos, no solo se les desnaturaliza y aleja de las personas normales o anónimas como yo, sino que se les roba o se oculta su fuerza, su valor y as esencias de sus mensajes y testimonios. Así, que, de culto, nada de nada.
En fin, para resumir lo más sencillamente mi admiración y simpatía por Pablo Iglesias Turrión y antes de que esto sea demasiado largo, solamente decir que gracias al 15-M, a su esfuerzo y valentía y a la aparición de Podemos, la política española ha cambiado de rumbo y ha permitido generar nuevas esperanzas de transformación social en beneficio de las capas sociales más vulnerables y discriminadas. En este punto una de las grandes críticas que se hacen a Pablo Iglesias y a Podemos desde sectores de la izquierda, incluso de los que militaron y lo dieron todo por traer las “Libertades Democráticas” a nuestro país, es el término de “Régimen del 78“, un término que a mi personalmente me parece injusto, excluyente, maniqueo y desproporcionado. No me gusta ese término. No obstante he de reconocer que el bipartidismo era en realidad un gran aparato sistémico y burocrático que no abordó el desarrollo de aspectos esenciales de la Constitución Española. Fue a través del bipartidismo PSOE-PP como se consagraron y legitimaron no solo numerosos episodios de corrupción y el olvido intencionado de la Memoria Histórica y Democrática, sino que también se les dio rienda suelta a los verdaderos poderes, que no son otros que los económicos, financieros, mediáticos y los religiosos representados por la Iglesia Católica. Por eso cuando oigo ese término, yo no me rasgo las vestiduras, como tampoco hago bandera de él, sino que simplemente lo comprendo contextualizándolo.
En fin. Esto ya se pasa de extensión, así que seguiré otro día.
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Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Localmente, participa y trabaja en la Asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática”. En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.
Totalmente de acuerdo contigo en que “gracias a su esfuerzo, el de Pablo Iglesias, y valentía y a la aparición de Podemos, la política española ha cambiado de rumbo y ha permitido generar nuevas esperanzas de transformación social en beneficio de las capas sociales más vulnerables y discriminadas”.