Enseñar la condición humana

Por Maria Cândida Moraes


¿Es posible «enseñar la condición humana»? ¿Cómo aprender la condición humana para que cada uno sea el protagonista de su propio destino, el autor de su historia y, al mismo tiempo, entienda su condición de ser cósmico y terrestre? ¿Cómo trabajar en una pedagogía de la condición humana capaz de cuestionar nuestra situación existencial en el mundo? ¿Qué contenidos serían válidos? O más bien, ¿qué experiencias deberían desarrollarse para que cada quien perciba y tome conciencia de sus necesidades biológicas, culturales, físicas, políticas y espirituales?


La condición humana es el fruto de nuestra hipercomplejidad, o sea, es fruto de las múltiples dimensiones que integran nuestra corporeidad. Estas dimensiones nos insertan en el mundo y, al mismo tiempo, nos diferencian.

Las consideraciones iniciales nos llevan a realizar algunas observaciones. La primera de ellas es que, para comprender la condición humana las palabras no son suficientes. Es necesario la acción y la experiencia, porque las palabras no sustituyen la acción y la experiencia; es necesario vivenciar, experimentar esa multidimensionalidad humana en nuestra corporeidad para que podamos comprender que el ser humano está hecho de poesía y de prosa, es singular y plural, único y diverso, capaz de actos de gran generosidad y de cometer grandes atrocidades.

Esto nos indica que la educación necesita crear las condiciones experienciales necesarias para que cada uno pueda cuestionar y comprender su condición humana y su condición en el mundo. La condición humana debería ser el objeto principal de la educación, debería ser su columna vertebral. Para ello, es necesario dejar de fragmentar el conocimiento humano en disciplinas aisladas que no dialogan entre sí y que solo privilegian la dimensión cognitiva e intelectual del ser humano.

Para Morin, las áreas de conocimiento deben dialogar entre sí, precisan ser integradas. Y ahí preguntamos: ¿el currículo propuesto permite este diálogo? ¿Fomenta la comprensión de que hay una conexión indisoluble entre el todo y las partes? La forma en que está organizada la institución educativa, ¿facilita el diálogo entre los profesores, el diálogo inter y transdisciplinar, los proyectos integradores? Estos son aspectos importantes a ser observados.

Un segundo aspecto importante es que Morin nos dice que para conocer al ser humano es necesario situarlo en el universo y, al mismo tiempo, separarlo. ¿Por qué? Porque el ser humano es cósmico y, al mismo tiempo, terrestre. Y, por tanto, es una unidad múltiple, compleja, significa que todos somos seres físicos, biológicos, culturales, sociales y espirituales. Y todo eso, absolutamente al mismo tiempo. Biológicamente, traemos un capital genético, algo que es a la vez común y que nos diferencia: nos diferencia a través del color de los ojos, de la piel, del lenguaje que utilizamos. Culturalmente somos seres anclados en una cultura local, con saberes, creencias, valores que son trasmitidos de generación en generación. Y socialmente, como individuos, somos parte de la sociedad que nos produce y somos esa misma sociedad que nos produce. Así, los individuos influenciamos en la sociedad y la sociedad influencia en los individuos.

Para nosotros —profesores, educadores— percibir esa dimensión biológica, cultural y social es muy importante. Es necesario poder desarrollar proyectos pedagógicos que despierten en el alumno sus raíces culturales, sus orígenes ancestrales; identificar aquello que une y al mismo tiempo aquello que diferencia; percibir que quien somos es inseparable de dónde venimos y dónde estamos.

Hacer que los alumnos investiguen las raíces de su comunidad, los valores, las medicinas que son utilizadas, las manifestaciones populares, son todos aspectos importantes para ser desarrollados mediante proyectos en las escuelas.

Educar en la condición humana presupone, en principio, tres aspectos importantes. Primero, el desarrollo de la conciencia y la autonomía individual, además, participación política y social comunitaria y, al mismo tiempo, el cuidado importante de las cuestiones ambientales y ecológicas. Es preciso aprender a trabajar en cuestiones que integren el triángulo de la vida constituido por las relaciones entre individuo, sociedad y naturaleza.

Entonces, los alumnos precisan aprender a trabajar cooperativamente, colaborar unos con los otros, resolver sus conflictos, desarrollar el autoconocimiento y, al mismo tiempo, desarrollar su sensibilidad ecológica y social. Para que todos podamos entender que somos miembros de una misma comunidad de destino y que la convivencia en la diversidad es uno de los grandes aprendizajes de nuestra condición humana.

Edgar Morin nos dice que es necesario ofrecer una educación personalizada, una educación socializada y, a su vez, planetaria. ¿Cómo educar en todas estas dimensiones? Una educación personalizada es aquella que acoge a los sujetos y sus respectivas historias de vida, acoge las experiencias individuales y dialoga con ellas. La escuela necesita valorar los descubrimientos individuales del alumno. Por ejemplo, ante un proyecto que tenga un problema de matemáticas, algunos alumnos pueden tratar de trabajar con materiales concretos, otros alumnos van a querer utilizar una computadora, otros pueden usar dibujos, recordando que todas las formas de aprender a pensar son legítimas e importantes.


Una educación socializada promueve la participación y el intercambio de experiencias, estimula el pensar juntos, cultiva la ética, el respeto, la solidaridad, y la responsabilidad social. Por ejemplo, tenemos que hacer que nuestros alumnos aprendan a planificar colectivamente, a ejecutar un proyecto con sus compañeros y demás colegas. Ese es un recurso valioso para el desarrollo del aprendizaje colaborativo, lo que es fundamental también para el desarrollo de una educación planetaria.


Una educación planetaria es aquella que se preocupa sobre las cuestiones ecológicas y ambientales, que desarrolla la conciencia de nuestra ciudadanía planetaria. Podemos desarrollar esa conciencia, esa educación planetaria, a partir de proyectos como «Cuidando do Planeta Terra», de la Escola Vila, en Fortaleza (Brasil), por ejemplo. Allí los niños se identifican como cuidadores del planeta, trabajan con diversos materiales de reciclaje, tratan asuntos sobre la preservación de la fauna y la flora, desforestación, crecimiento global. Es decir, los alumnos discuten cuestiones socioambientales, problemas de saneamiento, consumismo excesivo y sus consecuencias para el futuro del planeta.


Resumiendo: aprender la condición humana debe ser la finalidad mayor de la educación. Para aprender la condición humana es preciso crear las condiciones experienciales necesarias para que cada uno pueda interrogar a su humana condición, percibir tanto nuestra condición cósmica, como seres espirituales, como nuestra condición terrestre, que para vivir y convivir se relaciona con el medio social, natural y cultural.


El aprendizaje de la condición humana debería ser la columna vertebral de nuestro sistema educativo. Para trabajar con estas dimensiones es necesario contar con estrategias pedagógicas capaces de desarrollar el autoconocimiento, la autonomía individual, así como trabajar, a su vez, la responsabilidad social, ecológica y planetaria.

Maria Cândida Moraes (Brasil). Es doctora en Educación por la PUC/SP y magister en Ciencias por el Instituto de Investigación Espacial (INPE/CNPQ, por sus siglas en portugués) y por la UNICAMP. Fue profesora de posgrado en educación por más de 20 años. Investigadora del CNPQ, de la CAPES/MEC, y del Grupo GIAD/Universidad de Barcelona (2001-2015). Colaboradora del Instituto Internacional de Pensamiento Complejo de Argentina, y de la Cátedra Internacional Unesco-Edgar Morin. Es coordinadora adjunta de la Red Internacional de Ecología de los Saberes, de la Universidad de Barcelona, e investigadora del Grupo de Estudios e Investigación en Complejidad (GEPEC, por sus siglas en portugués). Conferencista nacional e internacional, y autora de varios libros, capítulos y artículos sobre complejidad, transdisciplinariedad y educación.
     Esta su primera colaboración en KRISIS pertenece a la obra colectiva recientemente publicada por la UNESCO con motivo del 100º cumpleaños de Edgar Morin y titulada «Posibles, aún invisibles, Edgar Morin y el realismo de la utopía: los siete saberes y la Agenda 2030 » (Ver AQUÍ)
     Ni que decir tiene que agradecemos sumamente su colaboración en KRISIS, cuando además hemos tenido el privilegio de cooperar en diversas publicaciones y eventos en Brasil a lo largo de casi diez años.
     Maria Cândida Moraes es sobre todo una gran educadora y formadora interdisciplinar y transdisciplinar que a lo largo de su amplia trayectoria profesional ha sabido integrar como docente, los fundamentos ontológicos, epistemológicos y epistemológicos de un nuevo paradigma educativo con una práctica formadora basada en la creatividad, la solidaridad, la autoformación y el desarrollo de la conciencia.

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