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ISABEL ÁLVAREZ ÁLVAREZ:
LA VOZ DE UN COMPROMISO (1.944-2.006)
Por Pedro Enrique García Ballesteros
EL COMPROMISO CON LA INSPECCIÓN EDUCATIVA
«…sería deseable un análisis público sobre el papel de la Inspección, siempre
lo he echado en falta. ¿Qué inspección se necesita?…»
Isabel Álvarez.1 Ref.A. Feria, «Isabel Álvarez, Tenerla cerca para aprender». 42-46.
Se podría pensar, tras la lectura del apartado anterior, que Isabel Álvarez era una inspectora comprometida con los centros educativos y la escuela pública pero que, como inspectora, funcionaba por su cuenta o relativamente al margen del cuerpo al que pertenecía. Una especie de «verso suelto» cuya alta calidad hacía incontestable e intocable su trabajo. No es así, en absoluto. Isabel Álvarez tuvo y demostró un compromiso con la inspección educativa, cuyos frutos aún pueden comprobarse, como veremos después, con una lealtad institucional que contrasta con el silencio y ausencia de reconocimiento que le tributó después, como hemos visto, la Administración educativa andaluza frente al clamor de toda la Comunidad Educativa. Su amiga y compañera Juliana Vera lo expresa así:
Efectivamente, a Isabel se recurría para todo dada la calidad de su trabajo y pensamiento. El largo recorrido de responsabilidades, dentro de la Inspección, se inicia desde su incorporación en 1974 y abarca la coordinación de grupos, equipos de trabajo y áreas de actuación diversas que es innecesario enumerar aquí, pero siempre relacionadas con la formación e innovación, así como con las áreas más necesitadas de atención como la de la enseñanza de adultos que veremos luego.

Ahora sí desearíamos destacar dos de ellos: la Coordinación Provincial de la fase experimental de la Reforma Educativa (LOGSE) a finales de los años ochenta, por su capacidad de dinamización e innovación que conectaba con las esperanzas depositadas en la nueva Ley, y por la necesidad que se estaba detectando de establecer canales de comunicación didáctica entre los centros ordinarios y los centros experimentales; y su nombramiento como Presidenta del Tribunal de Oposiciones al cuerpo de Inspectores de Educación en 2003. Este último hecho es enormemente significativo dado que era la segunda convocatoria de oposiciones en Andalucía, tras la creación del nuevo Cuerpo de Inspectores de
Educación por la llamada Ley «Pertierra» de 1995.
En la primera convocatoria, así como en las sucesivas, el nombramiento de presidente del tribunal recayó en inspectores o inspectoras que ocupaban, o habían ocupado, puestos en la Inspección
centrales designados por el Inspector/a General de turno. Estamos, pues, ante el único caso de un nombramiento, para un cargo de ese tipo, de una inspectora sin cargos en el ámbito de la Inspección General de la Consejería de Educación. No los necesitaba. A Isabel Álvarez se la nombraba, exclusivamente, por su honestidad, independencia y valía profesional, compatible todo ello con la lealtad y pulcritud institucional.
Esta convocatoria de oposiciones, presidida por Isabel Álvarez, fue aprobada por actuales inspectores aún en activo, considerados ya como maestros del oficio, como José María Pérez Jiménez, que llevan a gala, y con razón, quién fue «su» presidenta de oposiciones.
El trabajo que resume mejor el compromiso de Isabel con la Inspección Educativa es, sin duda, su nombramiento como Jefe del Servicio de Inspección educativa de la Delegación Provincial de Educación de Sevilla entre 1993 y 1996.
No fue un nombramiento fácil para el Delegado Provincial Luís Tomás García. Aunque Isabel Álvarez carecía de una significación política determinada, era obvio, también, que era una persona independiente del poder y crítica con el mismo. El Delegado Provincial hubo de superar reparos y desconfianzas por
parte de las instancias superiores de la Consejería de Educación respecto a dicho nombramiento, pero es necesario reconocer la determinación y coherencia de Tomás García para mantenerse firme en su decisión ante sus superiores y, al mismo tiempo, convencer a Isabel de que se convirtiera en eje fundamental para dinamizar la Inspección educativa tanto en el plano de su organización interna como de su papel en los centros. Así lo cuenta él mismo:
Pues Isabel lo hizo y, además, sin entrar en contradicciones, luchando contra la burocracia, escuchando a los centros, defendiendo la escuela pública y, al mismo tiempo, con impecable lealtad institucional.
Es necesario tener en cuenta el contexto en el que se encontraba la Inspección educativa andaluza en 1993. Tras la extinción de los antiguos cuerpos de inspección de Primaria, Bachillerato y Formación Profesional por la Disposición Adicional 15 de la Ley 30/1984 de Medidas de Reforma de la Función
Pública y su integración, a extinguir, en el CISAE (Cuerpo de Inspectores al Servicio de la Administración Educativa), la Consejería de Educación de Andalucía publica, en mayo de ese mismo año, un nuevo Decreto sobre Ordenación de la Inspección Educativa en la Comunidad Autónoma de Andalucía326. En él
aparecen rasgos funcionales que aún permanecen: organización en equipos internivelares, es decir, con una configuración independiente de los orígenes de cada inspector/a, fuera de CISAE o del nuevo término denominado «función inspectora», así como de su respectiva formación universitaria; zonas
educativas a cargo de coordinadores, planes generales y provinciales de inspección…etc. Se trataba de poner en marcha la nueva organización y además hacerlo superando culturas profesionales diversas, susceptibilidades, desconfianzas y aislamientos casi históricos.
Su labor en el cargo, finalizado abruptamente en 1996 por la primera aparición de la enfermedad, fue crucial para la inspección, ya que Isabel impulsó y ayudó a configurar el nuevo modelo organizativo, pero además dotándolo de sentido antiburocrático y valor educativo. Nos referimos, en primer lugar, a la
unión de inspectores de diferentes cuerpos y orígenes profesionales. Téngase en cuenta que Isabel pertenecía al Cuerpo de Inspectores de Enseñanza Primaria, como gran parte de la plantilla en esos momentos, pero en ésta se encontraban también, además de los recién ingresados bajo la categoría de «función inspectora», los inspectores procedentes de Bachillerato y Formación Profesional con formaciones muy diferentes y modos de intervención en centros casi ajenos entre sí, de manera que, hasta ese momento, habían actuado de forma totalmente independiente y sin contacto alguno. Acertó plenamente nombrando como Jefe Adjunto a Eloy Bernal, procedente de la inspección del Bachillerato, con el que formó un tándem eficaz y coordinado para acometer la reforma fundamental que se iba a implantar en la inspección educativa andaluza y continúa en la actualidad: la organización en equipos, con una composición internivelar y especialización diversa, bajo la coordinación de un inspector/a, y su distribución y actuación coordinada en zonas y subzonas geográficas. Todo ello se confirmaría años más tarde en el Decreto 115/2002 por el que se regula la organización y el funcionamiento de la Inspección Educativa en Andalucía (BOJA nº 37 de 30 de Marzo).
La tarea no fue fácil. Lograr unir al colectivo de inspección y acercar sus marcos conceptuales y sus prácticas habituales, justificadas en orígenes históricos diversos y arraigados, requirió de Isabel la puesta en práctica de una de sus virtudes más reconocidas: su capacidad de fraguar consensos. Testigos presenciales de aquel proceso así lo valoran:
Sus numerosos cargos y responsabilidades dentro de la Inspección educativa no acallaron su conciencia crítica sobre la Inspección necesaria y deseable frente a la realmente existente. El análisis teórico del papel de la Inspección educativa forma parte, intrínsecamente, del análisis de la burocracia que para Isabel Álvarez es uno de sus temas obsesivos y constituye uno de los problemas políticos fundamentales que afectan a la escuela y, específicamente, a la Inspección. Y ello es así porque la burocracia evita el planteamiento de por qué hacemos lo que hacemos y para qué lo hacemos, porque convierte problemas sociales en problemas técnicos y porque nos desprofesionaliza y desarrolla dispositivos de control con el único objetivo de lealtad al poder.
Pues bien, para Isabel, y con toda lógica, la Inspección se encuentra en el corazón de la burocracia:
Sin embargo, nos dice lo que se puede y debe hacer y lo que se debe evitar:
Dibuja con claridad, lucidez y coraje la inspección necesaria y comprometida avisando claramente de que no hay neutralidad posible:
Isabel Álvarez era la representación viva de un optimismo antropológico. Tenía confianza en los seres humanos y en sus posibilidades de cambio individual y colectivo, siempre tendía la mano a los nuevos, los recién llegados en el oficio, pero no una mano adormecedora que mece la cuna, sino llena de consejos y orientaciones estimulantes y comprometedoras. Así lo solía hacer con los nuevos inspectores e inspectoras, recién aprobados en las oposiciones. Así dio forma a un decálogo del buen inspector o inspectora, que fue publicado por REDES en su Boletín electrónico de abril de 2012, que resume perfectamente su concepción de la inspección educativa en la teoría y en la práctica:
- Es capaz de explicitar la finalidad de cualquier plan/proyecto, a través de una racionalidad crítica frente a la racionalidad técnica, para que éstos sirvan al propósito de una educación más democrática, justa y de mayor calidad.
- Es capaz de analizar por qué de los hechos educativos, es decir, explica “por qué pasa lo que pasa” explicitando lógicas dominantes y curriculum oculto.
- Es capaz de promover cambios en las prácticas, que es tanto como decir cambios en las creencias y los saberes de los profesores y también cambios en el curriculum.
- Establece buenos cauces de información y comunicación recíprocas: de arriba-abajo y de abajo-arriba.
- Genera un clima favorable, acoge, da respuestas positivas, ofrece seguridad y aceptación.
- Promueve una ética discursiva favorecedora del consenso y la coherencia.
- Sabe “vencer el tiempo” con una planificación no burocrática que sirva a los propósitos y las necesidades compartidas.
- Promueve los procesos de reflexión y trasvase de experiencias como vía para mejorar los procesos y como vía de perfeccionamiento profesional.
- Es militante de una escuela democrática, es decir, se implica, se compromete y lucha por una escuela NO reproductora de las clases sociales.
- Ejerce sus funciones con mano izquierda y derecha desde la coherencia, perseverancia, el entusiasmo y la credibilidad. 10 Ref.Isabel Álvarez Álvarez, «Bienvenida a los nuevos inspectores. Consejos de Isabel Álvarez». Boletín electrónico de Asociación REDES, abril de 2012, nº 47, 1.
PEDRO ENRIQUE GARCÍA BALLESTEROS, nace en Sevilla en 1956 donde realiza sus estudios de Bachillerato en el Instituto Gustavo Adolfo Bécquer y, posteriormente, cursa la carrera de Geografía e Historia en la Universidad de Sevilla obteniendo el título de licenciado en 1979. Realiza la tesis de licenciatura bajo
la dirección de Carlos Álvarez Santaló, catedrático de Historia Moderna, sobre la demografía histórica parroquial sevillana, entre los siglos XVI y XIX, que obtiene el Premio del Ayuntamiento de Sevilla en 1985.
Ha sido profesor de Historia en el Colegio Aljarafe de Sevilla desde 1982 y accede al cuerpo de Agregados de Bachillerato en 1988. Desde 1993 ejerce como inspector extraordinario en Sevilla y accede al Cuerpo de Inspectores de Educación en 1999, en las primeras oposiciones convocadas para dicho cuerpo tras la Ley Pertierra, ejerciendo toda su carrera profesional en Sevilla hasta su
jubilación en 2019. En ese período, fue coordinador de equipo de zona entre 2000 y 2005 y desarrolló funciones en las áreas de formación de la Inspección y Evaluación.
Pertenece a la Asociación REDES (Renovación de la Educación y Defensa de la
Enseñanza) siendo uno de sus miembros fundadores y actualmente es el presidente
de la misma. Junto con su compañero inspector José María Pérez Jiménez,
publica periódicamente artículos de opinión sobre temas educativos en el periódico
Diario de Sevilla, y sobre la Inspección educativa en el Blog INED21 y en
la revista Supervisión 21.
Referencia